La gota de esperanza – Capítulo 18

Escrito por Grainne

Asesorado por Maru

Editado por Sharon


Guillermo decidió darles una semana de descanso a su equipo, mientras se mantenía encerrado en su oficina armando planes. Tanto Bianca como David, intentaron hablar con seriedad con él pero evitaba todo tipo de conversación para adentrarse a un plan definitivo.

Gina trataba de mantenerse relajada para poder reponer fuerzas. Aprovechó el descanso para dedicarse a su guitarra y algunos libros que Larry le prestó para que aprendiera sobre el Limbo. Desde el beso que se habían dado, empezaron a darse un trato especial entre ellos, del cual, tanto a su padre como su amiga, la llenaban de preguntas.

—Entonces, ¿son algo serio? —volvió a preguntar la albina mientras ordenaba sus herramientas en su pequeño taller.

—Solo… estamos conociéndonos de a poco —respondió Gina sin despegar su mirada en el libro lleno de imágenes de pinturas antiguas que representaban el limbo.

—Básicamente, son una pareja —exclamó con brusquedad, sacándole el libro de las manos.

—Hey, yo no te saco las cosas —sonrió burlona y la miró—. ¿Acaso te molesta que sea muy cercana de un compañero de trabajo?

—No es eso, es que… es algo apresurado. Además me pareció un pervertido cuando me contaste sobre… ese beso —soltó una carcajada—. “Y se acercó a mí con sus prominentes labios” —repitió, provocando que la pelirroja también se riera.

—Admito que no fue el mejor beso, pero… no lo sé, me gusta charlar con él —le confesó Gina con sinceridad.

—Supongo que te gustan los tontos, no hay reparo en tus gustos —comentó la albina entre la risa, recibiendo un suave empujón de su amiga.

—Cambiando de tema, ¿qué haces ahora? ¿Más prototipos para otros países?

—En realidad… —agarró algunos planos de sus cajones—. Intento hacer nuevas armas. Últimamente estamos ganando mucho pero Guillermo planea algo demasiado grande. Larry sabe algo ya que está cooperando en una investigacion extraña… —habló con frustración mientras dejaba unas armas desarmadas a un lado.

—Lo sé, intenté sacarle información. Pero no me dice nada —soltó un largo suspiro.

—Tienes que seducirlo con esos atributos demoníacos —le sonrió burlona.

—Oh, vamos, no creo que sea así. —Agachó la mirada.

—Es broma, seguro aprovecha esta belleza de pelirroja. —Colocó su brazo sobre sus hombros, y salieron del taller para dirigirse dentro de la casa.

Gina la miró y chocó suavemente su cabeza contra la de su amiga.

—Solo tú y mi padre dirían algo así… ¿Larry realmente me verá bonita? —volvió a mirarla.

—No seas tonta, si no lo fueras, él no te hubiera besado. —La despeinó, separándose de ella.

—Supongo —respondió, adentrándose al living. Allí se encontró a su padre tirado en el sillón cambiando de canales aleatoriamente.

Parece un anciano cascarrabias, pensó Gina al verlo tirado en el sillón, sorbiendo de la bombilla metálica del mate mientras criticaba el partido de fútbol que andaba mirando.

Con una risa malvada, Gina se acercó por detrás y tomó el control de su sorprendido padre, que no la había escuchado llegar. Cuando vio quien era, solo se quejó cuando su hija comenzó a cambiar de canal al azar, sabiendo que no podría volver a su programa. Rindiéndose, dejó que ella eligiera un canal en donde anunciaban noticias de demonios en manada.

Viendo la interacción entre padre e hija, Bianca rió por lo bajo. Queriendo seguir junto a Gina un poco más, se sentó en uno de los sillones para observar la tele con el dúo.

Finalmente, la joven pelirroja se detuvo en un canal donde se anunciaban la cantidad de muertos en las provincias del norte de Argentina. Sintió la herida de su corazón abrirse al ver la cantidad de gente herida, como también los cadáveres de demonios que iban arrastrando los humanos hacia una incineradora. Bianca la miró con pena y se estiró para tomar el control para apagar el televisor.

