Evento de San Valentín 2020 – El día en que el conejo se casó en la familia de lobos

Escrito por Raine

Asesorado por Maru

Editado por Michi


Parte I.

—¿Mi Lise? ¿Estás hablando de mi Lise?

—¿Cuántas más tenemos en la familia? ¡Por supuesto que estoy hablando de Lise! ¡Uschi no es así!

Mientras mi próximamente futuro cuñado me miraba con ridículo, yo seguí viéndolo con una expresión de escepticismo.

Mi prometida era una mujer dulce y sencilla, con el rostro marcado con una sonrisa que nunca había visto extinguirse y una voz calmada que nunca había oído más alta que el sonido del maullido de un gato. Ella era semejante alma tan suave que, de verdad, no podía asimilar su imagen a la de la desenfrenada y violenta adolescente que había usado una sartén de hierro para perseguir a la amante de su padre hasta sacarla a las afueras de la modesta villa en la que vivían, escogiendo precisamente el día en que era la feria del territorio y haciendo tal escándalo en el proceso, que todos y cada uno de los habitantes del pueblo y adyacentes se enteraron y la mujer tuvo que mudarse al otro extremo del país; o a la de la jovencita que, con toda la paciencia de mundo, había empaquetado todas las pertenencias y doblado cada una de las piezas de ropa limpia de su padre para meterlas en un baúl, meterlas en una carreta, viajar con su hermano de cochero y su hermana menor a cuestas a la ciudad más cercana para organizar un bazar y venderlo todo para luego usar ese mismo dinero para sobornar y orquestar un caso judicial en el que su padre perdió la casa y terminó siendo echado del pueblo… entre otras historias.

Yo de verdad no entendía nada. En especial, qué hacía su propio hermano contándome semejantes historias de terror apenas unos días antes del gran evento, a todo caso.

—Seriamente, Iván… ¿mi Lise?

—No voy a pasarme toda la noche diciendo que sí, hombre. Si no me quieres creer es tu problema, pero no me hagas repetirte todo, ¡una sola historia me lleva toda la ronda de bebidas! —volvió a resoplar Iván, mientras se llevaba el vaso de licor a los labios torcidos en una sonrisa sardónica.

Casi me parecía que mentía, pero sus ojos que miraban al frente, acristalados, como centrándose en memorias y hechos pasados, no parecían los de una persona que jugara malas bromas.

—Vale, que te creo —resolví después de una larga pausa. —Pero Lise es muy diferente ahora. Es demasiado dulce… nunca la he visto enojada. Incluso cuando la tienda está hecha una locura a rebosar de gente gritando pedidos, nunca la he oído alzar la voz más que para pedirle a un cliente que regrese por algún cambio olvidado.

Iván giró en su silla para verme detenidamente. Cuando pasó bastante tiempo sin que él hiciera o dijera nada, me empecé a sentir incómodo. Justo cuando estaba por preguntarle qué estaba pensando, él sonrió de una manera que no pude entender muy bien, lanzó su brazo por encima de mi cuello y tiró mi cabeza hacia él.

—Me agradas, Emil. Ojalá y no seas comido entero —rió. Antes que pudiera soltarme o preguntarle a qué se refería, tomó mi vaso y me lo dio—Toma, bebe un poco más… ¡en tu honor, pobre ingenuo!

♦ ♦ ♦

Si soy sincero, no recuerdo muy bien qué siguió después de eso.

Nunca en toda mi vida había bebido tanto. Y puedo decir que la experiencia fue tan traumática que no pienso volver a beber en mi vida un trago de nada que contenga más de 5% de alcohol.

Al día siguiente me levanté sin saber ni qué día era, ni dónde estaba Iván o dónde estaba yo ni cómo llegué ahí. El dolor de cabeza no ayudó a mi confusión y el pánico desatado por mi falta casi total de ropa sólo lo empeoró. Las náuseas me asaltaron sin misericordia y mis propios quejidos retumbaban en mis oídos muchas veces más que el sonido real.

