Escrito por Polly
Asesorado por Grainne
Editado por Shiro
—Padre… —dije al duque, quien mantenía un profundo silencio, en cuanto salimos del palacio. Hasta los momentos, las únicas palabras que había dicho fueron las que intercambió con la reina, despidiéndose con cortas y corteses palabras para luego retirarse hacia el carruaje.
En los diez minutos que habían pasado desde que abandonamos el terreno real, mi padre había conservado un rostro serio, pero no lucía de manera habitual. Su ceño estaba fruncido, sus ojos turbios y una de sus piernas no paraba de moverse de manera inquieta mientras que una sombra oscura cubría su presencia en ese espacio tan reducido.
George parecía notarlo también, se movía de forma incómoda, manteniendo la mirada baja. Creo que era la primera vez que lo veía tan tranquilo.
Si él se siente intimidado, creo que yo debería estar preocupada.
—Padre, mira las flores que traje. Huelen muy bien —hablé para tratar de calmar el ambiente. Entonces, estiré el canasto lleno de flores hacia el duque; pero cuando me observó, me di cuenta que sólo debía callarme y esperar a llegar a la casa.
Me aferré al pequeño canasto de mimbre y bajé el rostro sintiendo como si el nudo de mi garganta se hiciera más grande, a la vez que en mi estómago tenía la sensación de un profundo vacío. Pero en medio de mi nerviosismo, la joven mano de mi hermano se colocó sobre la mía, y me dio una fugaz mirada reconfortante, como si intentara decirme: «Todo está bien, tranquila». Fue algo tierno de su parte, quizás, poco a poco, estaba asumiendo su rol como hermano mayor conmigo.
Me sentí un poco mejor, sólo me gustaría saber por qué mi padre lucía como si quisiera destruir una aldea con sus propias manos.
Quizás pueda escapar rápido a mi cuarto.
Eso pensé cuando sentí que gradualmente los caballos que tiraban del carruaje se iban deteniendo frente a nuestra mansión. Francis nos abrió la puerta dejando que el duque bajara primero, seguido de mi hermano, y finalmente el caballero tomó el canasto con mis flores con una mano para poder ofrecerme la otra, haciendo un ademán para ayudarme a bajar.
Sin embargo, no logré tomarla a tiempo, ya que unas grandes manos me tomaron por mis axilas, elevándome por los aires fuera del carruaje. Mis pies abandonaron el terreno sólido y sentí un movimiento que casi me causaba una conmoción cerebral.
Mi padre me miraba fijamente mientras me sostenía frente suyo, con sus manos clavadas en mis axilas. El silencio incómodo se presentó de golpe, y nadie se atrevía a decir nada. Las sirvientas presentes para ayudar sólo veían con cara de espanto, mientras que Francis y mi hermano compartían la misma mirada de estupefacción.
—Vamos a mi oficina —dijo con su tono absolutamente neutro al hablar.
A continuación, pasó un brazo por debajo de mis piernas y su otra mano tras mi espalda para sostenerme contra su pecho a medida que se metía dentro de la mansión. Aunque era una posición bastante cómoda, y a la vista tierna, no podía evitar sentir ansiedad, pues era imposible saber qué pasaba por la cabeza de ese hombre.
Aun así, no era tan valiente como para ponerme a hacer preguntas. Sólo cerré mis labios como si tuviera un cierre en ellos y me quedé mirando cómo las largas piernas de mi padre lograban subir los escalones de manera rápida, sin perder la elegancia, a la vez que daba órdenes a las criadas.
—Díganle a Katherine que traiga de inmediato el té a mi oficina.
Las mujeres al escuchar la orden desaparecieron como si nunca se las hubiera visto en aquel pasillo. Entonces, por fin pudo encerrarse conmigo en su oficina. Me dejó en un amplio sofá, mientras que él se sentó enfrente mío y de la pequeña mesita, en su asiento individual.
Este hombre es un experto en incomodar a las personas, se merece un premio por ello.
—Padre… ¿está todo bien? —logré preguntar mientras intentaba poner mi mejor cara de cachorrito para poder activar el lado más tierno de mi padre, si era que tenía tal parte dentro suyo. Su respuesta fue un ceño fruncido y sus brazos cruzados.
