Evento de San Valentín 2020 – Serendipia enamorada (2)

Escrito por Devany

Asesorado por Maru

Editado por Michi


—Vamos Tania, te vas a divertir.

—No lo sé, ya sabes que estará Gabriel y…

—Pues es una buena ocasión para que hablen, se nota que aún le gustas

—Él me engañó —miro con enojo a su amiga.

—Bueno sí… pero ya aprendió de eso, ¿no?

—No lo sé, no actúo bien cuando estoy cerca de él.

—Vamos, no hará daño que hablen y de una vez por todas lo superes.

—Espera, ¿no habías dicho que saldrías con alguien? —habló su otra amiga, una chica de cabello rubio platino, que se había mantenido callada.

—Bueno, sí.

—¡¿Saldrás con alguien?! Entonces si superaste al desgraciado ese, ¡maldita! ¡¡Cuéntame todo!!

—Ummm no es nada, solo… Es un mandado.

—¿Eh? Pero habías dicho…

—Yo no había dicho nada Sara —miró amenazadoramente a la rubia, quien desvió la mirada con temor.

—Bueno… ¿A qué horas es? —preguntó la morocha tratando de relajar el ambiente.

—A las 6 de la tarde.

—Excelente, tienes mucho tiempo antes de esa hora, no habrá problema en que vayas a la fiesta y de ahí a ese mandado, ¿no?

—Supongo.

♦ ♦ ♦

—Entonces, ¿usarás ese traje?

—Sí, creo que me hace ver misterioso —habló el muchacho posando para la joven.

—Te hace ver estúpido.

—¡Hey!

—Quítatelo y muéstrame otra cosa, de hecho, ¿porque no usas lo de siempre?

—Según la revista, el conjunto en una cita es importante, no se puede llevar cualquier cosa, Colette —habló el chico como si fuera lo más obvio del mundo mostrándole aquella revista ochentera, mientras miraba con pena a la chica por su desconocimiento de esto.

—¡No me mires así! ¡Y en serio estás basándote en los consejos de una revista para chicas!

—¡Es la misma revista que utilizó mi abuelo para conquistar a mi abuela!

—Bueno, vaya dato perturbador.

—Solo estas celosa de mi conocimiento —habló el chico socarronamente. La chica solo le mostró el dedo medio y se dirigió hacia el closet de este.

En eso, sonó el teléfono. Edwin le pidió a Colette que contestara por el.

—Bueno, residencia Nasser, ¡oh, claro! Deje se lo paso.

—¿Quién es? —pregunto el chico confundido de recibir el teléfono.

—Tu padre. —sonrió Colette, pero su sonrisa decayó al ver la cara sombría que puso Edwin al escucharle. El muchacho susurró algo hacia la persona del otro lado y colgó, después volvió a sonreír dulcemente a la chica.

 —¿Me ayudarías a buscar un conjunto? Creo que tu sabes más de esto.

—Uh… —la chica sabía que Edwin no quería tratar el tema, así que prefirió hacerle caso, no lo obligaría a hablar—. ¿Qué tal estos pantalones y esta camisa? Podemos juntarlo con esta chaqueta que… ¿porque nunca te la he visto puesta?

—Bueno, quería dejarla para una ocasión especial —habló Edwin sin darle importancia. Colette lo miró como si le hubiera brotado otra cabeza.

—Ok.

♦ ♦ ♦

El chico llegó emocionado a la plaza del pueblo, quedó de verse con Tania a las 6:00pm ahí para pasear y, cuando faltaran 20 minutos, tomarían un bus hacia el autocinema. Mientras le cedía el paso a unos ancianos que se veían amorosamente entre ellos, su celular vibró.

“¡Hola! Te quería decir que llegaré exactamente al autocinema, a la hora de la función, espero haber alcanzado a avisarte” el chico leyó y su voz pasó de emoción a decepción, sin embargo no dejaría que aquel día se arruinara, todavía podrían platicar en medio de la película.

“No hay problema, apenas estaba saliendo de mi casa”

“Perfecto, nos vemos en una hora 😊”

Ahora Edwin tenía un serio problema, ¿qué se supone que haría con una hora de sobra? Bueno, tal vez podría ir a comer.

♦ ♦ ♦

Después de tomar el bus, comprar las entradas y mandarle un mensaje a Tania, se sentó en unos escalones esperando la llegada de su amiga. Llevaba una mochila colgando de su hombro donde se encontraba una cobija, un mantel, dinero y su celular. Podría entrar de una vez y apartar lugar, pero quería esperar a la castaña.

—Joven, la función ya está por empezar.

