Un villano puede salvar el mundo por amor – Capítulo 8: La búsqueda

Escrito por Iszeth

Asesorado por Maru

Editado por Tanuki


Las audiencias en la corte eran cotidianas. Ya fuera para aprobar matrimonios entre familias, ya fuera para determinar quién tenía la razón en una disputa entre las fronteras territoriales, todo noble con problemas con un igual debía presentar su queja y aceptar lo que el rey declaraba.

Habitualmente, había dos tipos de nobles que se presentaban ante los juicios de la corte: los que tenían querellas, y los que prácticamente vivían en el palacio.

Damas de compañía, mayordomos, estadistas de alto rango, caballeros… todo noble con un cierto estatus en el palacio siempre se presentaba para ver si podía captar la atención de su gobernante.

Y también, era habitual que el 70% de las audiencias se trataban de regalos a la corona, o propuestas de candidatas al matrimonio para los príncipes.

Debido a que a estas alturas, el rey aún no determinaba por completo cuál de sus hijos ascendería al trono tras su muerte, el tema de las prometidas no era de su interés.

O al menos eso debería haber sido así.

Parece ser que él estaba aceptando los nombres de las futuras candidatas, y, según mi habilidad lector, ya había pedido al Primer Ministro una lista de las niñas de la edad de los príncipes con un buen historial familiar y político, además de que era momento de buscar a los niños nobles que se encargarían de ser la sombra del heredero.

Esto era importante. Si el rey había solicitado aquella lista, era porque ya había decidido quién iba a obtener el título de príncipe heredero de forma oficial. Sentí un cosquilleo en el estómago mientras seguía observando a los nobles visitantes.

Ah… la búsqueda de mi objetivo no iba a ser fácil.

Ya estaba en fecha límite para encontrar al benefactor de los Cultores Crepusculares, y aunque había logrado captar la atención de mi padre (y la ira de mi hermano, al parecer) con un asunto respecto a la economía del país, no estaba completamente seguro si era suficiente como para ganarme la mano de Canaria.

Al menos pude vengarme un poco de ese hermano idiota y hacerlo enojar.

Claro, no había olvidado que en su vida anterior, él la había lastimado. Sabía que no era su culpa y que en este momento, él no había hecho nada, pero aun así quería hacerlo sufrir un poco, ya que todo había pasado simplemente porque Sigurd era idiota. El único punto aceptable que tenía mi hermano mayor era que si podía caer en buenas manos, sería un peón bastante lucrativo.

Mientras pensaba en cómo mi vida en este punto estaba llena de aburrimiento sin Canaria y veía pasar a los nobles que habían esperado semanas e incluso meses para presentarse ante el rey, algo me sacó de mi estupor.

Para este momento, yo ya había aprendido a dejar activa la habilidad para ver el alma que le había robado al Obispo Celves, junto a lector. Sentí que algo oscuro se acercaba, como si fuese un animal acechando entre las sombras.

¿Así que al fin te presentas? Pensé. Él, parece ser, sabía cuándo los sacerdotes no se presentaban a las audiencias, y permanecía agudo ante cualquier sospecha de investigación. Era perceptivo e irradiaba un aura que hacía que inmediatamente confiaras en él, como si hubiera sido tu amigo desde hace mucho. No, no era un aura, era una especie de habilidad mágica.

—¡Bienaventurados los ojos que presencian al representante del Dios supremo Nergal, me arrodillo ante su majestad, estrella de Duat y Lothien, Gran Rey, Alteza Serenísima Máximus Arteus D’Tyr! —El hombre que había entonado ese gran y aburrido saludo ceremonial ante el rey, realmente se veía importante. Sus ropas oscuras y lujosas entonaban perfectamente con su cara viperina y su cabello gris verdoso. Sólo con verle, se notaba que pertenecía a los círculos de la alta nobleza, ya que no era muy común ese color de cabello. Oh, sí… la marca del demonio estaba sobre su cabeza.

Aquella cosa parecía una corona de humo, apenas si podía verse, pero notable si eras un buen observador. Había leído en algún lado durante mi vida pasada que el alma era una especie de escudo que rodeaba el cuerpo, y que ésta hacía que la vida fuese posible. En este caso, el alma de este hombre había sido inoculada con una marca que no se iría incluso después de la muerte, una especie de espina que no se podía sacar a menos de que esa persona reencarnara, según las escrituras sagradas. Una pequeña espina que él trataba de ocultar, y lo había hecho fácilmente porque sabía que nadie sospecharía de él, ya que en primer lugar ver el alma era un proceso que requería de mucho maná y habilidad, y era una técnica utilizada sólo para comprobar la veracidad de una acusación. En segundo lugar, ese hombre había sido hábil buscando la manera de toparse lo menos posible con los servidores de la Iglesia; podría decir que tiene a alguien en la administración, ya que convenientemente sabía cuándo tenía vía libre para asistir, y sobre todo, podía darse el lujo de entrar en la fila de espera con muy poco tiempo de anticipación y prioridad.

