Participantes: Tanuki, Shisei, Touka-chan, Portox, Maru
Un día como cualquier otro, un cierto mapache caminaba por el borde del bosque. Estaba pensando en sus flanes, como siempre, cuando una chica apareció en su camino.
Él no lo sabía, pero Touka-chan lo miraba desde hace tiempo. Para ella, era su mapache especial. Así que, reuniendo todo su valor, se confesó.
El mapache no sabía qué hacer, por lo que salió corriendo asustado. Sin embargo, en ese momento cruzó una carretera y un camión-san le pasó por encima.
Touka-chan se asustó, pues ahora había cerebro de mapache por todo su vestido.
A su lado, Maru, la mejor amiga de Touka-chan, veía toda la situación. Ella no había querido dejar sola a Touka-chan mientras se confesaba, así que la había acompañado.
Es verdad que, consumida por los celos, sentía la necesidad de matar al mapache que pretendía robarle a su amiga, pero lo del camión era demasiado…
Así que decidió buscar las esferas del dragón para revivir al maldito mapache que enamoró a su amiga, se murió y necesitó demasiadas explicaciones para un juego que era super sencillo…
Sin embargo, el mapache estaba preocupado por el aura asesina que percibió de la humana llamada Maru, así que decidió seguirla para vigilarla, algo que no le sentó nada bien a Maru. Por no decir, que el espíritu del mapache era hiperactivo y al moverse tan rápido daba la sensación de que había dos, tres, incluso cuatro mapaches.
Además, tenían otro pequeño problema…
No sabían la forma de las esferas. Estas podrían ser pelotas de baloncesto, de billar o simples toriyakis.
Pensando en esto al mapache le entró mucha hambre (sin importar que ahora era un espíritu).
—Maru ¿no tendrás un flan? —preguntó malhumorado.
—¡Solo tengo uno…! —Y no hacía falta decir que no pensaba compartirlo con el maldito fantasma.
Pero cuando se dio la vuelta, en medio de ese enorme bosque con árboles de cedro para mirar al mapache mientras se comía el postre, no vio al mapache. Sin ver su figura, sólo escuchando su voz, Maru sintió el verdadero terror.
Sin preocuparse por el pánico en la cara de la muchacha, Tanuki siguió hablando como si nada sin parar, quejándose una y otra vez por no comer flan.
Ellos no lo sabían, pero estaban impresionados con el otro. Ella porque él en verdad era un espíritu, y el animal porque la humana sólo tenía un flan.
¿Quién sale de casa con un solo flan…?
Cuando se pusieron en marcha, comenzó una tortuosa travesía, pues el mapache siendo un fantasma no podía comer y Maru tenía que aguantarse sus quejas todo el tiempo.
Después de un tiempo se toparon con la entrada de una cueva en medio del bosque, la cual extrañamente generaba una fuerte atracción hacia el animal.
—Hey… Como que… Quiero entrar…
—No —dijo Maru mientras agarraba de la cola al mapache.
—¡¿Puedes tocarme?! —exclamó él mientras era arrastrado a un lugar alejado.
—… ¿No sientes curiosidad por esa cueva?
—No —y el asunto quedó zanjado.
Al final el mapache los lleva a un bosque cercano en la noche con la esperanza de encontrar flan, cuando de repente, se escuchó un grito resonar por la oscuridad.
Corrieron en dirección a la voz sin preocuparse por su propia seguridad. Aunque en realidad, al Tanuki no le importaba porque ya estaba muerto y si Maru moría ya serían dos fantasmas, mientras que a Maru la curiosidad le superaba.
Además, ella sabía que esta era una historia +13, así que nada le podía suceder.
Corrieron y corrieron hasta que el mapache recordó que él podía flotar.
—¡¿Y ahora te acuerdas?!
—¡Es que me faltan flanes para darme energía!
El animal se elevó en el aire y logró ver algo que lo dejó estupefacto.
Era bello, amarillo, y tenía unos cinco metros de altura.
Era… Era…
—¡Ya dime que es!
—¡FLAAAAAAAAAAAAAAN!
Era la primera vez que Maru veía a un animal moverse tan rápido.
Quedando asombrados por tan gigantesco flan, decidieron comérselo lo antes posible…
Bueno, en realidad el mapache intentó quedarselo todo, pero Maru le hizo una llave al cuello…
—¡¿En serio, cómo puedes tocarme?! —y el animal tuvo que callarse.
Uno de ellos casi se ahoga con el flan pero el otro le salvó con la maniobra de heimlich, y continuaron como si nada.
Ahora bien, estando satisfechos decidieron acampar bajo unos hermosos árboles de cerezo. Por un momento, el corazón de ambos pareció latir con fuerza, y al mirarse el uno al otro…
Las flores danzaban en sus rostros.
La espléndida brisa movía sus cabellos.
