Escrito por Noah
Asesorado por Maru
Editado por Michi
Los rayos del sol se filtraban entre las ramas, entregando cierta calidez al frío ambiente de aquella mañana. Lentamente, los habitantes del bosque empezaron a mostrarse, expresando con gran esplendor la vida natural y monstruosa del lugar.
La nieve de forma lenta se iba derritiendo ante el sol, convirtiéndose en un ligero rocío sobre las plantas y causando que criaturas similares a conejos peludos de color negro salieran de sus madrigueras; sin embargo, minutos después que estas pasearan por el exterior se metamorfosearon en caballos o perros y corrían por el bosque en busca de alimento. En ciertos momentos, las criaturas (pookas) causaban estragos en sus carreras por el bosque a causa de sus actitudes traviesas, llegando a asustar a una manada de ciervos dorados de grandes cornamentas que pastaban tranquilamente por la zona y saboreaban las tiernas hierbas que brotaban de la tierra.
Entre los grandes árboles que apenas recuperaban sus hojas, se empezó a escuchar el canto de varias aves que se colocaban entre sus ramas en busca de abrigo aquella mañana. Por su parte, algunos monstruos voladores se empezaron a avistar en sus vuelos matutinos, revelando sus grandes figuras sobre el cielo. Enormes cuervos graznaban con fuerza, colocándose en ciertos árboles para observar su alrededor; mientras que unos pájaros de cuello largo como cisnes revoloteaban por el lugar, mostrando su plumaje brillante similar a piedras preciosas.
Todo en aquella mañana no dejaba de emanar un aire armonioso y tranquilo que podía traer paz ante el curioso equilibrio del lugar… pero para el rey demonio no causaba más que ansiedad.
Caminó por el bosque, mientras meditaba sobre lo que había sucedido momentos atrás. Había sido transportado de la capital humana al bosque, un viaje en el cual había durado cinco días en recorrer (tres, si no se hubiera detenido a presentarse a los monstruos de esas zonas y mantenerse desapercibido de los humanos).
Era claro que los humanos no eran responsables de lo que sucedió, no tenían el talento mágico ni el conocimiento para realizarlo sin importar el tiempo que hubiera pasado. Un goblin tendría más probabilidades que esos gusanos. Pero también estaba el ambiente…
El rey demonio inhaló profundamente, sintiendo el aroma a hierba tierna en medio de aquel ambiente fresco, claramente contrastando con el ambiente frío y ventoso que recordaba de la última vez que estuvo en el bosque; esto solo demostraba que no solo había sido teletransportado de lugar.
Frunció el ceño ante la idea de que aquella experiencia pudiera haber sido una premonición, pero no tenía tal talento y una revelación divina estaba fuera de discusión por la relación entre dioses y monstruos. Por otra parte, seguía llevando las ropas humanas, confirmando que no había sido una premonición o sueño.
Pronto detuvo sus pasos cuando una manada de wargs había aparecido frente a él. Los lobos monstruosos lo miraron detenidamente hasta que el alfa de la manada caminó hacia el rey demonio. La fiera criatura era un warg de gran tamaño con una cantidad de cicatrices sobre su pelaje, y aunque mantenía un fuerte semblante había rastros de cansancio sobre él. El lobo monstruoso se paró frente al azabache, entregándole una mirada solemne, y bajó su cabeza en modo de respeto momentos después. La manada de wargs siguió el ejemplo de su líder y se inclinaron ante el rey demonio, reconociéndolo como su soberano.
El rey demonio los observó, manteniendo una postura orgullosa, mientras relajaba su cuerpo ante las palabras de la criatura. Habían venido a entregar sus respetos al descubrir su regreso. La familiaridad de las acciones de la manada de wargs entregaba cierta tranquilidad al azabache; después de todo, había recibido el mismo tipo de reverencia de otros monstruos al dirigirse hacia la capital.
Sin embargo, toda esa tranquilidad se acabó cuando observó a un miembro en particular de aquella manada. Aquel cachorro que había conocido la primera vez que había salido del templo, se hallaba alegre y ruidoso entre los lobeznos careciendo la herida que lo identificaba como el único superviviente del ataque humano.
El rey demonio tragó en seco y observó con más detenimiento a los wargs, distinguiendo a los que una vez fueron cadáveres desollados por humanos.
—¿Por qué…? —respiró agitadamente. —¡Humanos! ¡Ustedes fueron atacados por humanos!
La manada de wargs lo miraron confundidos y entre aullidos ligeros como si fuesen ladridos expresaron en su lengua:
—Los humanos no han ingresado al bosque por más de dos primaveras.
El rey demonio retrocedió alarmado, pero antes que pudiera volver a hablar una criatura había llegado en ese momento. El fuerte aleteo de un grifo causó una ráfaga de viento a su alrededor y con gracia aterrizó frente a ellos, guardando sus alas pardas al acto. La criatura, mitad águila-león, miró al azabache y con la elegancia de su especie se inclinó ante su soberano, moviendo una de sus alas sobre su pecho para dar más respeto a su saludo.