—¿Qué es lo que piensas del príncipe? —preguntó, dejándome perpleja.
¿Qué?
—¿Qué? ¿Por qué preguntas sobre el príncipe, padre? —cuestioné confundida, sintiendo mis manos sudar, y aunque intentaba lucir tranquila, mi voz temblorosa me delataba.
—Responde mi pregunta, Roxanne —exigió.
—Yo creo que el príncipe es… —Intenté pensar con cuidado mis palabras; sin embargo, terminé soltando lo que realmente pensaba—: Muy amable. Me gusta.
No estaba muy segura de por qué estaba preguntándome esto, quizás él temía que pudiera haber metido la pata con el príncipe. Aunque él mismo lo había mirado de mala manera antes.
—¿Que te gusta? —Si sus ojos fuesen armas yo estaría muerta. Era como si quisiera ver a través mío, y a medida que el tiempo pasaba, una sombra oscura parecía no sólo se extenderse por su cuerpo, sino que estaba segura de que había abarcado toda la habitación; haciendo que el aire se hiciera más frío y pesado, y provocándome una respiración dificultosa.
¿Qué está pasando? ¿Qué hice mal?
Una pequeña corazonada pasó por mi cabeza, la posibilidad era de una en un millón pero podía ser que el duque estuviera celoso del príncipe. El problema era que tenía que poner a prueba mi teoría, lo cual podría tanto tener un resultado positivo como negativo, y esto último haría que acabara durmiendo con los caballos. En cualquier caso, era algo mejor que seguir sentada frente a este temible sujeto.
—¡Pero papá me gusta mucho más! —exclamé, intentando sonreír de la manera más amplia posible, y me bajé del sillón para correr junto a él poniendo mis pequeñas manos en su pierna—. Papá se va a casar conmigo cuando sea grande, ¿verdad?
Sentí una pequeña gota de sudor frío recorrer mi espalda, pero mantuve mi actuación lo más creíble posible. Y parecía haber funcionado, pues el rostro del duque se había aflojado, mientras que sus enormes manos de nuevo pasaban por debajo de mis axilas para levantarme hasta colocarme en su regazo.
—¿Por qué me tendría que casar contigo? Eres una niñita pequeña y algo tonta, tendría que casarme mejor con una mujer inteligente. —La sonrisa en su rostro me demostraba que ya no estaba molesto, sino más bien divertido.
De alguna forma, me irrita su sonrisa.
Aunque estaba molesta sólo inflé mis mejillas en una pequeña expresión de berrinche mientras sostenía su mano entre mis pequeños dedos.
—¡No! Papá se debe casar conmigo, yo voy a ser una mujer grande y muy inteligente.
—¿Con que sí? Estaré esperando para poder ver eso —dijo apoyando su enorme mano sobre mi cabeza, dando pequeñas caricias a mi cabello rubio mientras me observaba, no de manera intimidante sino de una manera paternal.
—Señor… su té. —La voz de Katherine se escuchó por detrás de la puerta, mientras el hombre me sostenía con cuidado contra su pecho.
—Muy bien, pasa.
Kath entró despacio con una bandeja de plata en sus manos, llevando una delicada tetera de porcelana, con un juego de tazas y un plato con deliciosas galletas. Cuando me observó sobre el regazo de mi padre, me sonrió de manera dulce, y en sus ojos vi reflejada la felicidad.
Ella está feliz por mí, y eso me hace sentir una dicha que no puedo expresar con palabras.
Despacio, se movió al frente nuestro, acomodando todo sobre la pequeña mesita para el té, tras lo que llenó ambas tazas, colocando en una de ellas algo de leche y dos terrones de azúcar. Me conocía demasiado bien.
—Tomemos el té papá. Quiero una galleta.
Me ayudó a girarme sobre sus piernas para poder sostenerme al revés, poniéndome cara a la mesa, y estiró uno de sus largos brazos para tomar el plato de galletas, acercándolo a mí. Con una sonrisa tomé una de las deliciosas galletas de aroma dulce y le di una pequeña mordida.
