Evento de San Valentín 2020 – Serendipia enamorada (1)

Escrito por Devany

Asesorado por Grainne

Editado por Michi


Un pequeño niño se encontraba escondido detrás del pequeño jardín secreto que encontró en su escuela. Quería aprovechar el recreo para reparar su máquina del tiempo y con ella, hacer que sus padres se contentaran.

—¿Qué se supone que estás haciendo?

—¡Eh! —el pequeño salto asustado y observó cómo una niña pequeña lo miraba con curiosidad.

—Es… ¿Prometes no decirle a nadie? —habló el niño mientras jugaba con sus dedos.

—¡Lo prometo!

—Bueno… ¡Es una máquina del tiempo! —moviéndose, le dejó ver su obra.

—¿Máquina del tiempo? Eso parece un carro.

—Bueno sí… pero será una máquina del tiempo. Y con ella viajaré a todas las épocas que quiera.

—¡Wow! Eso es increíble. ¿Pero es posible?

—Ya verás que sí. Ahora está en proceso de construcción pero, yo la veo muy bien. He utilizado todos mis conocimientos recabados por las películas de volver al futuro.

—Pero solo son peliculas…

—La ficción a veces supera la realidad. Antes nadie creía que se podía ir a la luna, creían que era solo fantasía lo que escribía Julio Verne.

—¡No sé quién sea él pero, tiene sentido! —la pequeña niña golpeó su mano con un puño y lo miró asombrada.

—¡Así es! ¡Además se ve genial! —el pequeño niño sonrió orgulloso hacia su obra maestra, un carrito de madera con una radio pegada con cinta. A pesar de su pequeña edad el niño era muy habilidoso con las manos y había hecho una muy buena versión del carro de la película con madera, recubierto de pintura plateada casi por completo. Tal vez lo único diferente es que el carro no tenía puertas y solo cabría un niño pequeño en el, pero bueno, detalles.

—¡Vaya! ¡Realmente es genial! ¿Puedo subirme?

—No.

—¡¿Eh!? ¡¿Por qué?!

—Por que aun no está listo.

—Oh.

—Pero cuando lo esté, serás la primera en subirse —contestó, logrando que la niña gritara emocionada. Aquello calentó el corazón del inocente chico, quien estaba feliz de poder al fin hablar con alguien.

—Pero recuerda, no le puedes decir a nadie —la castaña asintió repetidamente —Secreto.

—¿Y… cómo te llamas?

—Tania.

—Yo soy Edwin.

Y así pasaron los días. Aquella niña se había vuelto su primera y mejor amiga en aquel desconocido lugar, prácticamente se habían vuelto inseparables. Tal vez solo eran ellos dos pero para él era suficiente, con ella, podía soportar todas las burlas de sus compañeros. Se sentía invencible.

Antes de que ella llegara siempre estaba solo. Haber entrado a mitad de curso no era buena idea y lo sabía, pero parecía que su madre no. Todos ya tenían sus grupos y ninguno quería hacer parte al chico nuevo de extraños gustos, que creía en los aliens y gustaba de leer cuentos viejos junto a mangas shoujo, con ellos.

Pero cuando ella llegó, no pareció importarle ni burlarse de eso. Al contrario, ¡ella también lo disfrutaba! Amaba hablar de los distintos mangas que le gustaban en clase, y a pesar de las burlas se mostraba tan confiada. Él la admiraba. Quería ser igual tan fuerte como ella y por sobre todo, quería ser alguien al que ella amara, porque sí, su tierno corazón palpitaba por la castaña y no se avergonzaba por ocultarlo. Prácticamente la mayoría había llegado a tacharlo como el perro de Tania pero, a él no le importaba.

Se había vuelto inmune a cualquier “remolino” que acostumbraban a hacerle los bravucones del colegio. Para él, enfrentar eso no era nada si así podía proteger a su princesa.

Antes de conocer a esa niña odiaba estar ahí. Odiaba haber dejado a su padre, odiaba las decisiones de su madre, y tenía miedo de todo. Además de que se sentía increíblemente solo, tanto que había decidido intentar replicar la loca idea de la película del científico que viajaba en el tiempo con aquel chico. Pensaba que, si lograba viajar en el tiempo, podría regresar a donde su familia empezó a tener problemas y evitar que sus padres se divorciaran.

Pero de repente esa niña castaña de ojos avellanas llegó e iluminó sus días. Y, con el tiempo, logró hacer que el chico comenzara a disfrutar de la escuela.

