Un villano puede salvar el mundo por amor – Capítulo 7: Mi hermano menor

Escrito por Iszeth

Asesorado por Maru

Editado por Tanuki


Mi madre siempre me había pedido que tratara de mantenerme cerca de mi pequeño hermano, hijo de la segunda Reina Rosemarie, pero él no me agradaba mucho.

Su cara, idéntica a la de su madre, lo hacía parecer una niña. Ojalá hubiese sido una.

Aunque nos parecíamos en el color de cabello y ojos, éramos completamente diferentes. Él era dócil, delicado y pensaba que no estaba hecho para el trabajo físico. Su cara amable y sonrisa tonta que todo el tiempo mostraba, llegaba el punto de que no se podía mirar, porque te conducía a la conclusión que en un futuro, él no podría sobrevivir a la corte.

Era demasiado amable y lindo para ser parte de la nobleza.

Siempre que entrenábamos juntos, él lloraba. Eso me molestaba, eres un príncipe, ¿sabes? Tu obligación es ser fuerte.

Quizá mis pensamientos le llegaron.

Un día, él cambió repentinamente.

Seguía sonriendo, seguía siendo lindo con su cara de niña y ojos de largas pestañas, pero ya no lloraba.

Ya no retrocedía ante los golpes del entrenamiento, la espada ya no le pesaba, su fuerza ya no era igual a la de un enfermo.

Yo, en realidad, quise sentirme alegre, quise sentirme aliviado.

Pero algo dentro de mí tenía miedo.

Porque, si mi hermanito demuestra capacidad, ¿yo seguiré siendo el príncipe heredero?

En lo único que soy bueno es en la espada, y mi hermano menor ya estaba alcanzándome.

Lo único de astuto que tengo es esta mirada aguda que me hace parecer inquisitivo, pero en realidad, soy un desastre como estudiante.

Desde que nací, mi padre me ha presionado para ser una copia de él. Como un diamante en bruto, se encargaría de pulirme hasta hacerme su semejante.

Pero si tiene a un niño que brilla por sí sólo, ¿yo, dónde quedaré?

Últimamente he escuchado rumores de que Igfrid, mi hermano pequeño, ha sacado a relucir una genialidad aterradora a su corta edad.

Al inicio, no quería darme cuenta, pero Padre ya empieza a voltear la mirada hacia su dirección.

Quizá por eso, es que la preocupación y la molestia que tenía acerca de que si podía sobrevivir a la corte, se han convertido en envidia y celos.

Hoy, mientras mi padre resolvía si aprobar la nueva ley de impuestos, nos pidió nuestra opinión.

No era algo raro, desde que nos lleva a ambos a las reuniones de su cámara para aprender la legislación del Reino (siempre y cuando no se trate de asuntos delicados), a veces pide que comentemos.

El asunto era básicamente la reforma fiscal que se había planteado desde hace tiempo. Los gravámenes en los artículos de lujo se habían mantenido para aumentar la recaudación de impuestos, pero los beneficios de tales reformas no se habían visto reflejados, pues el aumento de ingreso a las arcas nacionales había sido mínimo. ¿Qué es lo que se había hecho mal?

Los Lores de la Moneda y la Información habían asegurado severamente que en sus investigaciones al respecto, el consumo había aumentado, pero la recaudación había tenido una baja considerable.

Los cinco Lores que manejaban el país, junto a mi padre y el Primer ministro, estaban desconcertados.

El Rey estaba pensando profundamente, y entonces, posó la mirada sobre nosotros, los príncipes que observaban todo desde un rincón mientras tomaban nota.

Él ya tenía una respuesta, y quería saber hasta dónde sus hijos conocían el país en materia económica antes de emitir la solución del problema.

Yo, honestamente, no pude responder.

Igfrid se levantó de su asiento mientras yo escondía mi cara roja de vergüenza.

Creo que eso ocurrió debido a la tasa de excepción de impuestos a los negocios de la nobleza.