—Roor — canturreó el grifo.
El rey demonio lo miró palideciendo al acto cuando escuchó su mensaje: había llegado para entregar sus saludos a su rey tras haber sentido su energía liberarse en el bosque. El joven azabache se volteó hacia la manada de wargs intentando confirmar su terrible presentimiento.
—¿Eso es cierto? ¿Ustedes también vinieron al sentir mi esencia? ¿No por los rumores?
El alfa warg ladeó su cabeza y se sentó (siendo imitado por la manada), parecía confundido por las palabras del monstruo humanoide, pero rápidamente acabó contestando a su rey.
—Nosotros también habíamos sentido su presencia inconfundible —expresó con aullidos ligeros.
El rey demonio se quedó en silencio. Los monstruos presentes no les prestaron mucha importancia a su actitud y en su lugar celebraron su regreso. Realmente ellos no comprendían el estado de pánico en el que se hallaba el rey demonio.
Los aullidos y graznidos alzaban aclamaciones del regreso del rey demonio, atrayendo a otros monstruos. Unos Hrafns se sentaron en las ramas de los árboles lanzando sus craw como un himno, mientras algunos pookas en sus diferentes formas negras entregaban ligeras risas de bienvenidas. Unas criaturas con la forma de ardillas con cola corta, se asomaron de sus madrigueras (entre las raíces de los árboles) y dando ligeros chillidos, mientras se levantaban de sus patas traseras para luego caer de cuatro patas, proporcionaron sus saludos.
Las diversas voces que se escuchaban a su alrededor empezaron abrumar al azabache, causando que se cubriera los oídos en un intento de silenciar el ruido. Le dolía la cabeza. Su respiración se enganchó por un momento y antes que pudiera controlarse gritó:
—¡Cállense!
El silencio inundó su alrededor ante su voz; los monstruos lo miraban quietos mientras él respiraba pesadamente. Pronto el rey demonio se dio cuenta de que había acabado de utilizar su propia energía (la poca aura que podía producir) para someter a los demás. Chasqueó la lengua (un tanto molesto) ante su movimiento irracional. Gritar así no hacía nada más que demostrar su debilidad. Pero antes de que volviera a hablar, se escucharon fuertes graznidos en una cierta dirección. El rey demonio miró directamente hacia el lugar origen de aquellos sonidos para luego estrechar sus ojos al reconocerlo. Algo estaba atacando a los hercinias.
Sin pensarlo mucho, empezó a caminar hacia la dirección del sonido, siendo seguido por la manada de wargs y el grifo, mientras algunos hrafns sobrevolaron el lugar, ocultándose gracias a su plumaje negro entre las sombras. El rey demonio simplemente les dio una mirada plana, tratando de no tomarle mucha importancia a que le siguieran; no le interesaba sus razones para seguirlo, siempre y cuando no interfirieran en su camino. Chasqueó la lengua y siguió su camino. Lentamente la densidad del bosque iba disminuyendo, causando el raro sentimiento de familiaridad dentro del niño.
¿No he estado por aquí antes…? No, más bien, ¿no hecho antes esto? Pensó el azabache, pero el pensamiento se esfumó cuando los wargs empezaron a gruñir a unos pocos metros del lugar, mientras los hrafns graznaban molestos haciendo que el rey demonio los mirara y con voz fuerte ordenó:
—Silencio —los monstruos obedecieron al instante y luego añadió—. Ahora en adelante, no me sigan, iré yo solo —iniciando a caminar de manera solemne, mientras intentaba mantener su presencia intimidante.
Rápidamente detuvo su caminar cuando sintió que algunos monstruos lo seguían. Miró de reojo y notó que eran algunos cachorros wargs, especialmente aquel cachorro hiperactivo. Chasqueó la lengua y los detuvo de golpe.
—Warg Alfa, te recomiendo controlar tus cachorros. No quiero que me sigan ni me molesten —ordenó con voz fría.
El alfa acató rapìdamente y junto a varios wargs tomaron a los cachorros, colocándolos a sus lados, mientras estos empezaban a gimotear y miraban desilusionados a su soberano, pero al final aceptaron la orden. Por otro lado, el cachorro hiperactivo parecía ser el más testarudo, ya que trataba de seguirle a pesar que un warg adulto lo mantenía en raya. Aún así, el rey demonio decidió ignorarlo y siguió su camino.
Cruzó el bosque y llegó a un camino de tierra, logrando recordar el porqué sentía tal familiaridad en ese momento. Frente a él se encontraba la misma escena que había vivido días antes (¿en la visión?). No, era una escena muy similar (casi idéntica) a la que había vivido pero claramente diferente. Aquellos humanos que una vez habían desollado a los wargs, se hallaban eliminando a los hercinias y desplumándolos de sus plumas brillantes, mientras algunas de aquellas pobres criaturas de cuello largo se hallaban atrapadas en jaulas.
