Escrito por Grainne
Asesorado por Maru
Editado por Sharon
Durante los siguientes días desde su llegada, Gina mantuvo una rutina de ejercicios cada mañana que consistían en trote, estiramientos y calentamiento de obstáculos. Por las tardes, practicaba su esencia lumínica en el patio trasero, logrando manipular con facilidad cada hechizo.
De todas maneras, Flor quería llegar a otro nivel de entrenamiento. A pesar de que David se negaba, no se le estaba permitido interferir en el proceso, como Guillermo le advirtió con una llamada. Si bien confiaba en sus planificaciones, no estaba del todo convencido.
Dudo aun más cuando su madre invitó a un hombre de unos treinta años de edad, vistiendo una camisa blanca y pantalones clásicos marrones, pero con un enorme maletín negro en su mano derecha. Tenía rasgos bastante llamativos, además de esos ojos azules que se destacaban en contraste a su cabellera de un color castaño oscuro. David supuso que era un italiano hecho y derecho por esos rasgos tan rectos de mandíbula y espalda, además de sus abundantes cejas prominentes.
—Chicos, él es un viejo amigo. Doctor José, te presento a mi familia —los presentó con una sonrisa.
—Un gusto en conocerlos, me pueden decir José —saludó en español amablemente con un apretón de manos.
Padre e hija se sorprendieron cuando este habló en español a la perfección, ya que pensaban que probablemente hablaba solo italiano.
—Lo llamé para que les haga un control médico antes de hacer todo el trabajo pesado. Además, él se especializa en medicina híbrida, trabaja en las instalaciones de controles que le hace a los niños en las fronteras de Italia —explicó Flor para que no se alarmaran.
—Nunca antes habíamos tenido un médico especializado… —respondió Gina con tal sorpresa. David lo observó con duda ante la afirmación de su madre pero no podía negarse, era parte del trabajo.
—Perfecto, entonces harán sus análisis desde ahora mismo. —Sonrió dejando su enorme maletín en una pequeña mesita del living.
—Entonces… ¿Hay que transformarnos… ? —preguntó Gina dudosa al ver que el doctor preparaba sus herramientas. David permanecía desconfiado no pudo negarse porque su madre le lanzó una mirada de reproche.
—Sí, cualquiera de ustedes dos, puede empezar —dijo el hombre amablemente, sacando su estetoscopio y unas pequeñas linternas.
David asintió mientras cada escama de su cuerpo sobresalía de su piel hasta terminar completamente en su transformación, exceptuando por sus cuernos rotos. El doctor revisó su respiración para después anotar los resultados en una pequeña libreta.
—Bien, ahora revisaré debajo de sus axilas y pecho —dijo haciendo pequeñas presiones con las manos, luego volvió a anotar—. Muy bien, está todo correcto. Ahora, abra la boca —señaló por dentro para ver su garganta con una pequeña linterna—. Bien… —murmuró, subiendo su mirada hacia la cabeza, hasta que se sorprendió al ver la forma y cicatrices de sus cuernos rotos—. ¿Qué le pasó a sus cuernos? están bastante mal cuidados…
No eran una rotura fina y limpia, sino con varios relieves para nada uniformes. Como si se hubiera chocado contra algo o alguien hubiera tirado con fuerza hasta partirlos.
—Pues, me he descuidado un poco cuando era joven. Me la pasaba peleando con demonios y, bueno, me los cortaban constantemente al punto de detener su proceso de regeneración —explicó.
—Ya veo. ¿Ha querido volver a tenerlos de nuevo?
—No es algo que realmente me preocupe, no siempre estoy con esta transformación —respondió con sinceridad.
—Perfecto, pues solo nos queda medir la presión arterial y un análisis de sangre —se dirigió a su maletín sacando un esfigmomanómetro [1].
—A-Análisis de sangre? —expresó Gina con incomodidad.
—Tranquila, eres fuerte —le sonrió su padre, a lo que ella asintió con timidez.