Descubrí que me encontraba a varios pueblos de distancia, sin dinero y en un estado que bien podría definir a alguien recién salido de la guerra: un ojo morado, las costillas magulladas, contusiones por todo el cuerpo y un tobillo casi roto.

Si esperaba pacientemente por ayuda, preocuparía aún más a Lise y Uschi, además que no estaría a tiempo para la boda, así que decidí regresar por mis propios medios y en esas condiciones. El estrés, la golpiza, el viaje mal planeado, la falta de sueño, comida y descanso cobraron una factura mayor al estar en recuperación de una resaca mal atendida y bien merecida.

Pero nada de eso me horrorizó tanto como la imagen de mi prometida, sentada en el sillón, mirando hacia mí… y sin sonreír.

Parte II.

 Tengo que dejarlo bien claro: ella nunca me gritó ni me regañó, tampoco lloró ni me culpó entre sollozos, jamás la vi siquiera arrugar el cejo mientras hablaba tranquilamente de la situación… si lo hubiera hecho tal vez hubiera estado menos asustado.

Su voz no tenía ni pizca de calidez, sus ojos estaban oscurecidos y serios pero tenían un brillo determinado y casi salvaje. Sus movimientos eran decisivos y sus ademanes, aunque corteses, tenían una agilidad sobrecogedora.

La forma en que ponía la situación era completamente lógica y racional, desprovista de un punto de vista emocional y con puntos sencillos de seguir: causas y consecuencias de mis actos.

Después de jurarle que mi tardanza y ausencia no tenían nada que ver con alguna posible desgana de mi parte al compromiso establecido, ella dejó bien claro su punto de vista y se pasó a las consecuencias que yo, por ser el responsable, tendría que arreglar si quería que la boda tuviese lugar porque, en sus palabras, “ella no pensaba matarse a sí misma organizando algo que yo obstaculizaba”.

El proceso fue agotador. No hubo compasión por mi cuerpo maltratado ni para darme un vaso de agua. Mi mente fue bombardeada por algo parecido a una negociación que llevaba mi futuro y felicidad de por medio y que yo logré llevar a cabo sin perder la cordura a pura fuerza de voluntad.

Al final de la visita, aun cuando no tenía ni el valor ni la energía para alzar la cabeza, le hice saber que no sabía del paradero de su hermano. Ella no dijo nada por un momento largo y tenso para mí, pero luego suspiró y dijo que no me preocupara, que ella ya había arreglado eso.

No me atreví a preguntarle a qué se refería.

♦ ♦ ♦

La boda se celebró en la fecha prevista.

No hubo dramas innecesarios ni momentos incómodos.

Fueron buenos momentos de felicidad que desvanecieron las largas horas de desvelo por los preparativos que me fueron impuestos, entre otras cosas, como indemnización. Aparentemente, cuando desaparecí provoqué una serie de movimientos de alcance desproporcional cuando Lise empleó toda su red de contactos para encontrarme y asegurarse que estaba bien, así que cuando regresé a casa lo más “sanamente” posible, ella tuvo que ir a negociar la situación con todos los contactos que habían sido movilizados para encontrarme, dejándome a mí la totalidad de la preparación de la boda más el manejo de la tienda que ella poseía.

Mientras que antes había estado participando activamente en ello, el tener que organizar todo por mí mismo y sin más que ayuda ocasional fue una experiencia totalmente diferente y desgastante. Mi cuerpo se hallaba en un estado de agotamiento total: me sentía como un cadáver ambulante… hasta que vi a Lise en su vestido de novia y sonriéndome como siempre. Casi pude sentir que no había sido tan malo… casi.

—Emil, ¿te sientes bien? —la voz preocupada de Uschi me llegó por encima de la música de la fiesta.

Ahora estábamos en la recepción de la boda y, mientras Lise se había ido a arreglar unos mechones sueltos de su cabello, Uschi se me acercó para verificar mi agotado estado.

—Ah, sí, claro. Gracias por todo, Uschi. No sé qué hubiera sido de mí sin su ayuda, chicos —murmuré mientras ponía mi mano en la cabeza de mi ahora nuera y ella me sonreía aliviada.

