El Rey Demonio y la Bella Villana – Prólogo

Escrito por Noah

Asesorado por Maru

Editado por Michi


El juicio había iniciado.

Los dioses se mantuvieron en silencio y observaron al suplicante.

La mirada de la madre celestial cayó sobre ella y con voz solemne dijo:

—¿Estás segura de aceptar el precio?

—Por favor, cumple mi deseo…

♦ ♦ ♦

Un terrible rugido resonó entre las ruinas, animando el fuego que consumía todo a su paso; las sombras se alzaron por las terribles llamas revelando un infierno gobernado por un temible monstruo.

Con movimientos violentos, la criatura iba destruyendo todo a su paso. Golpeó las columnas e hizo temblar el suelo mientras buscaba a sus presas. La capa negra como la noche ondulaba a causa de sus movimientos frenéticos y furiosos, volviendo la hermosa y magnífica pieza andrajosa.

Sus tres ojos rojos se estrecharon cuando un hechizo de viento intentó herirlo con un corte sobre  su espalda, dañando ligeramente su pelaje oscuro. Rápidamente movió su gruesa cola y golpeó otra columna. Al momento, sonrió mostrando sus colmillos cuando vio al responsable de ello, un mago humano, atrapado entre algunos escombros causados por su antiguo ataque. Pero antes que lograra tomar al mago entre sus garras y lo desgarrara vivo, un guerrero había saltado de su escondite y trató de apuñalarlo. Con un movimiento rápido de su cola, el monstruo arrojó al guerrero al suelo en un intento de aplastarlo, pero nuevamente fue frustrado a manos del líder de los humanos, el autoproclamado héroe.

El monstruo gruñó furioso y tras una inhalación profunda, exhaló un horrible fuego negro que era capaz de destruir cualquier cosa. En ese instante, una hermosa joven se colocó en medio del ataque y sin perder tiempo levantó su báculo creando una poderosa barrera que protegió a sus compañeros.

Las llamas negras devoraron el fuego rojo, haciendo arder el lugar con más intensidad. Percibiendo que el tiempo se les agotaba, el grupo de humanos atacaron sin cesar. Un arquero cercano tensó su arco y lanzó sus proyectiles contra la criatura, siendo auxiliado por el mago y el guerrero; entre tanto, la doncella y el héroe se preparaban para dar el golpe final.

—Adela, recita el conjuro con la bendición del corazón de Adha. Daré el golpe final para acabar con él.

—Está bien… —respondió la hermosa joven comenzando a recitar el conjuro.

El héroe le sonrió, para luego unirse a la batalla.

La terrible criatura lanzó fuertes rugidos, mientras trataba de aplastar a sus oponentes; el fuego negro lentamente se fue extinguiendo tras haber devorado las montañas de esqueletos y escombros del lugar, dejando el camino libre para que los guerreros humanos lucharán con todo su poder contra aquel monstruo.

Pronto un extraño círculo apareció debajo de los pies de la criatura, iluminando a su alrededor e inmovilizándolo al instante. Lentamente, la mente del monstruo se fue debilitando, mientras sentía cómo su cuerpo ardía en una hoguera. Sus ojos se estrecharon cuando descubrió que la doncella era quien le había paralizado con ese extraño conjuro. Rugió desesperadamente con las pocas fuerzas que tenía y extendió su brazo para intentar atrapar a la joven…

Ella lo miraba y él a ella.

Sin embargo, aquel extraño contacto visual terminó cuando un intenso dolor brotó de su pecho. Allí, sobre el corazón de la criatura, una espada había sido incrustada por nada menos que el héroe.

—¡Este es tu fin! —exclamó con voz fría el joven.

El monstruo lanzó un rugido agonizante, mientras de su cuerpo herido brotaba una luz que lo absorbió por completo. La luz iluminó todo su alrededor por unos minutos, cegando al grupo por su intensidad. Tras unos minutos, la luz se extinguió y reveló la desaparición del monstruo. En su lugar había aparecido una espada solitaria incrustada sobre un montículo de una piedra negra y lisa.

Las exclamaciones de alegría no tardaron de escucharse ante su victoria y tras asegurar que todos los miembros estaban bien, acabaron partiendo de aquel lugar, dejando en su interior aquella espada.

Aquella que se había convertido en el sello que mantendría en su encierro eterno al monstruo más fuerte, aquel que la humanidad llamó: el Rey Demonio.

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