—Exacto, no es algo de qué preocuparse. Y, David está bastante bien pero por lo que veo… ¿fuma? ¿Consume alcohol? ¿Sustancias extrañas?
—De hecho, sí, fumo dependiendo de mi estado de humor. Últimamente, he estado fumando dos o tres por día, y no bebo alcohol, a menos sea para pasar un rato el tiempo solo… —respondió mientras se rascaba la nuca con cierta incomodidad, debido a que su hija lo miraba algo molesta al saberlo. Por otro lado, su madre levantó una ceja, juzgándolo en silencio. Este las miró con una sonrisa nerviosa, encogiéndose de hombros.
—Umm, curioso —comentó el doctor mientras preparaba sus guantes, además de sacar una jeringa nueva. Luego, preparó el brazo lleno de escamas y masajeó para encontrar la vena. En tan solo segundos, ya tenía la sangre extraída y bien guardada, algo que a David le sorprendió muchísimo.
Encontrar una vena entre escamas no debe ser nada fácil… pensó al ver que no tardó nada.
—Perfecto, ahora le toca a la pequeña —dijo volviendo a su estetoscopio.
Gina suspiró, para después sacar sus escamas por cada poro de su piel, teniendo una tonalidad de un color marrón grisáceo. Además de aumentar unos centímetros de estatura, provocando que José se sorprendiera a tal cambio. Por un momento, él retrocedió, hasta que asintió para sí mismo para darse seguridad y seguir con el análisis.
Luego de controlar su respiración, se acercó a sus escamas y dio la vuelta a una de ellas, descubriendo que estas podían moverse con facilidad sin salirse de su piel. Entonces, le preguntó:
—¿Sus escamas pueden erizarse? —Ella asintió—. ¿Podría hacerme una demostración?
Gina erizó sus escamas al punto que parecían púas pequeñas, incluso intentó alargarlas, sin mucho éxito. Su cola empezaba a esconderse entre sus piernas de los nervios.
—Fascinante… —susurró hasta que decidió agarrar una pequeña linterna mientras le indicaba que abriera bien los ojos y siguiera la luz—. Umm, bien… Voy a probar una cosa en ambos…
Apagó la luz de la habitación y tiró con cierta fuerza, dos objetos hacia los dos híbridos. Ambos pudieron agarrarlo y percibirlo sin problema alguno.
—Curioso, ¿Veían el objeto o lo percibían? —preguntó anotando en su libreta.
—Percibimos el movimiento al escucharlo… —contestó David como si fuera algo obvio.
—No todos lo tienen, algunos híbridos tienen habilidades diferentes —le respondió el doctor con seriedad.
—¿Cómo? ¿Qué otras habilidades pueden tener? ¿Ha conocido muchos híbridos vivos? ¿Ellos están bien? —preguntó Gina con gran curiosidad, esperando una respuesta reconfortante. Sin embargo, el doctor la miró con pena.
—Lamento informarle que no todos están muy bien. Donde trabajo, solo hay diez híbridos encerrados, la mitad de ellos saben controlar sus emociones pero no sus poderes. El resto están en riesgo de suicidio —respondió con pesar en su voz.
—E-Entiendo… —bajó la mirada recordando a su niño.
Eduardo, no me daré por vencido. Los híbridos tendrán un mundo mejor, lo prometo… Prometo que haré mi mejor esfuerzo, pequeño, pensó llevando sus garras hacia su pecho.
—Es muy valiente por hacer este trabajo, pequeña. —Las palabras de aliento del doctor la devolvieron a la realidad.
—Gracias, José —acomodó sus garras contra su pecho—. Soy consciente de que puedo hacerlo si sigo practicando con mi abuela —sonrió apenas.
—Tengo fe en que lo logrará. —Se quedó un momento en silencio mientras asentía con la cabeza y colocaba sus manos dentro de sus bolsillos. Observó las delgadas extremidades de Gina con gran detenimiento y adoptó una pose pensativa cuando se le ocurrió algo.—: ¿Ha… llegado a desarrollar alas?