—Su majestad… —Inició el sospechoso. —Sé que es muy cansado de su parte escuchar mis peticiones egoístas tan constantemente, pero agradecería si pudiese intervenir entre la Sociedad Arqueológica y la Sociedad de Ciencias Mágicas de nuevo.

¿Sociedad Arqueológica? Ah…. Cierto. Había una de esas cuando era un niño.

—¿Esta vez, qué ocurrió? —el rey sonaba interesado. Parecía que una de sus aficiones era la historia del país. Inconscientemente por aquella inclinación, le había dado mucho poder a la Sociedad Arqueológica y de preservación Histórica, tanto, que incluso les había dado prioridad si se trataba del hallazgo de un artefacto mágico.

Entonces, lo supe. Los cultores se habían infiltrado en la Sociedad Arqueológica.

No era de extrañar. Muchos de los artefactos malditos y los remanentes de los sellos demoníacos estaban muy bien ocultos en viejas ruinas y criptas de hace miles de años. Hasta los ciudadanos comunes que creían en las escrituras sagradas, pensaban que la vieja historia de los demonios era sólo un mito. Hubo un tiempo en el que también lo creí así, pero conocí a Amon.

Dioses, demonios… normalmente la gente con un ápice de sentido común dudaría de su existencia debido a que no había forma de comprobarlo, no como cuando se trataba de energía mágica.

Hasta los más fervientes creyentes de los dioses dudarían si llegase con la noticia de que los demonios existen. Para la mayoría de las personas del reino, esas cosas habían sido destruidas hace miles de años por los fundadores, o nunca existieron. Simples fábulas que advocaban a la moral en la humanidad, para la sociedad, no tenía otro propósito.

—¡Oh, Su Gracia, Alteza Rey Máximus Arteus! El hecho es que han sido descubiertas algunas ruinas en campo sin dueño… Pero, la Sociedad de Ciencias Mágicas reclama su pertenencia debido a la existencia de algunos objetos mágicos antiguos. ¡Sin embargo, Lord Zigma está completamente seguro de que en esas ruinas se encuentra el lugar de reposo de uno de los grandes fundadores!

El rey morderá el cebo. Por supuesto que lo hará. No había otra cosa que le apasionara más que la historia de los fundadores, ese algo que le interesaba incluso por sobre la corona misma.

El padre se decepcionaba por la calidad de sus hijos, sin embargo parece ser que él era lo mismo. Claro, él pensaba que su afición a la historia era inofensiva. Creía que su poder lo amparaba ya que no sabía que había cosas que desconocía. Ni siquiera estaba consciente de que lo estaban usando, pensaba que la Sociedad de Arqueología trabajaba para sus propios caprichos.

Ah… Ah… Padre mío, eres todo un tonto también, como cualquier ser humano.

Ahora que lo pienso, las escrituras proféticas decían que la existencia de estas ruinas no se harían públicas hasta dentro de algunos años… ¿Será que las profecías se equivocaban?, o ¿será que en realidad, por ser un tema poco interesante para la sociedad en general, las personas presentes no hablaron siquiera de ellas como un rumor?

En los recuerdos de la vida anterior de la perra y de mi amada Canaria, ellas no supieron de rumores sobre las ruinas hasta que fueron abiertas al público como objeto de estudio histórico.

Ahora, todo tenía sentido. Se aclaró la manera en la que se habían hecho con tantas reliquias demoníacas por sí solos.

Probablemente, ellos se infiltraron poco a poco en la Sociedad de Arqueología que mi padre fundó en su juventud. No era de extrañarse que el propio rey alegremente los recibiera si había tan pocas personas en el país que tuvieran las mismas aficiones. Era conocido por todo Lothien que para ingresar en ella, no era necesario tener un título de nobleza, sólo debías ser un conocedor de historia.

Por supuesto, las cabezas de la Sociedad de Arqueología eran nobles, como casi todos los órganos de investigación y difusión, pero sólo en ésta, sus miembros tenían total libertad para determinar los rangos de los miembros incluso si éstos eran plebeyos.

Rey estúpido, le entregaste las herramientas al mayor enemigo que pudieses haber imaginado.