—Oh, en un momento entro, es que estoy esperando a alguien —La muchacha lo miró con pena, a lo que él movió la cabeza con rapidez—. No se preocupe, no me dejaron plantado, ella llegará.

Sin embargo, después de 30 minutos en el que ella no contestaba sus mensajes, estaba empezando a dudarlo. Pasada la hora pensó que era momento de irse.

Tomó sus cosas y llamó a Tania por quinta vez con la esperanza de que contestara, pero pese a ello su única respuesta fue el mensaje de voz.

—Bueno, debió de haber pasado algo, espero esté bien —habló Edwin tratando de ser positivo, miro a la joven que lo observaba desde lejos con pena y sonrió restándole importancia—. No se preocupe, le habrá surgido una emergencia, otro día será.

El chico caminó con desgano hacia la parada del autobús, el autocinema se encontraba a 20 minutos de la parada más cercana. El cielo estaba empezando a oscurecer cuando llegó a la parada, sin embargo no sabía exactamente cuánto se tardaría el bus, así que decidió checarlo con su celular.

Para su mala suerte, un joven presentaba su iniciación a la pandilla y como primera prueba necesitaba asaltar al primer incauto que tuviera cerca.

Edwin marco a su madre para que lo recogiera, al parecer el próximo camión tardaría 1 hora en pasar y no quería quedarse ahí mucho más tiempo.

—¿Qué sucede Ed?

—Mamá, ¿podrías venir a recogerme?

—Ummm, este no es un buen momento Ed, la verdad…

—¡Mi muchacho! He regresado, tal como te dije.

—Padre… ¿Qué estás haciendo en casa? —Edwin abrió los ojos, de la sorpresa de escucharlo paso al odio, ya no era el mismo chico de antes.

—¿Acaso no puedo venir a visitarte?

—Ed, por favor no seas cruel con él.

—Madre…

—Bueno, en este momento tu madre y yo estamos en una cita por los viejos tiempos, así que nos vemos luego.

—¡Espe… ! —antes de que pudiera contestar su padre ya había colgado. En eso notó cómo un muchacho se acercaba a él, dándole muy mala espina. Giró su vista hacia varias direcciones, intentando localizar a alguna otra persona, pero se encontraba solo.

Guardó su celular en la mochila y empezó a alejarse lentamente del lugar, queriendo caminar de regreso al autocinema. Pero mientras más aceleraba el paso el tipo también lo hacía. Su poca condición hizo mella cuando al final fue alcanzado por aquel sujeto, quien después de varios jaloneos, le arrebató su mochila.

A pesar de eso Edwin no se quedó quieto y comenzó a perseguirlo. En esa mochila tenía todo, en especial su dinero y su celular, sin ello no podría regresar a casa.

Tal vez no fue buena idea o su mala suerte solo iba en aumento, pues la pandilla del joven se metió a defenderlo al ver que el atraco no resultaba tan fácil.

—Por favor, solo regrésenme mi teléfono. Pueden llevarse lo demás, no es mucho pero…

—Eres imbécil, no te vamos a regresar nada, será mejor que te largues y regreses por donde viniste.

—Pero… en serio, necesito mi celular —Edwin estaba desesperado, el día de hoy cada vez empeoraba más. Los muchachos solo empezaron a aventarlo cada que intentaba acercarse, a la vez que le hacían burlas. Uno de ellos tuvo la gran idea de jugar con él y empezar a lanzar entre ellos la mochila, haciendo que el muchacho corriera de lado a lado por ella.

En medio de todo eso, observó cómo aquel joven se reía de él detrás de los grandulones. En ese momento, todo pareció ir en cámara lenta. Tal vez fue la risa, el hecho de haber sido plantado por cuarta vez por la que consideraba amiga, el bullying que recibía todos los días, o el tener que aparentar estar siempre bien, no sabía con certeza qué fue lo que detonó todo, solo supo que sin darse cuenta, en un arranque de rabia, se lanzó sobre aquel joven y empezó a golpearlo desesperadamente.

Antes de eso no creía tener tanta fuerza pero, en ese momento, comprobó que era capaz de muchas cosas enojado. Podía ver como la sangre fluía de aquel escuálido rostro, como la nariz cada vez se torcía más, como los otros muchachos intentaban detenerlo y los golpeaba en el trayecto.

No sabía por qué pero no podía parar, su eterna sonrisa era ahora solo una mueca de rabia mientras las lágrimas caían por sus ojos.