—Fue un placer —me respondió el chico detrás de ella, un joven con ojeras bajo los ojos claros y una sonrisa débil pero genuina. Su nombre era Joel y era el novio de dos años de Uschi. Su personalidad tranquila y tímida contrastaba enormemente con la enérgica de Uschi, pero me fue de mucha ayuda durante los pasados días.

No pude evitar sonreírle y sentir un poco de remordimiento.

¿Debería decirle algo?, pensé. Un chico como él merecía saber a qué familia se estaba metiendo… Yo ya estaba perdido, no porque estuviera enterado de la naturaleza de mi ahora esposa cuando se enfurecía, sino porque no me enteré de ello antes de que me enamorara profundamente de ella. Quizás, si Joel sabía a lo que se arriesgaba con esta familia de…

En ese momento, sentí un jalón que me sacó de mis pensamientos. Alguien me había tomado de cuello y me gritaba al oído:

—¿Qué? ¿Ni un ojo morado? Uhh… ¿Tal vez es una herida que no se puede ver como una costilla rota? ¿Acaso me perdí la guerra? ¡¡OH!! ¡No me digas que ya no puedo ser tío!

—¡¡Iván!! —exclamé, abriendo mucho los ojos.

No lo había visto desde aquella noche. Me retorcí hasta zafarme, ¡quería tanto azotarle una silla en la cabeza!

—¡¡Iv…!! ¡¿Qué demonios te pasó?! —Señalé su cara con profundo horror.

Iván tenía el labio partido, ennegrecido y con una inflamación todavía evidente.

—Nada importante. No me has contestado, ¿dónde están tus heridas de guerra?

—¿Heridas… de guerra? ¿De qué…? ¿Dónde has estado los últimos días? ¿Qué te pasó? ¿Qué pasó la noche…?

—Hablas muy alto, hombre. —Iván hizo girar los ojos para señalar a las personas que estaban a nuestro alrededor, luego levantó la barbilla hacia la terraza —Ven. Hablemos afuera.

 

Parte III.

Iván inició la conversación sin esperar a que yo estuviera listo para lo que estaba por decirme.

—Felicidades, idiota. ¡Bienvenido a la familia! Trata de no volver a hacer estupideces que no puedas controlar o, mejor dicho, evita hacer cosas que te quiten el sentido como emborracharte y estarás bien. ¡No cambies!

Casi nunca me exaltaba pero, viendo a Iván con una sonrisa risueña como si hubiera regresado de las Bahamas mientras que yo había pasado por una de las grandes miserias de mi vida, pude sentir la rabia acumulada de días subir por mi pecho y hacer una explosión en mi garganta.

—¡¿De qué demonios me hablas, bastardo?! ¡Tú fuiste el que me emborrachó! No recordaré mucho y ciertamente no dije nada para no lastimar a Lise, ¡pero sé que fuiste tú el que me emborrachó! ¡Además de que le pusiste algo a la bebida! ¡¡Dime que fue un maldito sueño!! ¿Cómo diablos pudiste hacer eso, desgraciado? ¡¡Me casaba en unos días!! ¡¿Sabes por la que me hiciste pasar?! ¡Y buscarte! ¡¿Dónde diablos te metiste?! ¡Te busqué hasta el cansancio! ¡Quería matarte pero ni siquiera estabas presente para matarte! ¡Tenía el derecho a asesinarte y ni siquiera eso me pudiste dar! —jadeé.

¡Ah, cómo había soñado con soltarle toda esta ponzoña que me carcomía!

Sin embargo, Iván no se había inmutado ante ninguna de mis acusaciones ni tenía lo más parecido a culpa o miedo ante mi estallido, parecía más bien aburrido. Y podía decir que no me tomaba en serio porque ni siquiera había notado el que yo, en medio de mi desahogo, le reclamara el que no me hubiese dejado matarlo como si fuese la cosa más obvia del mundo.