Sin embargo, como cada día, el pequeño Edwin se encontraba acorralado. Era la cuarta vez que metían su cabeza en aquel retrete dentro del baño de hombres, y lo que según ellos era una actividad muy divertida no le gustaba para nada. Sus preciadas cartas de Pokémon de edición limitada que tanto esfuerzo había puesto para conseguirlas junto a su manga favorito, habían sido destrozadas y tiradas frente a él.

Después de otras rondas con su cuerpo de cabeza, por fin lo dejaron tirado. El pequeño empapado camino fuera de aquel lugar, abrazando los restos de sus preciadas cosas, con la cabeza cabizbaja.

—¿De nuevo Ed? —dijo la niña mientras sacaba un pañuelo y limpiaba sus heridas, mirándolo con pena.

El niño solo sonrió como respuesta y le restó importancia.

♦ ♦ ♦

—Hola guapo —sonrió coqueta una muchacha pelirroja con vivos caireles que llegaban hasta su cintura, algunos cayendo frente a su rostro. La delgada chica de 16 años se sentó a lado de quien consideraba “el chico perfecto”. El solo se rió y no le tomó importancia.

—De nuevo con eso, deberías dejar de bromear. ¿Qué pasaría si algún pretendiente tuyo te escuchara?

—¿Que tendría de malo que lo hicieran? —respondió, tan digna como siempre.

—Vaya, nunca superaré esa confianza tuya pero a comparacion de ti, yo si tengo a alguien que me gusta. Y no quisiera que Tania lo malinterprete —aquel delgado muchacho con lentes se sonrojó intensamente y bajó la cabeza apenado, su negro cabello junto a sus grandes gafas cubrían su mirada.

La chica pelirroja solo se rió y molestó al chico por su tierno enamoramiento. Sin embargo, contrario a su actuar, ella solo podía sentir su corazón quebrándose cada vez que aquel dulce y tierno muchacho mencionaba a su enamorada.

—Buenos días —entró sonriente una chica de cabello castaño lacio, saludando a sus amigas que se encontraban en la esquina contraria a ellos.

—Voy a ir a saludarla —habló el chico emocionado mientras se arreglaba el cabello y la ropa desesperadamente.

—Tranquilo, es solo un hola —se río ligeramente al decir eso para después levantarse de su lugar y ayudarlo a acomodar su camisa.

—¿Tengo comida en los dientes? —mostró exageradamente su dentadura, lo que para los compañeros detrás de ellos dio asco. Sin embargo las miradas de estos pararon en el  momento en que el chico se desconcentró mirando a su enamorada, pues la pelirroja aprovechando su distracción miró aterradoramente a aquellas personas, amenazándolas con una seña como si cortara su cuello. Estas temblaron de miedo para después bajar su mirada nuevamente a sus libros.

Cuando aquellas miradas cesaron, la chica regresó su vista, ahora en calma, al muchacho frente a ella, y le dio una palmadita de aliento. El muchacho era más pequeño que ella y aunque para muchos podría verse como un perdedor, para ella aquel chico de tierna mirada tras esos lentes, con una sonrisa tonta de enamorado y que siempre decía chistes malos, era perfecto.

—Te ves genial. Si ella no lo nota deberías voltear a verme a mí —sonrió descaradamente mientras le guiñaba un ojo. El pelinegro solo se sonrojó por lo dicho y la miró molesto.

—Te digo que estas bromas tuyas no son divertidas, Colette, pero bueno… ¡Allá voy! —caminó emocionado hacia el pupitre de su enamorada. Sus movimientos eran robóticos y erráticos, además sudaba mucho.

Oh Dios, espero no oler mal, no me bañé el día de hoy, pensaba.

Cuando llegó frente a ella se recargó de forma cool mientras sonreía coquetamente, o eso pensaba, porque en realidad su sonrisa salió chueca, su rostro estaba sonrojado y su pose era poco ortodoxa. Después inevitablemente miró con ojos de cachorrito enamorado a aquella chica y gritó tiernamente un:

—¡Hola Tania! —Las chicas que acompañaban a esta eran 5, y la rodeaban como una mientras lo miraban con desprecio.

—¿Necesitas algo?

—Solo quería saludarte y ver como estabas. Ya sabes, hace tiempo que no hablamos como antes… —aquel tierno chico la miró con tristeza.