Todo aquello paró cuando razonó lo que estaba haciendo, notó el rostro desfigurado de aquel joven clamando piedad. Temblando, observó sus manos llenas de sangre y se alejó a gatas del cuerpo. Miro al resto de la pandilla, que en su ira al parecer había golpeado pero que ahora que notaron perdía su adrenalina se le acercaban amenazadoramente.

Tuvo miedo, mucho miedo, pero no de ellos… Nunca había golpeado a alguien, nunca había recurrido a la violencia sin embargo, porque se había sentido tan bien hacerlo.

—¡Hijo de perra!

—¡¿Quién rayos te crees que eres?!

Y así, se dejó golpear por aquellos 5 hombres, que después de varias patadas y de aplastarle una de sus manos, lo dejaron tirado ahí, en medio de la acera. No sabía dónde estaba pues había corrido un buen tramo persiguiendo a aquel joven, pero se veía mucho pasto y desolado el lugar. Las escasas personas que pasaban, si es que lograban notarlo solo lo ignoraban.

Trato de levantarse pero sus costillas dolían, su mano ardía y no sentía gran parte de su cara. Prefirió quedarse ahí tirado, mirando el cielo que ahora se encontraba estrellado.

 ¿Siempre será así?

Estoy cansado.

Madre… se supone que debo sonreír… Pero no me siento capaz de seguir haciéndolo.

♦ ♦ ♦

—Ed, Edwin ¡Edwin! ¡Edwin! —abrió los ojos lentamente, encontrándose con una pelirroja que lo miraba entre lágrimas, tal vez veía borroso pero podría reconocer esa voz donde fuera.

—Colette…

—Todo va a estar bien Ed. Te traje al hospital y, aunque no he podido contactar con tus padres, mi madre ha logrado convencer a las enfermeras de que le dejen pagar todo.

—Pero… tú… odias a tu madre —habló entrecortado, la garganta le dolía.

—Si bueno, trato de arreglar las cosas, tal como dijiste. Además, su ayuda nos viene bien ahora y…  —la chica no pudo seguir hablando, un hipido salió de su boca a la vez que empezaba a temblar.

—Lette —Edwin la miró sorprendido.

—Lo siento… Lo siento… Lo siento…

—¿Por qué lloras?

—No pude llegar a tiempo —habló con tristeza mientras un moco salía de su nariz y empezaba a llorar desconsoladamente. El muchacho solo miraba con los ojos muy abiertos, la joven a la que todo el instituto temía, que había noqueado a peleadores profesionales debido a que desde pequeña había recibido un entrenamiento casi militar por su padre, ahora lloraba como una niña de 10 años a su lado.

—¿¡Lette!?

—Y-Yo… yo se supone que debo ser tu valiente príncipe… buaaaaa…

—¿Qué?

—¡Buuuuuaaaaaaa!

—¡Lette! —habló lo más fuerte que pudo, sorprendiendo a la chica, quien cayó al momento—. Estoy bien.

—No lo estás, y no es solo tu cuerpo el que no lo está, ¡todo tú no lo está! ¡Deja de mentir! —Edwin la miraba impresionado y a la vez con miedo, no por ella sino porque lo que decía era cierto —. ¡Llevas tiempo mal! ¡¿Crees que no lo noto?! ¡Deja de querer sonreír siempre y hacer sentir bien a todos, idiota!

—Yo… pero, entonces me dejarán —susurro mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos. Aun así la chica alcanzó a escucharlo.

—¡Yo nunca te dejaré! ¿¡Con quién demonios crees que hablas imbécil!? —la miró sorprendido, esperando a que continuara hablando—. Eres un bobo , un estúpido, un hijo de la chingada, un cabrón super cursi, pero así te quiero idiota. Y no te voy a dejar, ¿me oíste? Porque me gustas, y aunque tú no sientas lo mismo, no te dejaré, porque te quiero.

—¡¿Espera qué?! ¡¿Te gusto?!

—¡Sí! ¡Creía que era obvio! —habló ahora enojada, aun con las lágrimas corriendo por su rostro.

—¡Pues para mí no!

—¡Te coqueteo todos los días, hijo de puta!

—¡No pensé que fuera en serio! —grito lo más que pudo, sonrojado.

—Igual no importa, aun si no te gusto, quiero estar contigo.

—Lette…

—Y quiero que te abras conmigo, que seas solo tú.

—Lette… —el muchacho inevitablemente empezó a llorar, pero aquellas lágrimas no eran de tristeza, eran liberadoras.

Soltó todo lo que hacía mucho quería soltar, y aunque creía que se veía horrible mientras lloraba y hablaba de todo con aquella muchacha, por primera vez en mucho tiempo… se sintió bien.

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