—Ya, ya, ya… No te hubieras preocupado tanto por mí. Estuve también con mis propios problemas, como puedes ver, pero sigo vivo. Nada serio. Así que dime, ¿dónde están tus heridas de guerra? Yo te veo muy bien si es que puedes gritarme así…

Me le quedé viendo con intención casi asesina y hasta podía sentir mi ojo sufrir un tic nervioso mientras lo miraba, pero él soltó una risita burlona.

—Hey, que ya viste a mi hermana enojada, ¡y yo crecí con eso! ¿Tú, enojado? Eres más bien lindo. Como un conejito esponjoso soltando un berrinche.

—¡Iván!

—Mira que yo quiero hacer esto en paz pero tú definitivamente me la estás haciendo difícil. Es tan injusto. Tú me estás reclamando a mí y eso que claramente no estás tan molido como yo —murmuró y suspiró—. Bien, si quieres seriedad… sí, yo te emborraché y sí, yo le agregué algo a tu bebida. Si quieres saber más, te puedo decir que no tiene más efectos secundarios que los que te provoques tú mismo al hacer tus idioteces de borracho, ya que su efecto principal es precisamente el emborracharte más rápido.

Lo observé con la boca abierta. Él continuó con una expresión oscura y apagada.

—Lo hice con toda la intención. Nada fue un accidente, yo mismo me encargué de llevarte lo más lejos posible y te dejé ahí sin dinero ni identificación… Puedes decirle a la policía, si así lo deseas. Lise ya lo sabe. No me arrepiento y no me siento mal por nada de lo ocurrido —se encogió de hombros.

—¿Por qué? ¿Qué hice…? Es decir… ¿Qué te hice para que tú…?

—Tú no hiciste nada malo. Te lo aseguro. Aunque representaste más vergüenzas que cualquier otro borracho que hubiese conocido en mi vida, no te pusiste violento o te acercaste a ninguna mujer del bar… fuiste ridículamente idiota… pero no hiciste nada que hiciera a mi hermana sufrir… Incluso hiciste lo imposible para regresar a tiempo a la boda…

Mientras empezaba a entender lo que me decía, quería saltarle al cuello y torcerlo como un destornillador, pero también podía sentir como la comprensión hacía que todo el coraje que tenía dentro se diluyera sin querer.

Ésta era una familia que había pasado por mucho y había sobrevivido. Yo había oído historias del padre de Iván, Uschi y Lise. Sabía que ellos habían sufrido mucho por el comportamiento egoísta de su padre y, con la muerte temprana de su madre, Lise había tenido que ser la que se encargara de sus hermanos menores cuando ella misma era una jovencita. Era normal que Iván tratara de cuidar a su hermana de cualquiera que quisiera tratarla mal.

Quería odiarlo y seguir enojado con él, pero no podía.

—Lise no es alguien débil y frágil. Ella no necesita que su hermano menor se ponga en el papel de “si le haces daño, te mato” con su futuro esposo. Ella es fuerte y es más que capaz de protegerse a sí misma y a los demás mientras castiga a quien ha tratado de hacernos daño. Más que nadie que haya conocido, es la mujer más dulce y cruel que haya visto jamás, pero gracias a esos atributos es que todos podemos ser como somos ahora. Uschi y yo incluido…

Iván tenía una sonrisa casi triste al decir todo esto. Él no se parecía en nada a la irreverente y sociable persona que yo conocía. Se veía… desamparado.

—Quisiera ser capaz de protegerla más… pero esto es todo lo que pude hacer sin meterme más allá de lo que un hermano que ha dependido de ella toda su vida puede hacer.

Entendía: él me había metido en problemas con Lise a propósito con el único objetivo que yo supiera cómo era ella enojada y a lo que me atenía si algún día la hacía enojar…

—Pero, si hubieras sido infiel o violento… te aseguro que ahora mismo mi hermana estaría vistiendo de negro, no de blanco… Yo no te hubiera dejado regresar.

Iván me miró de frente. El brillo súbito en sus ojos me recorrió la espina dorsal como un estremecimiento. El sentimiento era similar a estar en medio del bosque al anochecer y, de repente, ver un par de ojos luminosos de entre las sombras viéndote directamente como la solución a su hambre.