♦ ♦ ♦
Estaba en mi habitación, cortando poco a poco los tallos de las flores que había juntado durante la mañana. Tenía planeado secarlas, ya que en ese estado sus aromas y propiedades se concentraban mucho más, además de que podía extender su vida útil.
—¡Tonta! ¡Quiero entrar! —La voz de George me distrajo e hizo que me girara hacia la puerta, donde se escuchaban sus constantes golpes. Se podría decir que en este tiempo había logrado adiestrarlo para que tocara antes de meterse en mi habitación, pero aún no había podido hacer que dejase de llamarme tonta.
Soltando un pequeño suspiro, me bajé de mi acolchada silla y caminé a la puerta para poder abrirle a mi hermano. Eran raros los momentos que podía estar sola, Katherine había ido a la cocina a ver que la cena estuviera marchando y Francis estaba haciendo guardia en la entrada de la mansión. Creí que podría tener este momento para mí, pero George tenía que llegar a interrumpir.
—¿Sí, hermano mayor? —Despacio abrí la puerta para poder observar a mi hermano de pie frente mío, con una mano en la cintura y otra frotándose el cuello, se veía algo nervioso.
—Vine… vine a ver que estuvieras bien —indicó, mirándome con una pequeña mueca en su rostro y un leve rubor en sus mejillas. De alguna manera, se veía algo lindo con esa expresión, y me costó mucho no reír.
—Claro que sí, hermano mayor. Tomé el té y comí unas deliciosas galletas con padre… —Hasta que recordé algo y decidí informarle sobre el tema—. Ah, pero parecía que estaba algo enojado conmigo. Igual se calmó porque le dije que yo me quiero casar con el.
Mientras hablaba, los ojos de George se abrieron como platos y me miró de manera nerviosa, mezclada con cierto descontento.
—¿Que te quieres casar con padre? Tú no puedes hacer eso ¿Por qué quieres casarte con él? —me hablaba aumentando el tono de su voz, tras lo que dio un paso hacia mí mientras tomaba mis hombros, al parecer George y Frederick se parecían mucho más de lo que había calculado.
—Porque yo quiero casarme con papá cuando sea grande… ¿No puedo? —pregunté haciendo puchero y grandes ojos de cachorro. No obstante, poco después tomé a mi hermano mayor con la guardia baja cuando le dije—: Entonces, ¿me puedo casar con George?
Observé su rostro enrojecer con rapidez, tanto así que dio un paso hacia atrás, alejándose de mí. Era algo lindo ver cómo se ponía tan nervioso.
—¿Casarnos? ¿Por qué querría casarme con una niña tonta y fea como tu?
¿Por qué querría yo casarme con un mocoso grosero como tú?
Aunque deseaba contestarle eso, sólo me quedé viéndolo con mirada inocente, manteniendo mi puchero y resistiendo los deseos de cerrarle la puerta en la cara.
—Pe-Pero seguramente nadie quiera hacerlo, por lo que tomaré la responsabilidad como hermano mayor y me quedaré a tu lado. ¡Siéntete honrada!
—Claro que sí. ¡Quiero estar siempre con mi hermano mayor! —hablé con una amplia sonrisa, y sentí como su mano me revolvía el cabello antes de reír emocionado frente a mi rostro.
—Por supuesto que quieres, después de todo soy el mejor, ¿no es así? Tu favorito. —Era imposible verlo hablar sin imaginarse la cola de un perro agitarse a su espalda como si estuviera esperando su premio después de haber hecho un buen truco.
—Claro que si, mi hermano George es mi favorito en todo el mundo.
Lo observé mientras reía enseñando todos sus dientes y seguía revolviendo mi cabello, desordenando mis pequeñas coletas. Pero no podía quejarme, después de todo ese niño lucía feliz y no estaba intentando molestarme. Aunque me gustaría poder decir que mi favorito en esta casa era, por lejos, John.
¡¡Ja, ja, ja!! Esa Roxanne tiene a ambos sunderes envueltos en su dedo meñique.
Ahora, lo interesante va a ser ver cómo se las arregla cuando llegue a la edad de tener novio. 🤭
Creo que acabas de cabar una mina terrestre, prendo una vela por ti roxane
Jajajajajaj
Eso Roxane!
Encantalos con tu dulzuraaa