—¡N-No! —se rehusó Gina, observando como su amiga la miraba con preocupación—. E-Estoy bien, sólo… duele ver a la gente así, y me da rabia no poder ayudar a todos —respondió con tal sinceridad mientras agarraba el mate y se servía un poco de agua caliente que salía del termo color negro.

—¿Crees que Guillermo haya pensado en algo para terminar esto? —preguntó David con seriedad hacia Bianca. Ella solo se encogió de hombros mientras soltaba un largo suspiro.

—No sé qué nos deparará. Solo espero… seguir con nuestras vidas tranquilas —respondió Bianca agarrando el mate que su amiga le ofrecía.

—Pero sabes que eso no pasará hasta que esto tenga su fin —dijo Gina mientras observaba las imágenes que pasaban por las noticias de personas siendo llevadas a urgencias.

—Dudo que logremos terminar con esto. No encontramos híbridos, no sabemos el origen de los demonios, ni siquiera sabemos cómo detener esos agujeros abiertos del Limbo, y mucho menos si se pueden cerrar —se quedó en silencio pensativo hasta que por la frustración preguntó—. ¿Qué es lo que realmente debemos hacer entonces?

—Estoy completamente segura, que el origen de los demonios tiene que ver con los humanos. Y que ese es el punto importante para poder entrar al Limbo —respondió Gina con seriedad.

—¿Cómo estás tan segura?

La pelirroja fue cambiando de canal, dejando ver asesinatos entre humanos, la avaricia, la gula, y la locura. La mayoría por intentar sobrevivir, pero el resto… disfrutaba de ver a otros sufrir.

—Recuerdo la hipótesis de Larry: “los demonios se originan de las almas corrompidas humanas”. Lo sé porque… las únicas criaturas crueles y con ciertos instintos de animales salvajes cuando pierden la razón, son los humanos —respondió mientras mostraba canales de humanos asesinos, o estafadores.

David solo la observó pensativo, pero Bianca inmediatamente le contestó a su amiga:

—Tiene sentido, pero no lo sabremos con exactitud hasta que Guillermo y Larry nos expliquen sus planes.

—Lo sé, hasta se me ocurre buscar un agujero para entrar. Si es que eso es posible —dijo Gina, apagando el televisor y dejando el equipo del mate sobre la mesita del living. Para luego, dirigirse su habitación en busca de algo.

David y Bianca se miraron confundidos hasta que escucharon los pasos de la pelirroja asomarse. Ella volvió, sosteniendo un bolso de entrenamiento negro.

—Iré a practicar —dijo acomodándose el bolso, acercándose a la puerta de salida.

—Te acompaño —exclamó David pero Gina se negó insistentemente.

En ese momento, abrió la puerta, y se encontró con Larry frente a ella. Él la miró sorprendido por la coincidencia, pero cuando vio lo que llevaba, entrecerró los ojos y se cruzó de brazos.

—¿A dónde crees que vas? Debes descansar —le dijo.

—Necesito practicar para el día de mañana poder ser mejor en aniquilar esas plagas —le respondió, esquivándolo, pero él la agarró de la muñeca, impidiendo que avanzara. Gina suspiró.

—Matarlos a todos no solucionará nada al corto plazo, ve a descansar —la miró con seriedad. David se acercó, quitándole la mano de su hija y ocupando su lugar.

—Larry, yo sé lo que debo hacer —dijo Gina mirándolo insistente.

—Creo que realmente no te sentaste a pensar en lo que hablamos antes, en tus miedos, e inseguridades —comentó Larry con enfado.

—Tienes razón, nunca soy fiel a mis palabras —asintió Gina mirando al suelo y soltando la mano de su padre, quien le hablaba en sus pensamientos—. Tendrás que aguantar mi caracter si tanto te gusto, Urguiz.

—Vámonos, tenemos que hablar. Y metete en tu trabajo, Larry —David fulminó con la mirada al español mientras se alejaban.

Tampoco era necesario que le digas así, papá, pensó con disgusto.