—¿Eh? Que yo sepa, no… —negó confundida.
—Sorprendente, es una caja de sorpresas… Aunque empezará a entrenar con una compañera y amiga de tu abuela —contestó mientras siguió con los estudios médicos.
David empezó a sentir disgusto ante los comentarios del médico. Esperaba que no la tomaran de experimento. No quería que la adentraran en temas del gobierno o más organizaciones ocultas, con todo lo que debía soportar era suficiente.
—¿Eso es bueno o malo? —preguntó confundida ante los comentarios del médico.
—Mientras sepa cada habilidad y pueda controlarlo —dijo sonriéndole y tomando otra linterna para la garganta—. Abra la boca, por favor.
Ella obedeció mientras el doctor inspeccionaba su garganta con gran asombro., por lo que a Agarró un pequeño cotonete [2] para pasarlo por los extremos de sus mandíbula y luego, guardarlo en un frasco.
—¿Y eso por qué? —preguntó de nuevo la joven, llena de dudas.
—Tiene una garganta bastante peculiar, pero quiero hacerle algunos estudios de ADN para confirmar mis preguntas. Ahora le pediré que alce los brazos para arriba —le pidió con amabilidad mientras masajeaba de forma analizadora ciertas partes debajo de su pecho y axilas—. Perfecto, nada extraño. Bastante bien cuidada, la verdad. Solo me falta el control de presión y extracción de sangre
Gina agachó la mirada con tanto nerviosismo qué Flor terminó acercándose para acariciar su espalda.se acercó acariciando su espalda.
—Puede tomar la mano de su padre o abuela —confirmó el hombre al ver la mirada dudosa de la joven. Mostraba completa paciencia y amabilidad, algo que no le ocurría muy seguido a la pelirroja cuando interactuaba con otros adultos, haciéndola sentir más nerviosa. Con movimientos vacilantes, asintió para después agarrar la mano de su padre con gran fuerza. Solo pasaron milisegundos durante el proceso, pero eso no evitó que la ansiedad surgiera.
A pesar de haber pasado por agujas y objetos filosos, no le agradaba la sensación de una inyección o extracción sanguínea, al punto en que le hacía sentir un repelús por su espalda. Acto seguido, sus escamas de la espalda se erizaron, creciendo el doble de tamaño.
—V-Vaya… —retrocedió el médico guardando la extracción —. Tranquila, a-ahora tengo que hacer algunas preguntas en base a su salud íntima
Aquellas palabras provocaron que el rostro de la joven pasara a ser un tomate.
—E-Eh… papá… ¿Podrías salir? —le preguntó con total vergüenza. David salió hacia el patio a regañadientes, ya que sentía que debía saberlo, después de todo, era su responsabilidad.
A pesar de sus nervios, Gina respondió todas las preguntas que el médico le indicó además de algunos consejos. Solo duró unos quince minutos hasta que llamaron a David para que volviera a entrar, y él David volvió, en cambio, este observó como el doctor anotaba todo en su una libreta.
—Bien, los resultados estarán en una semana, se los enviaré por correo. Sin embargo, volveré cuando Florencia anuncie la partida a nuestro destino. Nos vemos —se despidió de los híbridos mientras la mujer más mayor lo acompañaba a la puerta para despedirlo.
El tiempo restante lo pasaron siguiendo la rutina que construyeron hasta ese momento.
♦ ♦ ♦
David se encontraba sentado sobre la mesa tallada en troncos que daba a un ventanal, bebiendo de su mate recién preparado mientras no dejaba de observar el paisaje. Adentrado en sus pensamientos, temía del rumbo de las planificaciones de Florencia. No solo por el difícil hecho de que Gina se adentraría a un mundo desconocido lleno de depredadores, sino si ella era capaz de cumplir las órdenes.
Entre cada sorbo, le vino a la mente la charla que mantuvo con su madre esa misma mañana sobre los resultados médicos.