También eso lo entendí: aún si Lise no necesitaba a nadie… Iván me había dejado claro a lo que me atendría si algún día la lastimaba.

—Entonces, como dije, no me arrepiento de lo que hice y no pienso pedir disculpas, tampoco voy a matarme en arreglar nuestra amistad si tú no quieres porque bien quiero que entiendas que esta relación está basada solamente en qué tan bien trates a mi hermana. No pienso ser amigo de nadie que…

—Te perdono…

—… ¿Qué? —Iván me observó como si estuviera a punto de tener un ataque.

—Te perdono, Iván.

Hasta yo entendí que era un idiota por perdonarlo así como así pero, ¿qué más podía decir cuando el alegre Iván que yo conocía parecía estar siendo abandonado? Sus palabras y actitud parecían las correctas, incluso la amenaza y el instinto predador era en serio, pero sus ojos estaban tristes y adoloridos.

—Está bien. No tienes que hacer nada en especial para “arreglar” nada porque seguimos siendo amigos. Estás hablando de lo que pasará si llego a lastimar a Lise pero, ¿nunca has pensado que no lo haré? Si ese es el caso, ¿debemos pasar nuestro tiempo como familia tomando precauciones del otro? Iván, no importando qué, eres el hermano de mi esposa. Y mi esposa siempre será mi esposa, por lo que siempre serás mi familia también.

No importaba qué, ésta era mi familia ahora.

A esta familia mía le era difícil aceptar nuevos miembros, pero me aceptaron a su manera. Habían hecho que una persona que no solía tener familia como yo tuviera sentimientos y emociones únicas. Gracias a ellos podía sentirlos.

Incluso el sentimiento que tenía de “querer matarlo” era muy normal entre familiares. Al igual que el sentimiento de dejar pasar una falta muy grave en mi contra simplemente por darle una muestra de fe a mi cuñado.

Un cuñado desconfiado y protector, que necesitaba un voto de confianza más que nada. Y yo pensaba dárselo. Sólo por ésta vez.

—Te perdono… —traté de buscar alguna buena excusa que no me hiciera ver tan estúpido como para perdonar por cualquier cosa que me hiciera —Hey, al menos me trataste de ayudar cuando me metí en problemas.

Iván me miró con extrañeza.

—¿De qué hablas? ¿Ayudarte?

—Ese labio partido, ¿no fue por ayudarme?

Se hizo un silencio en el que Iván parecía estar tratando de entender mis palabras.

—Pfffff… hahahahahaha… Ow… Ahahahahaha… Owww…

Iván se agarró las costillas, doblándose de la risa mientras su mano izquierda trataba de cerrar su boca a la fuerza y varios sonidos de dolor se entremezclaban con la risa mal contenida. Sorprendido, le di mi pañuelo y él lo usó para apretar la herida en el labio que se le había vuelto a abrir por las carcajadas.

 Parte IV.

—Hombre, sabía que eras inocente… ¡pero esto es un nuevo nivel! —dijo Iván, cuando pudo volver a respirar y mientras usaba mi pañuelo manchado de sangre para limpiarse las lágrimas.

—No sé por qué te reíste tanto que el labio se te ha vuelto a abrir ni tampoco por qué me llamas inocente. ¿Qué diablos dije, eh?

—Ah, nada. Este labio partido no fue por ayudarte con nada. Esa noche, tú solo te metiste en problemas y pediste expresamente que no te ayudara porque “tú podías con todos” justo después de que te pusieras a abrazarme y llorar por cuánto amabas a mi hermana y amenazaras a todos los del bar por ser unos “solteros idiotas que nunca tendrían el privilegio de ser amados por la mujer más buena del mundo”. Además de…

Una vergüenza enorme me cubrió desde la cara hasta el cuello. Me tapé el rostro y dejé salir un ruido de mortificación al enterarme por fin de los acontecimientos de aquella horrible noche.

—¿Es en serio?