—Fui sincero —le respondió en voz alta, arrastrándola hacia el gran campo de entrenamiento. Gina bufó en desacuerdo, aunque de todas formas siguió a su padre, confiando en sus decisiones.

Tenía pensado hablar con él con seriedad sobre varios temas, por lo que tomó esta situación como una buena oportunidad.

♦ ♦ ♦

Dentro del gran campo, David estuvo un buen tiempo analizando la forma de ataque de su hija. Ella parecía evitar el contacto físico con los demonios de bajo nivel, y directamente les disparaba con sus dos pistolas. No las había usado desde el primer día en que participaron como parte de la organización de Guillermo.

A pesar que ella mantenía su combate a distancia, David se preocupaba. No solo porque evitaba su forma híbrida, sino que intentaba no mancharse de sangre negra. El canoso apretó el botón que cerraba las celdas de las bestias mientras se dirigía a la puerta de entrada al campo vacío.

—Gina, son monstruos, no humanos —exclamó con tal seriedad y presencia que dejó ver su transformación híbrida.

La joven bajó sus pistolas ante el regaño de su padre, a pesar de su determinación de seguir entrenando, seguía siendo teniendo diecinueve años.

—Hija, nos queda un día más de descanso… —apoyó su mano en su hombro mientras ella levantaba la vista hacia el rostro de su padre—. No asesines si no es necesario, hazlo cuando estés en peligro, cuando otros necesiten que lo salves. No mates por matar si no quieres…

—¿Estoy matando demonios de bajo nivel de manera «innecesaria»? ¿A qué te refieres con eso? ¿Y por qué me dices que me detenga? —miró a su padre confundida.

—Porque observé tu mirada llena de inseguridad al asesinarlos. No eres una asesina a sangre fría, tu corazón no puede soportarlo  —acarició su cabeza con dulzura. No podía evitar ver una niña cuando hacía tal demostración de afecto. Lamentablemente, esa imagen se borró cuando ella apartó su mano.

—Quiero ser como tú —esas palabras retumbaron en la cabeza de David.

—¡No puedes! —le gritó inmediatamente, sintiendo su corazón doler.. Gina se sobresaltó ante el grito pero nunca retrocedió—. Yo… No puedo decirte que sigas mi ejemplo —le explicó luego de respirar profundo para calmarse.

—No sé qué hiciste en el pasado, ni siquiera sé quién eres realmente. Lo único que puedo decir es que eres importante para mí —respondió agarrando su mano como cuando ella lo hacía de pequeña. Lo sostuvo por un tiempo, analizando sus dedos y apretando con cariño contra su mejilla.

David no podía evitar verla como una niña cuando seguía esos hábitos.

—¿Por qué tuviste que crecer? —le preguntó David a punto de llorar, con su voz ahogada por los sentimientos de nostalgia.

Ella solo le sonrió mientras observaba la mano de su padre, para después colocar su dedo índice en medio de su palma, provocando que se convirtiera en garras. Él no se sorprendió ante sus acciones, después de todo estaba acostumbrado a la gran aura demoníaca de su hija. Era inevitable que su cuerpo respondiera a tales instintos. Y, a pesar que las garras de David eran un poco más grandes, las de Gina llegaban a ser casi igual.

—¿Puedo preguntarte algo serio? —preguntó jugando con sus garras como si fuera una niña. David asintió observándola confundido—. ¿Por qué decidiste criarme?

Gina lo observó con sus ojos negros y pupilas blancas mientras sus orejas se movían hacia abajo. No se había percatado que se había transformado hasta ahora que la miraba con cuidado, pero decidió no preocuparse por ello y la rodeó con sus fuertes brazos.

—Sinceramente, no lo sé. Pero no me arrepiento de la decisión que tomé —respondió acurrucándose entre el abrazo correspondido por ella.

—No sé si Dios en algún momento creó realmente los ángeles, pero cuando apareciste para salvarme, imaginaba que eras mi ángel guardián —dijo la pelirroja mientras apoyaba su cabeza contra el pecho de su padre.