La contraria no sabía qué pensar, era cierto que desde que ingresaron a aquel nuevo instituto las cosas cambiaron, pero es que ella quería ese cambio. Deseaba experimentar las cosas que antes no había vivido y dejar su época oscura en el pasado, sin embargo… su amigo era parte de ese pasado. No quería ignorarlo pero sus nuevas amigas no lo consideraban alguien de su círculo.

Con aquel dilema en mente, al final decidió ignorar a sus amigas y hablar con el chico en cuestión, pero antes de hacerlo notó que este miraba nerviosamente en una dirección. Siguiendo su mirada observando cómo una chica pelirroja con rizos y ojos castaños lo miraba sonrientemente mientras le levantaba los pulgares al pelinegro. Aquella acción pareció tranquilizar al muchacho quien sonrió más confiado y eso, por alguna razón, la molestó.

—Bueno, he estado ocupada —respondió de forma cortante, no muy orgullosa de su comportamiento.

El muchacho solo bajo la mirada apenado, pero no pensaba rendirse tan fácilmente.

—Bueno, qué tal si salimos en la tarde. Podemos ir al puesto de manga que está a unas cuadras de aquí, hoy habrá descuentos en-

—¿Mangas? ¿Te gustan esas cosas Tania? —una de sus amigas de cabello corto color oscuro la miró extrañada.

—Jajaja claro, que no —está río nerviosa.

—Pero si tú y yo…

—Hablamos luego, Edwin —habló de forma rápida dirigiendo su mirada al frente con sus amigas, dándole la espalda.

—Dios, qué muchacho tan insistente, ¿no te molesta? —mencionó en voz baja una de las chicas, mientras las otras que la rodeaban reían y esta solo sonreía apenada.

Detrás de ellos, aquel muchacho se regresó cabizbajo a su puesto, donde fue recibido por Collete.

—¿Entonces? —Él solo le contestó negando con la cabeza.

♦ ♦ ♦

—Colette, esto no está funcionando.

—Bueno, te he dado ya muchos consejos pero… eres pésimo coqueteando.

—¡Oye!

La pelirroja imitó la extraña pose de él de hace unos momentos y sonrió con galantería para luego transformar su cara en la de un tierno cachorrito y gritar:

—¡Hola Tania!

—Ya déjame.

—Es que… ¡¿Cómo demonios pasaste de un estado de galantería exagerada a gritar como colegiala enamorada?! Ahh —suspiró dramáticamente, con una expresión que decía no tienes salvación.

—Agh, soy un asco —se acurruco más en el suelo mientras cubría su rostro sonrojado con vergüenza.

—No. Eres extremadamente lindo.

—Déjame en paz Colette, sabes que nunca lograré que Tania me vea.

—Umm. Pues entonces ella esta ciega y es una estúpida.

—No digas nada malo de ella —habló enojado. La chica iba a contestar agresivamente como de costumbre pero noto que el chico se encontraba muy sensible, y decidió tranquilizarse.

—Edwin, eres un chico muy dulce, inteligente, divertido y guapo… y yo…

—¿Tú?

—Estoy segura de que ella lo notará. Solo dale tiempo —habló con una falsa sonrisa.

—Hola, retardado —gritó el bravucón que lo aterrorizaba en su infancia, sin embargo, contrario a aquellos tiempos, la pelirroja se paró frente a él y le dio un puñetazo en el rostro sin ningún esfuerzo.

—¡¿Colette?!

—Ups.

—¡Perra! —el chico enojado se levantó para abalanzarse hacia ella, sin embargo, los muchachos detrás de él lo detuvieron.

—¡¿Acaso no sabes quién es?!

—¡No me interesa!

—Es la delincuente del distrito 22, se llama Collette. Se dice que fue expulsada de su anterior colegio por dejar en coma a más de 100 hombres.

—¡Eso es una exageración!

—¡No lo es! ¡Vámonos!

—¡Corran cobardes! Cuando quieran acá estoy para darles unos #$/% y meterselos por el #”$#%.

Y así, tan rápido como llegaron, se fueron corriendo con su líder gritando incoherencias.

—En serio, eres terrorífica —el chico la miraba con admiración.

—Oh, cállate, sabes que no he derrotado a más de 100 hombres.

—Y si lo fuera, no tendría nada de malo. Al contrario, sería genial —dijo inocentemente, sin notar que aquello provocó un extenso sonrojo en la pelirroja y que esta comenzara a temblar como chihuahua mientras desviaba la mirada.