—¿Un niño? —exclamó de repente uno de los humanos al notar su presencia.
Las miradas curiosas de los humanos cayeron sobre el rey demonio, mientras en susurros mencionaban la apariencia exótica del azabache. El rey demonio sintió un escalofrío al recordar aquellas miradas de aquellos humanos de la ejecución; aun así, se mantuvo en su lugar para enfrentarlos. Vio cómo varios humanos empezaron acercarse a él, dando amigables sonrisas, pero pronto se detuvieron y mantuvieron distancia ante su mirada molesta.
—Hey… pequeño, ¿qué haces por aquí? —preguntó el líder del grupo.
El rey demonio lo miró un tanto curioso, si recordaba bien le habían hecho esa pregunta antes, pero esta vez no estaba interesado en reunir información de esos humanos y decidió decirles (ordenarles) que se largaran de su territorio.
—Salgo del bosque —tapó su boca ante las extrañas palabras que había dicho. No planeaba decir eso, pero su cuerpo reaccionó al instante ante… ¿las palabras?
—Ya veo… ¿Y tus padres están cerca? —dijo el humano ignorando las reacciones del rey demonio —Hey, si estás solo, ¿por qué no vienes con nosotros…?
—No. Estoy bien aquí —respondió tratando de mantener su mente tranquila.
—Ya veo, pequeño… —murmuró el líder —Aunque no es una buena idea quedarse solo en este bosque. Es muy peligroso actualmente…
—N-No hay peligro… la doncella sagrada fue encontrada…
—¿De qué hablas niño? La doncella lleva sin aparecer en el continente aproximadamente 350 años…
El tiempo se detuvo para el rey demonio. Estaba mal… esto no estaba sucediendo y esos humanos eran unos mentirosos. Unos insectos mentirosos que descaradamente se atrevían a mentirle y engañarle.
—Tengo que ir a la capital —murmuró de repente, para sorpresa de todos (incluido el niño)—. Me llevarán hasta allá en sus caravanas —el rey demonio empezó a temblar. ¿Por qué estoy diciendo esto? Pensó alarmado.
Retrocedió sintiendo un dolor de cabeza por su entrante histeria, mientras los humanos continuaban hablando con las mismas frases que anteriormente habían usado. Tenía que salir de allí antes que…
—Vamos, niño —dijo un humano, sujetando la muñeca del azabache.
—No, yo… —su voz fue ignorada y fácilmente lo tomaron a causa de su pequeño tamaño.
Gritó alarmado ante la insistencia de los humanos que reían y sonreían hacia él, mientras varias manos sujetaban su cuerpo. No quería que lo tocaran, tenía que alejarlos, tenía que recuperar su libertad, tenía…
Un gruñido se escuchó, deteniendo al grupo de humanos. Miraron hacia el bosque, notando el movimiento de la maleza hasta que salió de ella el cachorro warg. Los humanos observaron con extrañes (y diversión) el comportamiento de la pequeña criatura (del tamaño un perro mediano), que mordía sus pantalones en un intento de retenerlos o les gruñía. Pero rápidamente se volvió molesta su insistencia cuando notaron que el cachorro no los dejaría en paz.
—Maldición, no deja de perseguirnos —dijo un humano ante los incesantes gruñidos del cachorro y le dio una fuerte patada en un intento de callarlo.
El pequeño cachorro lanzó un lamento y cayó al suelo adolorido, lo humanos rieron de la situación de la criatura murmurando sobre su pelaje y cómo podían conservarlo o venderlo.
Pronto, una fuerte sed de sangre se sintió en el bosque, mientras sonidos fieros y monstruosos se empezaron a escuchar cerca de ellos. Los humanos miraron a su alrededor, intentando encontrar el propio origen de aquella presencia maligna hasta que bajaron su mirada hacia el niño que mantenían consigo. La mirada cruel y fría digna de un monstruo aterró al grupo y rápidamente lo soltaron, empezando a retroceder lentamente del azabache.
El niño los miró con sus ojos rubí, demasiado antinaturales para ser humanos, mientras varios monstruos salían del bosque y caminaban al lado del rey demonio.
—¿Nadie les ha dicho que no deben entrar en este bosque? —inició el monstruo humanoide esbozando una sonrisa afilada—. Supongo que solo debemos recordarles de quién es este lugar…
Y el rey demonio rió ante la exterminación de los invasores.
1. Los pookas, seres pertenecientes a la mitología irlandesa, son una especie de duendes malignos que, según las leyendas, recorren las zonas remotas aterrorizando al ganado y a las personas, que exigen parte de las cosechas finales de los pobladores.
2. Pertenecientes al folclore europeo, los goblins son seres asociado con la muerte y el fuego, parecidos a los gnomos, solo que más grotescos y malhumorados.
3. Cuervo, en nórdico antiguo.
4. Las Hercinias son aves, pertenecientes al folclore europeo, que servían de faro para los viajeros, pues sus plumas se encendían e iluminaban el bosque Hercínico de Alemania.