Para ti, seré lo que quieras mientras me mantengas en tu corazón como aquel que te crió y te ayudó a seguir adelante. 

Escuchó los pensamientos de su padre mientras sentía sobre su espalda unas gotas húmedas.

Siempre lo serás, pensó Gina, rodeándolo con su cola.

Se quedaron largos minutos demostrándose afecto, hasta que David se separó de ella para indicarle que deberían volver a casa.

—Vámonos, que seguro Larry estará ansioso por verte —dijo David con cierto fastidio por la discusión que los jóvenes habían tenido antes de salir. Mientras él regresaba su mano a la normalidad, su hija se limpiaba las uñas detenidamente, con especial cuidado en quitar tanto los restos de demonios muertos como las partes de sus transformaciones desechadas.

—¿Crees que él es buen chico para mi? —preguntó Gina de repente, adentrándose al pequeño baño del gimnasio con su bolso en mano.

—Un poco tonto pero… supongo que sabrás cómo tratar con él —se encogió de hombros.

—¿Por qué eres así con Larry? —le cuestionó riendo cuando regresó, y le daba el paso para que se vistiera. David entró, cerrando la puerta, y respondió:

—Sé que es un gran chico pero a veces parece un idiota con dos dedos de frente. Solo espero que… seas feliz con él

—Gracias, papá —respondió con una sonrisa.

Cuando David salió, ella se estaba dedicando a guardar todo dentro de su bolso. Viendo los objetos, David se acercó y tomó las pistolas con melancolía.

—Sé que debí preguntarte antes, pero… ¿por qué tienen tanto peso emocional para ti? —preguntó Gina al percatarse de los ojos de su padre llenos de tristeza al ver las armas.

—La espada… aunque ahora son pistolas, fueron hechas por una persona muy especial para mí —le explicó con sinceridad.

—Es razón suficiente para cuidarlas mejor y tal vez… darles nombres —agarró las pistolas y las guardó en el bolso.

—¿Nombres? —David rió ante tal idea—. Umm, una será Gael y la otra… —Se quedó mirando las armas con detenimiento, cuando una palabra surgió en su mente—: Lily.

—Me pregunto el por qué de esos nombres… —Alzó una ceja con curiosidad.

—La verdad, son nombres que me gustan. Tal vez, si en un futuro llegara a tener niños, en un mundo sin demonios ni agujeros, les daría esos nombres —Entrecerró los ojos mirando las pistolas mientras cerraba el cierre del bolso—. ¿Vamos?

♦ ♦ ♦

Mientras tanto, en la casona, Guillermo no paraba de tirar papeles mientras mantenía una seria charla con alguien por teléfono. Larry lo observaba esperando que termine con la llamada para poder saber cuál será el plan definitivo.

—¿Estás diciéndome que se puede detener los agujeros del Limbo? Pero… —la voz al otro lado debió decir algo de importancia, porque el hombre se quedó en silencio y escuchó con detenimiento. Desde donde estaba, Larry pudo escuchar una voz femenina filtrándose por la bocina, pero no pudo entender las palabras que relataban su estrategia—. Entiendo, entonces mis reclutas serán de ayuda. Tengo dos híbridos, padre e hija. Te hablé de David pero no mucho de la chica, tiene un gran potencial en batalla. Sí, se llama Gina. El problema es: ¿cuánto me saldría todo esto? No tengo los fondos necesarios… —la voz le respondió, y ambos hombres escucharon el ruido provenir de la computadora, indicando un nuevo mail. Guillermo comprendió al instante que venía de su contacto—. Entiendo, trataré de mandarlos allí con ese dinero. Gracias por ayudarnos, Flor. Adiós —dijo, cortando la llamada mientras Larry lo miraba esperando respuesta.

—Entonces, irán ellos, ¿no? —dijo el joven español con tristeza. Quería estar más tiempo con Gina pero no tenía opción.

En ese momento, la puerta principal se abrió, indicando la llegada del par de híbridos a los que se referían. Los dos se miraron, y decidieron que era momento de anunciar el plan. Larry se adelantó y bajó antes que Guillermo, para saludar a la joven con un beso.

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