Sin embargo, esa sensación de emoción eran sus instintos advirtiéndoles de que algo estaba mal.
Después de unos momentos ambos reaccionaron sobre lo extraño de la situación: flan de cinco metros, el mapache fantasma que pudo comer, las palpitaciones… Todo indicaba que este flan les daría algo más que placer al paladar…
En ese momento, escucharon algo cerca. Alterados, miraron en esa dirección y entonces…
De entre los arbustos, la figura de alguien apareció. Touka-chan, que había estado siguiendo a su amiga con el mapache fantasma, se acercó lentamente a Maru y le dio un oso de peluche sin decir nada.
Maru no sabía qué hacer. Para empezar, ¿qué hacía su amiga allí? Sabía que era ella en verdad, porque nadie más le daría un oso de peluche que tuviera esa sonrisa tan espeluznante, en serio. Sólo ella, su mejor amiga, sabía que le gustaban ese tipo de juguetes…
Entonces Maru decidió que su Touka-chan merecía la felicidad. Y pues, si iba a conseguirla al lado de un mapache… Ella le apoyaría.
Se olvidó de sus sentimientos y dejó que Tanuki lo poseyera.
—Ninguna va a preguntar mi opinión, ¿verdad?
—Tanuki, ya me conoces tan bien… ¡Entra al peluche!
Y así lo hizo.
Los tres festejaron la recuperación del mapache, cuando se dieron cuenta de que algo andaba mal.
Maru y el animal comenzaron a sentirse mal de repente. Por segundos se hacían más grandes, y se sintieron más dulces frente a la atónita vista de Touka-chan. Algo estaba yendo muy, muy mal, ya que su piel se volvió de color naranja mientras la dulzura de sus corazones les recorrió…
Era como si tuvieran azúcar en lugar de sangre…
—Mapachin, te veo con ojos diferentes —dijo Maru.
—Yo también —contestó el oso-mapache.
Solo Touka-chan se dio cuenta de que ambos estaban encantados. ¿Sería culpa del flan gigante? Su apariencia no era real, sólo una ilusión, pero sus amigos no la escuchaban.
No sabía qué hacer.
Al verlos actuar así, a punto de transformarse en una pareja de flanes casada, sintió mucha impotencia. Sin embargo, esos mismos sentimientos fueron los que la llevaron a actuar de ese modo, y los dejaron a los tres en esta situación.
¡Dejaré de ser tan inútil y miedosa! Pensó Touka-chan en un agarre de valentía.
—¡Y no dejaré que nada malo les pase!
El poder comenzó a reunirse en su cuerpo. Los flanes casi casados la miraron estupefactos, sin saber qué estaba haciendo.
Usando una magia poderosa, los devolvió a ambos a su estado original. Sintiéndose aliviada, se desmayó por haber usado tanto poder mágico.
—C-Chicos…
—¡Touka-chan!
En un movimiento veloz y que claramente no correspondía con su cuerpo, Maru arrojó el oso bajo Touka para que ella no se lastimara la cabeza al caer.
—T-Te odio… —dijo el peluche viviente.
—No parecía así antes…
El mapache y Maru estaban entre confundidos y avergonzados después de estar en esa situación, pero no tenían mucho tiempo para pensar en ello pues ya habían logrado su objetivo: devolver a Tanuki a la vida, más o menos. Ahora tenían que llevar a su amiga desmayada de vuelta a casa antes de que alguna otra cosa extraña ocurriera en aquel bosque.
—Menos mal que el aura asesina que sentí no era verdad. —festejó el oso-mapache.
—¿Aura… asesina?
Entonces Maru recordó la verdadera razón de su aparición. Había odiado a ese mapache toda su vida y cuando lo vio morir, solo sintió rabia por no haber sido su crimen.
Después de todo, ella quiso buscar las esferas de dragón para matarlo con sus propias manos…
Agarró al peluche en cuanto este se distrajo, le abrió la cremallera y le sacó todo el relleno con una sádica sonrisa mientras el ex-animal gritaba que parase. Finalmente, prendió una cerilla y quemó la tela ante los gritos del mapache al que se le derretían los ojos de botón.
—V-Volveré… Lo juro…
—Ya cállate, mapache.
Antes de que se derritiera por completo, no olvidó comerse el flan que se guardó frente a su rostro moribundo.
Luego cogió en brazos a su amiga, y se marchó con su sonrisa más inocente.
♦ ♦ ♦
Lo que ella olvidó, es que el mapache era, y siempre fue, un espíritu.
Con las pocas fuerzas que le quedaban, y lleno de resentimiento porque se comió el flan frente a él, se acercó al abandonado Portox que sólo caminaba por ahí sin molestar a nadie, y lo mordió.
Ese día nació el primer zombie-peluche. Y ese fue el inicio del apocalipsis.