Un villano puede salvar el mundo por amor – Capítulo 11: Breve historia de un niño olvidado (1)

 Escrito por Iszeth

Asesorado por Maru

Editado por Tanuki


Cuando era más pequeño, mamá me amaba; todavía en mi memoria danzaba el recuerdo de su cabello castaño a contraluz mientras dormía con la mitad del cuerpo sobre mi cama, cuando caí enfermo y ella me cuidó toda la noche. Su vestido pulcro y sencillo de color lila contrastaba con su piel pálida por no haber dormido, y su respiración pesada parecida a la de un cachorro sonaba como una canción de cuna suave y tranquila. Creo, que esa es la primera memoria de toda mi vida.

Aún luego de tres años, todavía recuerdo el tacto de mamá, el olor a lirios de luna de su cabello cuando me levantaba en brazos y me decía:

—Te quiero, mi pequeño Lars.

Esos días de felicidad que quedaron muy lejanos… esa cosa que anhelo tanto… Ese amor que se fue para nunca más volver.

Su mano frágil se había transformado en un látigo de dolor. Sus besos, en palabras soeces; ella había cambiado tanto, pero, ¿por qué?

Ah… sí, por él.

Mi padre, de la baja nobleza, había sido obligado a casarse con ella. Nunca se amaron, sin embargo, su vida era llevadera hasta que él conoció los placeres del exceso.

Louis Cetisier entonces cayó en el mundo de las apuestas.

Lleno de deudas, la vida de los barones empezó a decaer. Con los problemas de dinero, entonces su relación se fue haciendo cada vez más insoportable.

Y entre ellos, mi pequeño yo temblaba cuando los escuchaba.

No culpo a mamá. Ella sólo estaba frustrada, ella no sabía qué hacer.

Como tercera hija de un vizconde con olfato para los negocios, ella no estaba acostumbrada a la pobreza. Se fue amargando poco a poco, se fue haciendo más dura conforme el dinero y las joyas desaparecían, conforme los golpes tomaban el lugar de los lujos como número diario de la comedia trágica de su matrimonio.

La comida y el amor empezó a escasear. Sus caricias mutaron en regaños, y poco a poco fueron escalando…

—¡¿Por qué eres tan mal hijo, Lars?! ¡Seguramente heredaste la sangre sucia de tu padre!

Mi culpabilidad por ser el hijo de un hombre cruel fue aumentando, hasta que también se me declaró el culpable de arruinarle la vida.

—Si tan sólo no te hubiese tenido, yo podría escapar…

Ojos tristes y palabras que deseé nunca haber escuchado. Sin embargo, las oí; con todo el corazón, madre, te perdono.

Tú tampoco elegiste estar aquí.

Un día, padre llegó ebrio como costumbre, acompañado de otros hombres.

Hombres sucios de apariencia pulcra y mirada malvada.

Llevaron a mi madre a su habitación, entre golpes y gritos, entre risas y palabras duras.

En mi incompetencia, yo no pude hacer nada. Escuché sus gritos de agonía, escuché su llanto y, cuando ellos se fueron, la vi en su cama, desnuda con el alma más rota aún.

Lloré, lloré por ella y por mí.

Mamá, lo siento.

Un mes después, conforme las visitas de los amigos de mi padre se hacían cotidianas, la encontré colgada en el árbol del jardín. Se había suicidado.

Al fin serás libre, mamá. Como siempre quisiste.

Pero yo… yo seguiré atado a este mundo cruel.

Aún extrañaba su tacto, su cara sonriente. También llegué a extrañar sus golpes. Quise que ella volviera, pero sabía, ella no regresará.

Ella huyó como siempre lo quiso. Extendiendo sus alas para ir hacia el cielo, donde nada más la podrá lastimar.

Pero… ¿por qué me dejaste solo, mamá?

No pasó mucho tiempo para que yo asumiera tus deberes como hijo del deudor.

Padre traía hombres sucios como lo había hecho con mamá.

Ellos… ellos me tocaban. Sus sucias manos como gusanos se adherían a mi piel y dejaban huellas imposibles de borrar. Su tacto ardía, como el fuego que se adentraba en mis entrañas cuando ellos lo deseaban.

Oh… mamá, ¿por qué no me llevaste contigo?

Mamá, espérame. Yo también quiero volar.

Pero, padre temía que yo te alcanzara, mamá. Padre me encerró en esa habitación oscura que sólo se abría cuando uno de sus amigos venía a visitarme.

Pensé en dejar de comer, pero padre me obligaba a llenar mi estómago. Pensé en tantas cosas para poder escapar.

Entonces, recordé los días felices, mamá.

Tu suave voz riendo. Tu cabello a contraluz, recostada en la cama mientras caías rendida por cuidar a tu hijo enfermo.

Tus ojos suaves, tu vestido que hacía sonidos lindos como un fru fru cuando caminabas tan grácilmente.

Ah, mamá. Te extrañaba. Aún te extraño.

Pasé mis días huyendo de la realidad con esos recuerdos bonitos. Tal vez, incluso hice algunos que nunca pasaron.

¿En realidad, exististe alguna vez, mamá?

Un día, un hombre con cara seria y cabello gris verdoso me compró. O eso me dijo padre.

De todos modos, yo ya no le servía. No era más que una cáscara bonita que a sus amigos ya no les gustaba porque parecía una muñeca sin vida. Sin valor.

Fue una ganga mi compra, no podía negarse, me dijo.

Adiós, padre. Espero nunca más volverte a ver.

¡Ah!… Jajajajajajajajajajajajajajajajajajaja. Seguiré encerrado por el resto de mi vida, ¿tal vez?

De nuevo, en una jaula.

En un lugar oscuro, como siempre.

Pero esta vez no me tocan. Me tratan bien.

Me alimentan con comida que no recordaba que existía, cosas que saben bien, que huelen a algo que había probado hace tanto, tanto tiempo, que las lágrimas cayeron de mis ojos.

¿Será esto algo bueno? ¿Será que este niño sin vida, les sirve de algo?

Ah… mamá, no recuerdo ni siquiera cómo me llamaba.

¿Hans? ¿Carl? Algo así.

—Lars —me dijo el hombre que me había comprado—, eres importante para nosotros, aun así, no podemos dejarte ir. Tú, eres el elegido por nuestro dios, por nuestro amo. Congratulaciones, Lars.

Oh… ¿me llamo Lars?

¿Cuánto tiempo llevo en esta jaula, en ese lugar oscuro y en ruinas? Mamá, la comida es buena, ¿no?

¿Dónde estás, mamá? No me dejes…

Ah…. Ah…. Jajajajajajajaja. Mamá, ¡volviste!

La jaula hace un ruido, algo la está abriendo. Unas manos, ¿son tus manos, mamá?

Veo tantas personas en este pequeño lugar, mamá.

¿Hace cuánto tiempo que no me llevabas en brazos? A pesar de tener diez años, sigo siendo pequeño, ¿está bien así, mamá?

¿Quieres que me recueste en esta cama de piedra? Claro, lo que tú digas, pero por favor, no vuelvas a irte.

Las luces del techo brillan tan lindo, como la magia que me describiste en los cuentos.

Escucho un canto, mamá. ¿Es hora de dormir?

Claro… claro… es hora de ir a donde tú estás volando, ¿no es así?

Te quiero, mamá. Por favor, no vuelvas a dejarme atrás.

2 respuestas a «Un villano puede salvar el mundo por amor – Capítulo 11: Breve historia de un niño olvidado (1)»

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