—Sip. Por cierto, en agradecimiento por… tú sabes, no salir corriendo de la locura que es esta familia… —Iván sonrió con travesura— déjame informarte que si alguna vez haces enojar a mi hermana lo suficiente para que te mande a dormir con el perro, la solución está en cantarle dos o tres canciones de las que te echaste esa noche. ¡Tu voz de borracho no es ni medio mala! Ja, ja, ja… Ow…

—¡¿Qué?! ¿También hice eso?

—Ja, ja, ja, hiciste más. Yo sólo te estoy dando la versión simplificada.

—Argh… —me cubrí la cara con la manos sintiéndome morir de la vergüenza, pero lo peor estaba por llegar.

—En cuanto a por qué no te ayudé… bueno, perdona que no quisiera ayudarte, pero después de que empezaste a quitarte la ropa por tu propia voluntad para preguntarme si creía que eras del gusto de mi hermana… —pausó para golpear el suelo un par de veces por mi estado abochornado— preferí darme la vuelta y dejarte solo. ¡Ciertamente eso es algo que no quiero enterarme! —alzó las manos en gesto de rendición.

Volví a jurar el nunca volver a tomar más que un vaso de lo que fuera.

—Espera… ¡¿entonces ese labio negro…?!

—Ja… de verdad que mi hermana te ama mucho… ¿sabes cómo duele el tomar alcohol con un labio roto? ¡Arde como el infierno! Es un método muy efectivo si deseas evitar que quien lo reciba se vuelva a emborrachar en un buen tiempo. Pero bueno, después de secuestrar a su próximo esposo, intoxicarlo en alcohol hasta perder la razón, dejarlo que se meta en problemas mientras yo sólo echaba porras desde atrás y luego abandonarlo en medio de la nada para que regresara como pudiera a tan sólo unos días de la boda… este labio roto… mmm… creo que me fue bien. Sip. Definitivamente mi hermana se midió… ¿acaso el amor la habrá cambiado?

Iván regresó a la sala de banquetes con una sonrisa tonta en el rostro y mirando al cielo, mientras que yo lo seguía con la boca abierta y juraba internamente el no tocar jamás los fusibles sueltos de mi esposa o cuñado o… ¿sabes qué? ¡Simplemente nunca le picaría las costillas a nadie de esta familia! ¡A nadie!

♦ ♦ ♦

—Emil, te estaba buscando —al entrar al salón, Lise se acercó, sonriendo—. Iván, le he explicado a Uschi, pero será mejor que vayas a verla para que no se preocupe más.

—¿Le explicaste? ¿A Uschi? —Iván alzó las cejas con incredulidad.

—Sí —Lise se acercó a Iván y le susurró unas palabras para luego alejarse con los ojos entrecerrados en una mueca astuta—. Ésa es la versión oficial, ¿entendido, hermanito?

—Por supuesto, Lise. —Iván imitó la expresión de su hermana—. Lo que pasó se irá con nosotros a la tumba, ¿a que sí, hermano? Todo bien. Somos familia, ¿qué no? —Iván se alejó riéndose, mientras me guiñaba un ojo.

Yo lo observé mientras se metía entre la gente para buscar a su hermana menor y un sentimiento cálido me llenaba el pecho.

—¿Emil? ¿Todo bien? ¿Iván te dijo algo? —Lise me preguntó preocupada.

—No, nada —sonreí. Mi adorable esposa me correspondió la sonrisa con otra igual—- ¿Puedo saber cuál es la versión oficial?

—Ah, eso…

Justo en ese momento, el sonido de una voz tambaleante se escuchó entre la algarabía. Me giré para ver a Joel en medio de la plataforma en la que tocaban los músicos. Se veía nervioso y, por alguna razón, tal vez por su característica timidez, su cara estaba roja y la voz le salía entrecortada. Parecía un ratoncito temblando ante un coro de gatos.