Los cultores ni siquiera eran conocidos actualmente. Había viejos documentos que los mencionaban, pero se habían ocultado tan bien durante cientos de años, hasta el extremo de que se habían vuelto sólo una leyenda oscura. ¿Por qué justo ahora empezaban a moverse? ¿Qué es lo que querían al liberar a los demonios?

¡Ah! ¡Tantas preguntas sin respuesta!

Las profecías nunca mencionaron los móviles de la secta, vaya, ni siquiera los mostraba como algo tan organizado como para engañar a todo mundo. ¿Será este uno de los cambios en la historia debido a las reencarnaciones?

Ah… estoy confuso.

Padre idiota, ¿sabes el peligro en el que estás poniendo a tu reino? ¿A mi querida Canaria?

El hombre viperino, cuyo nombre confirmado por Vikhus era Lord Torrence Bach, continuó con su historia mientras mi yo se deleitaba con los descubrimientos que inocentemente me acababa de ofrecer.

Me pregunto, ¿qué pensará aquel hombre de treinta años que dirigía a los Cultistas sobre de que un niño arruinará sus planes?

Probablemente, él reiría.

Cuando la audiencia general terminó, pedí hablar con el rey. Como siempre, luego de sus audiencias públicas, él estaba en su despacho revisando los documentos de gobierno que requerían su aprobación. Se había cambiado sus atuendos reales por algo un tanto más cómodo, aunque su apariencia todavía era la de un hombre con una mandíbula imponente y una cara feroz. Su cabeza rubia con plata al igual que la mía, estaba libre de la pesada corona de diamantes sanguíneos y oro que normalmente la adornaba. Si tú lo mirabas con el desconocimiento de su linaje, pensarías que él era un guerrero y no un estadista.

Últimamente, era normal que lo visitara a solas. No significaba que él deseaba entablar una relación sana de padre-hijo, simplemente, parece ser que consideraba mi opinión y mis deseos un poco más seriamente de lo que normalmente. Si yo pedía una audiencia, era porque tenía una idea, una petición o un algo que me obligaba a ir a verle, ya sea para pedir su guía o su favor.

En cuanto entré, me había arrodillado, entonando ese largo y cansado saludo imperial que me tenía harto. Quizá, si me volvía rey, lo eliminase.

Esperé por su permiso para levantar la cabeza.

—Desde ahora, si necesitas algo, no es necesario ese insoportablemente largo saludo. Sólo di lo que deseas.

El viejo al menos es sensato cuando está a solas con alguien de su agrado.

—Por supuesto, Su Majestad.

—Entonces, ¿cuál es el asunto que trae al segundo príncipe a mi presencia? Si se trata de nuevas aportaciones para la reforma tributaria es mejor que esperes al día de mañana que esté presente el Lord de la Moneda.

De alguna manera, me agradaba hablar con el rey. No era que personalmente me gustara, pero al menos desde que recordaba, nunca me había tratado como un niño. Mientras otros nos hablaban dulcemente y hasta con condescendencia, él había sido claro y directo. Era una de las pocas cosas que me agradaban de su persona.

—Oh, no es así, Su Majestad, aunque tengo algunas ideas que aportar a ese tema también. Sólo… quería preguntar si es posible para mí visitar la sede de la Sociedad Arqueológica y sus bibliotecas.

Una chispa de satisfacción se encendió en su cara. ¡Oh, padre! En realidad eras igual de manipulable que tu primogénito cuando se trataba de tus aficiones, ¿verdad?

—Desde que eres un príncipe, no tienes el por qué pedir permiso. Aunque la Sociedad Arqueológica es un tanto recelosa con sus aportaciones hasta que confirman su veracidad, no veo el problema de que mi hijo pida ser informado de sus actividades y descubrimientos al igual que mi persona.

Sonreí internamente como un acto de victoria declarada. Él, quizá sin darse cuenta, me había declarado como su hijo. Lejos de la intención inicial de poder salir del palacio fácilmente a investigar a la misma sede donde los ardides de los cultistas se preparaban, el hecho de que ese rey de hielo hubiera expresado su aprobación de la manera en que lo hizo me dejó en claro algo.

Parecía que ya tenía el favor de Padre.

Y lo único que tuve que hacer, fue mostrar interés en las cosas que a él le llamaban la atención.

Ah… mi hermano será una molestia durante los entrenamientos los próximos días.

Pero, yo estaba seguro. Ahora estaba más cerca de tener a Canaria.

4 respuestas a «Un villano puede salvar el mundo por amor – Capítulo 8: La búsqueda»

  1. Seguro hay mucho fraude bajo esos sitios. QUIERO EL ENCUENTRO CON CANARIA!! Y por favor, ese rey me agrada, seguro terminaran mejorando su relación padre-hijo. Lo mismo que con el hermano.

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