—Bueno. Salgamos, no sé por qué seguimos perdiendo el tiempo aquí si ya se acabaron las clases —contestó bruscamente para luego empezar a arrastrarlo.

—No tengo ganas de hacer nada, Colette. ¿Podemos dejarlo para después? —habló el chico mientras era arrastrado por su amiga.

—¡No! —lo miró enojada, aquella chica era aterradora, conocida como peleonera o yankee, el joven muchacho no pudo evitar asustarse un poco por la oscura aura que emanaba, que contrario a sus pensamientos en verdad la chica gritaba internamente de emoción por ser nombrada genial por el chico que le gustaba.

—No sé qué te habrán dicho para que estés tan triste porque lamentablemente estabas muy lejos como para escucharte, pero sé que no pienso dejarte así —habló con la mirada decidida.

Antes de que pudiera contestarle, ella lo lanzó dentro de un local, provocando que cayera estrepitosamente.

—¡¿Qué rayos te pa… —frente a él, se encontraba su tienda favorita de mangas, el local donde quería llevar a Tania, que contaba con 50% de descuento solo este día. Miró a su amiga confundido, sabía que a ella esto no le interesaba.

—No me mires así, puede que no conozca mucho de esto ni lo entienda pero… es algo que a ti te gusta.

—¿No crees que es algo estúpido?

—¿Por qué habría de creer eso? Que una persona tenga mucha pasión por algo, por el contrario, me da celos. Quisiera tener la misma emoción hacia alguna cosa —sonrió apenada rascándose la cabeza—. Aunque te digo, no entiendo mucho esto pero podrías enseñarme jejeje.

El muchacho le sonrió con ternura, para después mirar con emoción los distintos tomos que había y jalarla de la mano para mostrárselos. Por alguna extraña razón, cada que avanzaban la gente se apartaba y les cedían espacio. El muchacho no podía entender por qué, ya que siempre que él iba lo empujaban pero, no se iba quejar, al menos así podía mostrarle todo lo que le gustaba de mejor manera a la chica.

Era divertido estar con ella, Colette parecía interesada en lo que decía y reía cuando él se emocionaba demasiado y terminaba levantando mucho la voz. El tiempo en su compañía pasaba rápido, así que después de algunas horas mientras hacían fila para pagar lo que llevaban, pensaba que no estaría mal invitarla más seguido.

Cuando salieron del local, ya era muy tarde. Así que Edwin se ofreció a acompañarla.

—¿Me vas a acompañar a mi casa? Qué galán —le sonrió coquetamente queriendo aventarlo despacio por la pena a la vez que jugaba con su cabello. Sin embargo, no contó con su fuerza sobrehumana y la poca resistencia del chico, provocando que este saliera disparado varios metros. La chica asustada corrió a su lado a auxiliarlo.

—Si… bueno, si vas a empujarme cada vez que lo haga no se si convenga hacerlo —rió divertido sobándose la cabeza y acomodándose los lentes.

—Nonononono como crees, es que eres muy débil… digo, no es que tenga algo de malo ser débil, eso te hace muy atractivo, no, quiero decir —la chica avergonzada por su error, empezó a decir incoherencias. Edwin solo la miro confuso para después reírse.

—Tranquila, mejor dime dónde está tu casa, puede que no lo parezca pero soy un caballero —se irguió como soldado pero terminó agachándose por el dolor en su cuerpo debido a la caída.

—No te preocupes… ¡yo te llevaré!

—Espera, no es… ¿¡Por qué de esta manera!? —gritó avergonzado mientras era cargado por la chica y ella empezaba a caminar con él en brazos tal como una princesa.

♦ ♦ ♦

Cuando venía de regreso a su casa, se encontró con Tania frente a su puerta. Ella parecía apenada, vistiendo un lindo vestido veraniego.

—¿Tania? ¿Estás bien? ¿Pasa algo? Estás temblando…

—Perdón, no pensé que fueras a tardar mucho y sin darme cuenta empezó a enfriar… ¿Dónde estabas? —hablo mientras el chico la invitaba a pasar a su casa, a lo que ella se negaba.

—Salí con una amiga —sonrió recordando lo de hace unas horas. Nicolle noto aquella sonrisa y, por alguna razón, no le gusto.

—Bueno, pues estuve esperando aquí para que fuéramos a la tienda de mangas que ambos amamos, pero parece que cambiaste de planes.

