Escrito por Polly
Asesorado por Maru
Editado por Shiro
Me llamo Katherin Pobs, hace ya casi un año que entré a trabajar a la casa de la familia Maquielo, después de tener a mi bebé. En verdad estuve muy agradecida de que Mildred lograra meterme en el equipo de servidumbre. No era fácil poder cuidar de un niño, aun si mi madre me ayudaba, el no tener esposo hacía la vida en la ciudad mucho más difícil.
Desde el momento que puse un pie en esta casa se me fue advertido que el nivel de exigencia era: “Todo debe ser perfecto”. Y no fue sencillo para mí el poder adaptarme a este nuevo empleo. Además, siempre hubo un constante ambiente de suma tensión, todos los sirvientes marchaban por el lugar con la cabeza baja, nadie se atrevía a hablar si estaban fuera del área de descanso, todos se movían como si sus pasos estuvieran medidos y pesados. Todo era perfecto, perfectamente horrible.
Y si tuviera que hablar de mis amos… Jamás escuché al duque Maquielo decirle una palabra amable a uno de sus empleados, no sólo a los sirvientes, sino a los caballeros que he visto pasar por los pasillos a lo largo de estos años tampoco. Incluso ellos se movían con la sutileza de una mariposa, quizás asustados de poder irritar a ese poderoso hombre, que era prácticamente indiferente a toda forma de vida ajena a él.
Luego está el señorito John, el hijo mayor del duque. Desde el momento que llegué, pude notar que era la persona más amable de esa familia, en muchas ocasiones lo vi dando suaves movimientos con su cabeza en agradecimiento a las sirvientas que se encargaban de él, además de que tenía una bella sonrisa. Su aspecto era atractivo como el de su padre, pero sin ese toque frío y filoso, él tenía un suave brillo, pero su salud… Desde que nació siempre tuvo una condición enfermiza y frágil, como si fuese una delicada mariposa, necesitaba un cuidado especial, y en verdad me aterrorizaba siempre estar cerca de él, pues creía que podía romperlo.
Finalmente el segundo hijo del duque, el señorito George. Él era igual a su padre, como un calco perfecto de pies a cabeza, exceptuando por el cabello negro del niño que difería de la perfectamente rubia melena del señor. Pero el parecido de ellos dos no se limitaba a lo físico, sino que este chiquillo poseía la mala personalidad de su padre. Siendo tan joven, se movía con arrogancia por toda la casa, menospreciando a todos los sirvientes que trabajábamos en ella, y siempre exigiendo todo para el mismo instante que abría la boca.
No era fácil trabajar en estas condiciones. Todo el estrés, el agotamiento, una constante sensación de que en cualquier momento podrías cometer el error decisivo para tener un pie fuera. Aun así, no podría renunciar, pues la paga que enviaba a casa de mi madre me permitía darle una vida decente a mi pequeño Lucas. Sólo desearía poder verle más de una vez a la semana.
Tantas veces pensé en escapar de este lugar… Sólo tomar algo de dinero y renunciar para irme lo más lejos posible de esta casa, ya perdí la cuenta. Era un pensamiento constante en mi cabeza… Bueno, hasta hace un tiempo pensaba así, pero hace casi dos meses me pusieron a cargo de la pequeña hija del duque.
Me enteré de toda la historia. Fue una noche cuando mi turno había terminado y estaba preparándome para poder descansar en las habitaciones de los empleados, cuando la ama de llaves, Teressa, la encontró en la entrada, soportando el viento frío con una mera manta pequeña, y una nota enganchada que afirmaba que esa era la hija del duque Frederick y que su nombre era Roxanne.
Fue algo difícil de creer. El señor nunca había demostrado tener amantes, y ni siquiera le gustaba visitar la ciudad o pueblos cercanos. El pensar que podría tener una hija no reconocida sonaba como una gran mentira. Pero su apariencia no podía mentir: tenía un cabello tan dorado y hermoso como el de mi amo, además de que su rostro suave y rellenito era sumamente parecido al de las pinturas de los señoritos de cuando eran bebés.
Desde que me designaron a mí para estar al cuidado de la señorita Roxanne he estado notando muchas cosas respecto a ella, respecto a cómo estaba siendo tratada por su padre y sus nuevos hermanos. Sobre todas las cosas, he notado una diferencia sumamente crucial que hacía dudar que tuviera la misma sangre que el duque.