—Ella podrá hacerlo, David. Tengo la certeza de que ella tiene un potencial enormemente escondido. La magia de la iluminación es el veinticinco por ciento de todo su ser, pero el resto… Es una poderosa arma de esencia demoníaca. Sé que indagué demasiado, pero su sangre no es como la de cualquier híbrido, hijo —sostenía las manos de su hijo en consuelo para que se tranquilizara.
Pero él no podía tomarlo a la ligera, era una idea que lo agobiaba al punto de sentir un enorme nudo que le impedía poder saludar a su niña con dulzura.
—Tampoco la trates de bicho raro… —Sacó sus manos con amargura.
—No digo que lo sea, pero… Tiene habilidades mucho más avanzadas que solo alargar garras. Puede aumentar el tamaño de sus escamas al punto de convertirlas en púas afiladas, su garganta parece poseer un conducto de gas relacionado a los pulmones, incluso sus finas extremidades parecen hechas perfectamente para poder desarrollar alas. David, no puedes negarlo, ella debe ser algo más que solo un híbrido. Y lo sabes muy bien… —respondió con exigencia.
—Le hiciste todo esos exámenes médicos con tu amigo raro solo para usarla —se cruzó de brazos, esquivando la mirada.
—Cariño, por favor. Sé que es una niña dulce, encantadora, amable, respetuosa… Hiciste un gran trabajo en su educación. Pero ella no es lo que tu idealizas, incluso su mente carece de elementos humanos que pueden interferir tanto en su estado emocional como psicológico —explicó insistentemente mientras agarraba su barbilla para mirarlo a los ojos.
—Si los híbridos somos tan peligrosos como ella, entonces, ¿por qué me adoptaste? ¿Por pena? ¿Por lástima?
—¡Oh, por favor, Martín! , sabes perfectamente que eres mi niño —respondió con las cejas fruncidas, soltando un gran suspiro.
—Entonces, intenta comprender mi situación, Florencia. Yo también cargo con el afecto y cariño incondicional con una hija, no me la saques de contexto como si fuera un monstruo… —la miró con desdén esperando que ella cayera en cuenta de lo que realmente estaba diciendo—. Tú nunca me miraste como un monstruo, ¿por qué lo harías ahora con tu nieta?
Ella agachó la mirada mientras se alejaba de su hijo, sentía su rechazo pero también le avergonzaba lo que él mismo le reprochaba. No quería aceptarlo pero sabía perfectamente que tenía razón. Y sin embargo, solo escapó de la discusión, encerrándose en su habitación de estudio.
David suspiró y decidió dejarla a solas mientras revisaba la hora para poder preparar el almuerzo para cuando su hija llegara de sus entrenamientos físicos. No podía sacar de su mente las aparentes intenciones de su madre y su grupo que seguían empujando a su pequeña hasta el límite. Temía que quisieran convertirla en una mártir, la idea aterraba, tanto pero muy profundamente dentro de su corazón, confiaba que ella podría lograrlo.
Desde esos resultados, rezaba cada noche pensando en su niña. No era un rezo a Dios, ni al Diablo, ni a ningún ser todo poderoso…
Era un rezo de esperanza, de convocar un milagro, una última oportunidad.
David seguía observando por la ventana cada mañana, recordando ese sueño invasivo que de cada noche atacaba su mente. Ese mismo que perforaba su subconsciente y no le dejaba tranquilo.
Una humanidad mejor, sin Gina, pero con un niño que no dejaba de agarrar su mano mientras lo llamaba incontables veces.
Supongo que, si eso sucede, no estaré del todo solo… ¿verdad?
[1] Esfigmomanómetro: Es un instrumento médico empleado para la medición indirecta de la presión arterial, proporcionando, por lo general, la medición en milímetros de mercurio.
[2] Cotonete: normalmente se les dice en otros países hisopo,bastoncillo, cotonito, varita o varilla de papel. Es un instrumento utilizado para recoger muestras, para su posterior estudio.