Cuando él respondió, mi padre lo miró como si estuviese observando un gran diamante, como si hubiese descubierto algo interesante. Era una mirada muy diferente a la que siempre nos daba.

Creo, que él se había decepcionado de nosotros como sus hijos cuando no teníamos la capacidad para cumplir las expectativas. Pero, de los dos, ahora Igfrid estaba empezando a ser lo que Padre esperaba.

Yo… honestamente, quería llorar.

¿Es así cómo te sentías, hermano?

Mi padre, interesado en la hipótesis de mi hermano, pidió que se explicara.

–Desde que esa ley da ventaja a los Nobles con respecto a ganancias, permisos y tasas de importación y exportación, me pregunto si la cámara de comerciantes no hizo algo al respecto para poder beneficiarse de ello. Por ejemplo, si yo fuese un comerciante, y me veo obligado a pagar mis impuestos corrientes más la tasa de impuesto de lujos, más el permiso de operación dentro y fuera del reino, sentiría que me iría a la ruina. Entonces, buscaría un noble para asociarme.

El ministro de la moneda, Lord Riegel Bress, asintió con su cabeza. Para los adultos, todo parecía claro, pero para mí, no lo era. ¿Qué tenía que ver eso con la recaudación de impuestos por lujo? Yo, estaba enfadado por mi idiotez, estaba enojado porque pensé que si yo no conocía la respuesta, Igfrid tampoco lo haría. Entonces, me levanté de mi asiento y traté de ridiculizar a mi hermano. Lo sé, soy un tonto, soy un visceral que debió quedarse callado, pero no pude. Algo dentro de mí se había roto…

Si, la confianza que me daba ser el primogénito y el príncipe heredero de título, se había roto.

Porque conocía a Padre.

Porque sabía que él no elegiría al primogénito, elegiría al mejor de sus hijos. Y eso me dolió. Me rompió. Me hizo sentir como si yo fuese desechable.

Entonces, por eso traté de ridiculizarlo, pero, realmente, yo no sabía nada de la economía del país. Dije lo primero que pensé. Ni siquiera me importó si mi padre dejaba de mirarme, sólo quería ganarle a Igfrid.

–Lo que dice mi hermanito es ridículo; incluso, si cada comerciante se aliara con un noble, eso no cambiaría nada, ¿no? Los impuestos seguirán recolectándose incluso si todas las empresas estuvieran manejadas por la nobleza. –Traté de sonar seguro, creo que mi actitud fue petulante, sentí que había ganado, pero sólo fue por un breve momento.

–No, querido hermano. –Respondió Igfrid tranquilamente, con esa boba cara de niña y esa sonrisa complaciente. –En un escenario común de gobierno, podrías tener la razón, pero en este caso, esa es la razón por la cual la recaudación se ha estancado.

– ¿Ah?

–En efecto, en países donde el modelo de recaudación no distingue entre nobles y plebeyos, los impuestos de las empresas de ambas facciones tienen las mismas obligaciones y los mismos derechos. Pero, en Lothien, desde hace cerca de cien años, hay una condonación de impuestos para los nobles que aporten a la caridad. También, el porcentaje sobre la renta que se recauda normalmente de un noble es un 5% mayor que los plebeyos, sin embargo, ese 5% no es nada comparado con las facilidades que tienen al emprender un negocio lucrativo, ya que no pagan el permiso anual de importación y exportación debido a su rango, ni tampoco escalan los pagos aduanales conforme al volumen que importan o exportan.  En cambio, las empresas a cargo de plebeyos no tienen permitida la condonación por caridad, tampoco pueden evadir el pago anual de permisos y las tasas aduanales se determinan con la cantidad en peso y volumen del producto. A escala menor, podría parecer algo que no afectaría la recaudación de impuestos, pero a escala mayor, eso explica el por qué las arcas nacionales no están recibiendo lo suficiente. Y también explica el por qué las empresas propiedad de plebeyos están disminuyendo para fundirse en monopolios auspiciados por nobles. Esto no sólo afecta a la recaudación de impuestos, si no que al haber monopolios y poca competitividad, la movilidad socioeconómica puede colapsar.