¡ELLA ES DE LO MÁS DULCE!
Era cierto que era sólo una bebé, y solían decir que para saber cómo son los niños había que ver a los padres, pero la señorita no era nada como el duque. Siempre estaba riendo, llena de energía, y aunque a diario veía que el señor no estaba muy contento con la presencia de su nueva hija, Roxanne siempre quería buscar el afecto de su padre sin rendirse.
Cuando la veía jugar sola en su cunita, en aquella habitación tan vacía, sentía que estrujaban mi corazón. Era un pequeño y dulce ángel, y que únicamente se enfrente a la fría actitud de una familia indiferente, sin entender que ella no tenía la culpa, que no había hecho nada malo. Quizás ninguno se diera cuenta que esa pobre bebé no decidió haber nacido del vientre de una amante, y la actitud del duque respecto a esto me hacía… sólo puedo aguantar los deseos que tengo de gritarle.
Roxanne me recordaba tanto a mi pequeño Lucas que sólo deseaba poder cuidarla. La señorita dependía de mí para recibir afecto, tener atención, cariño, el poder sentirse apreciada. Yo no quería que ella se volviera como otro frío e indiferente clon del duque, o una pequeña niña de personalidad enfermiza.
No iba a decepcionar a la señorita Roxanne.
Me convertí en su niñera, estaba con ella todos los días, la atendía en sus llantos, sus cambios de pañal. Y ahora mismo era momento de que tomara su almuerzo. Era tan tierna cuando tomaba del biberón que creo que era una de mis labores preferidas.
—Mire señorita, traje su biberón, y el cocinero dijo que le prepararía algo especial para esta noche.
Abrí la puerta rápidamente, pero detrás de ella sólo estaba la cuna vacía de la señorita, lo que vino seguido del ruido del vidrio del biberón de cristal cuando impactó en el suelo, quebrándose en cientos de pedacitos, dejando que toda la leche se esparciera en la loza del piso.
Era un desastre, era un terrible y espantoso desastre. La bebé no estaba y no había manera de que ella se hubiera ido por su cuenta, ni siquiera podía salir sola de su cuna. Alguien la tendría que haber sacado de allí, quizás… quizás un secuestrador pudo habérsela llevado mientras me ausenté para ir por la leche. O quizás fue solamente el señor la llevó a su estudio.
—Debió ser el señor. ¡Por Dios, que haya sido el señor!
Empecé a correr dejando atrás el desastre de vidrios y leche, olvidándome totalmente de la etiqueta de cómo debía comportarse una de las doncellas de la casa. Sólo podía imaginarme lo peor, si alguien hubiera secuestrado a la pobre señorita. ¿Acaso el duque haría algo para recuperarla si eso fuese lo que pasó? ¿Acaso daría una sola moneda para recuperar a esa niña que etiquetó como basura?
Corrí hasta la oficina del duque, me olvidé de todo el protocolo y sólo abrí la puerta de golpe encontrándome con la figura sentada frente a un escritorio del señor Maquielo. En definitiva, no tenía a la señorita.
—¡La señorita Roxanne desapareció!
Podía escuchar la desesperación de mi propia voz, no podía creer que la señorita hubiera podido desaparecer, y sobre todo no podía creer que le haya levantado la voz a mi propio amo de esta manera.
Él tampoco podía creer lo que estaba pasando, porque me miraba primero con incredulidad, luego pude ver ira en sus ojos y finalmente vi que saltaba de su escritorio. Estaba segura de que por fin recibiría un castigo después de tantos años de trabajo tranquilo. Pero estaba dispuesta a aceptarlo.
Sólo me pasó de largo, igual a que si estuviera de decoración, sólo pasó corriendo por mi lado y se fue por el pasillo a gran velocidad.
—Puede ser que… ¿El señor está preocupado por Roxanne?
Estoy amando está novela! Me recuerda a varias novelas hermosas y al papá me lo imagino como el papá de los gemelos que es rubio con ojos verdes xD
Oh, este capítulo desde otro punto de vista está completamente genial. Roxy, lo estás logrando.
el esfuerzo de roxanne dio frutos y no se pero siento que si fuera yo la sirvienta o un mayordomo a cargo de un bebe no deseao creo me que lo llevaria si ellos no lo quieren y no les importa entonces mejor le busco un lugar que si puede llamar hogar