—Ho… hola… yo… yo soy Joel, el amm… ¿novio…? De Uschi, ella es la hermana de Lise… ¿la conocen? Sí, ésa… la novia…—Cuando una ronda de risas estalló en todo el vestíbulo, él se puso a murmurar para sí, pero con tan mala pata que no alejó el micrófono de su boca—. Obviamente, saben quién es Lise, es la novia. ¿Quién va a una boda sin saber quiénes se casan? Idiota…

Más risas se oyeron y, por fin, Joel alejó el micrófono de su cara sin dejarse de insultar.

Yo no pude más que hacer una mueca para evitar unirme al coro de risas lideradas por Iván, quien estaba a unos pasos de la plataforma, riéndose y abucheando al pobre Joel sin ninguna muestra de compasión… Sinceramente, no era nada sorprendente. Era Iván, después de todo.

Mi esposa, por el otro lado, lucía una sonrisa compasiva y me miró como para preguntarme de qué iba el asunto. Yo sacudí la cabeza para indicar que no sabía.

—Ah… sí… en fin… Sé… sé que… que es un día… especial para…Li-Lise y Emil y… no es que quiera quitarle luz a su día…. Es sólo que… Uschi y yo lo pensamos y… decidimos… que era un buen día… para decirles…

Una figura pequeña y enérgica apareció por detrás de Joel, le quitó el micrófono y, agarrándolo del cuello de la camisa, lo acercó para darle un beso bien plantado en los labios. El sorprendido Joel se quedó de piedra y con los ojos abiertos, sin reaccionar… al igual que todos en la sala.

—Y así es como se anuncia que nos vamos a casar… ¡¡Me dijo que sí!! —chilló Uschi en medio del silencioso salón de fiestas, con la mano izquierda del ruborizado Joel en alto y dando brinquitos de felicidad.

El dedo anular de Joel tenía un anillo dorado…

Poco a poco, palmada a palmada, el salón volvió a la vida con unos aplausos mal organizados. Traté de unirme al aplauso, más por instinto que por saber qué estaba pasando en realidad pero, de repente, el terror me paralizó como si recordara que había dejado abierta la jaula de un lobo hambriento en medio de una fiesta infantil.

En pánico, busqué con los ojos a Iván. Él estaba todavía donde lo había visto la última vez, pero ya no reía… estaba tan quieto como un árbol, con una cara que daba miedo y con el cuerpo encogido como un animal que se preparaba para atacar por sorpresa, mientras su atención se enfocaba sólo en la plataforma… o más bien, en el ratón… digo, en el hombre que su hermana abrazaba con una gran sonrisa.

Yo me quedé de piedra.

—Li… Li… Li-Lise… —me giré hacia ella—. ¿A-acaso vi… ¡!

—¿Sí, querido?

—Nada, nada…

Agité la mano y miré hacia el otro lado, aterrorizado.

Quería no haberlo visto pero estaba seguro de lo que vi: mi esposa tenía la sonrisa feliz que había tenido durante toda la tarde, pero sus ojos tenían el mismo brillo depredador que vi en los ojos de su hermano hacía sólo unos momentos.

¡Ah! ¿Qué hacer? ¿Qué hacer? Mi mente empezó a crear caos entre pensamientos.

Él era un buen muchacho pero… si intentaba dañar a Uschi, estos hermanos parecían más que dispuestos a enterrarlo vivo. ¿Debería advertirle?

Miré al apenado chico que parecía estar a punto de desmayarse pero que en ningún momento había hecho ningún esfuerzo por alejarse de la eufórica Uschi.

No, ya estaba bien hundido…

Además, si de verdad le hiciera daño a Uschi, ¿cómo podría dejar que se fuera de rositas? No, tendría que pagar por hacerle daño a una parte importante de mi nueva fam…

Una realidad me golpeó como un balde de agua helada.

Oh, Dios mío, estaba siendo como ellos.

Bueno, ¿qué esperaba al casarme en esta familia de lobos? Hasta un “inocente” conejo como yo tiene que afilarse los dientes si quiere proteger a su nueva familia.

Sonreí y aplaudí como todos los demás mientras mi yo interno soltaba un suspiro.

Joel… perdóname, chico.

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