Los ojos de Padre brillaban. No era una alucinación mía. No sólo él lo estaba mirando con interés, si no también Lord Riegel le miraba conmovido con esos ojos negros como pozos tras los cristales de sus gafas quevedo. Usualmente, la mirada del Lord de la moneda era aburrida y oscura, pero en esta ocasión, parecía genuinamente interesado.

Entonces, Padre tomó la palabra.

Eran raras ocasiones que él quería escuchar más sobre la tesis de uno de sus hijos. Casi siempre que pedía nuestra opinión, en cuanto cometíamos el menor error, mandaba a hacer silencio, pero esta vez, era diferente. Esto, en lugar de una examinación, parecía una conversación con un igual.

–¿Cómo podría afectar la movilidad socioeconómica de la nación si los monopolios se expanden?

–En primer lugar, un monopolio podría cometer abusos en los productos. Elevar los precios, bajar la calidad, es la menor de nuestras preocupaciones. El abaratar la mano de obra empobrecería más al trabajador promedio, quien al no tener el suficiente poder adquisitivo, rompería el ciclo de compra-producción.

–Entonces, ¿el gobierno es quien debe establecer los precios y los salarios como contramedida?

–Eso ayudaría, sin embargo, habrá quienes lo tomen como un acto represor del gobierno, y también podrían aumentar las horas de trabajo bajo el mismo pago sólo para obtener más ganancias.

– ¿Qué propones, Príncipe Igfrid, para mejorar la recaudación de impuestos y evitar el colapso económico que vaticinas? –Padre seguía mirando fijamente a mi hermano. Quería retirarme, pero no podía. Ellos, habían dejado de lado a todos en la sala y conversaban como si estuviesen solos.

Sentía que me estaban haciendo a un lado.

Sentía que ya no era necesario. ¿Para qué me esforcé tanto?

¿Para qué martillabas y pulías una piedra que no podía brillar por sí sola, padre?

 ¿Por qué no una reforma fiscal completa?

Entonces, mi padre ordenó que todos se retiraran excepto El primer Ministro, el Lord de la Moneda, y el segundo príncipe.

Estaba molesto, no podía ocultarlo.

Escuché que alguien me hablaba al salir de la sala de reuniones, pero no me importó.

Había sido desechado.

Fui a refugiarme a los establos, quería cabalgar.

Quería correr a la máxima velocidad en mi caballo favorito, sintiéndome libre de todo.

Quería no haber nacido como príncipe. Quería no ser un objeto para mis padres.

Quería amar a mi hermano, pero, como siempre lo supe, eso era imposible.

No sería dejado atrás. No por él.

4 respuestas a «Un villano puede salvar el mundo por amor – Capítulo 7: Mi hermano menor»

  1. Esto me tomó por sorpresa. Cuando creo que ya me encanta demasiado ésta novela, apareces con algo como esto, y me encanta aún más. Ver los sentimientos del primer príncipe, que aún es un niño también, te da una perspectiva un poco más amplia, no es sólo un villano, no es un niño malo. Es un niño buscando atención, amor, y no ser desechado. No es lo mismo que quería Igfrid? Podemos juzgarlo por querer sobresalir? Aparte, ese tipo de celos fraternales es bastante común, pero en el caso de ellos, es algo definitivo, porque lo que logren, definirá su futuro.

    Gracias por la actualización, los amo. /Llora de la felicidad

  2. SI.SIIII¡ Gracias.
    Adoro que la línea entre bien y mal en los personajes se vuelva borrosa. Todos luchan por sus objetivos , sus anhelos. El héroe de un país puede ser el mayor villano de otro.

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