—¿Eh? Pero habías dicho…

—Nunca dije que no iría, ¿no? Es solo que me hablaste en un mal momento.

—Oh, lo siento, supongo que me confundí —habló apenado.

—Bueno… ¿pero podríamos quedar otro día no? ¿Qué tal si… vamos al autocinema que habrá este viernes? No necesitas tener carro, dijeron que habrá unos de muestra que podemos utilizar o con poner una simple manta basta, además, pondrán la película del protegido, sabes que te encanta —sonrío mientras lo empujaba delicadamente con vergüenza, algo que le provoca gracia al muchacho, pues inconscientemente recordó lo vivido anteriormente con Collette.

¿Qué clase de fuerza sobrehumana tiene esa chica?

—¿Ed?

—¿Uh?

—¿Qué opinas? ¿Te gustaría salir?

—¡Claro que sí! Podría preguntar si… —jugó con sus manos apenado mirando hacia abajo—. ¿Es una cita? —la miró esperanzado.

—Tómalo como quieras —sonrió inocentemente, provocando que el corazón del muchacho saltará como un tren desbocado, y su sonrisa se ensanchara. Ella lo miró divertida, sin embargo recordó algo que la molestaba —Y sobre lo de hoy… te he dicho que podemos hablar solo fuera de la preparatoria.

—¿Pero por qué?

—Es solo que, esas chicas te pueden lastimar Ed, y eres muy sensible. No soportarías el humor de ellas.

—Pero, ¿entonces por que te juntas con ellas?

—Porque son mis amigas… que hablando de eso, últimamente te estas juntando mucho con la delincuente de la clase.

—No es ninguna delincuente —la miró enojado. Aquello la desconcertó, pero decidió dejarlo pasar.

—Como sea, ya es muy tarde. Nos vemos mañana —Se despidió dándole un rápido beso a la mejilla al pelinegro, que dé la impresión salto, provocando que sus lentes se cayeran y dejaran ver sus preciosos ojos grises que la miraban con ensoñación. La chica sonrió tímida y dio la vuelta, caminando de forma rápida en dirección hacia su casa, la cual se encontraba frente a la de él.

Al verla entrar el abrió rápidamente su respectiva puerta y entró corriendo emocionado.

—¡Mamá! ¡¡Tengo una cita!!

—¡¡Demonios Ed, al fin!!

♦ ♦ ♦

Edwin miraba ensoñadoramente en dirección a la castaña de sus sueños, quien platicaba con sus amigas.

—Nuevamente eso —susurró Collette con pena. Después sonrió y caminó hacia el muchacho.

—Buenos días, ¿pasó algo bueno? Te noto muy feliz.

—Voy a tener una cita.

—¿¡Qué!?

—¿Eh?

—D-Digo felicidades. ¿Tania al fin aceptó?

—Parece que sí, iremos al autocinema —Edwin sonrió muy feliz y emocionado, dando saltitos mentalmente. A la mente de la pelirroja, el joven parecía tener orejas y cola de cachorro, las cuales agitaba felizmente. A la vez que susurraba cosas como—: Nos vamos a casar, adoptaremos un perro y seremos muy felices.

—Oh… eso es bueno… Te deseo lo mejor en tu cita Ed —aunque le dolía, le alegraba verlo muy feliz, así que enfocándose solo en lo segundo acarició el cabello del pelinegro, este correspondió la caricia.

Como un perrito, es demasiado liiiiindoooo ahhh, ¡mi corazón!, pensaba.

♦ ♦ ♦

Mientras salía tranquilamente de la preparatoria, fue acorralada nuevamente por una pandilla. Estaba empezando a cansarse de esto, era cierto que antes era muy temperamental y sumando su aterradora mirada, que a veces ni siquiera tenía la intención de serlo, siempre terminaba involucrada en peleas. Pero vamos, la chica intentaba mejorar y la siguen acosando con esto.

—Hoy no estoy de humor.

—¡Queremos la revancha!

—En serio chicos, esto ya me está cansando. ¿No saben que soy una chica? ¿Acaso no son lo suficientemente caballeros como para no golpear una chica?

—¡Tú no eres una chica, eres un monstruo!

—… Supongo que a Ed no le importara que me relaje un poco con ustedes —dijo mientras se tronaba el cuello.

—¡Eso! Esta vez será… ¡N-No! ¡Deja la cabeza de Steve!

—¡Sigan sin mi! —grito Steve antes de caer inconsciente.

—¡Steveeee!

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