El Rey Demonio y la Bella Villana – Capítulo 5: Segundo reinicio

Escrito por Noah

Asesorado por Maru

Editado por Michi


Nada era como recordaba.

La última vez que había recorrido los bosques hacia la capital humana, había notado la disminución de los monstruos en sus territorios y la completa desaparición del miasma. Pero ahora, era todo lo contrario.

Los monstruos se hallaban fortalecidos al punto que sufrían de sobrepoblación, obligándolos a desplazarse a zonas habitadas por humanos en busca de espacio. No obstante, esa no era la única razón por la cual buscaban nuevos territorios. El miasma, que siempre había formado parte del hábitat de los monstruos, los forzaba ahora a mantenerse alejados de ella. A pesar del equilibrio que habían logrado los monstruos tiempo atrás gracias a los años de evolución y adaptación que habían tenido.

Pero lo más preocupante era que el miasma se encontraba en un desequilibrio y descontrol, devorando toda vida a su alrededor (tanto vegetación como animal), iniciando a devorar a los monstruos. Incluso él, el rey demonio, que había nacido del miasma mismo (o eso había dicho el viejo Fafnir), al tocar el viscoso líquido negro en un intento de equilibrarlo casi había sido devorado.

Esa había sido la sensación más atroz que había experimentado en su vida.

Caminó por los senderos de piedra que anunciaban la llegada a los territorios humanos (algo curioso, parecía que los humanos decoraban ciertas partes para diferenciar sus aldeas), avistando la extensa muralla que mantenía protegida a la capital. Pronto, notó la presencia de una gran cantidad de guardias que resguardaban y revisaban a los viajeros que intentaban entrar por la enorme entrada. Era extraño… estaba seguro que la última vez no había tantos soldados humanos, sino unos dos o tres como máximo.

Realmente tengo que dejar de pensar en ello, pensó el azabache entre un suspiro, sintiendo el inicio de un dolor de cabeza por todo esto. En todo caso, haría lo de antes: escabullirse entre las sombras para entrar. Evadió los guardias que custodiaban las puertas y mantuvo el paso hasta que llegó a lo que parecía ser la plaza de la capital, causando que se detuviera abruptamente.

Había humanos, muchos humanos… Sacudió su cabeza ante la extraña sensación que había sentido, mientras un escalofrío recorrió su cuerpo. Respiró profundamente en un intento de relajarse, pero pronto algo jalo su capa, alarmando al rey demonio. Volteó a ver al insecto que se atrevía a tocarlo, encontrándose con un grupo de cachorros humanos.

—Hey, ¿eres nuevo? ¿Quieres jugar? —dijo uno de los niños al ver al pequeño monstruo, mientras lo demás se movían a su alrededor en espera de su respuesta. Lo peor era que los humanos adultos los ignoraban y seguían sus caminos.

El rey demonio arqueó la ceja ante la extraña petición y utilizando la mejor forma de enfrentarse a esas criaturas enérgicas (¡Oh, por el Caos! Eran iguales de inquietos que el cachorro warg), les dijo: NO. Y corrió lejos de ellos.

Tras ese terrible encuentro, se acomodó la capucha que ocultaba su apariencia y caminó entre los humanos en busca de información. Meditó sobre si debía interrogar a un humano hasta que observó a uno muy viejo sentado cerca de varios artículos. Algunos humanos se acercaban al anciano e intercambian sus objetos a cambio de unos pedazos de metal pequeños y planos.

Él se ve útil. Normalmente los ancianos son sabios, incluso como humano debe saber muchas cosas. Iniciemos con él y con una pregunta fácil, meditó el azabache ignorando (desesperadamente) a los cachorros humanos que parecían sospechosamente rondar cerca de él.

—Hey, humano viejo. ¿Sabes sobre la ejecución? —inició el rey demonio.

El anciano lo miró sorprendido, para luego mostrar una expresión de extrañes por sus palabras. Probó un poco de su pipa vieja y exhaló un humo añejo que erizó al rey demonio al instante y lo hizo toser.

Huele como si quemaran leña vieja y podrida, pensó el niño monstruoso utilizando su mano para alejar aquel humo oscuro de él.

—No sé de qué hablas niño, no ha habido alguna ejecución por más de 40 años en el reino —respondió el anciano, probando de nuevo su pipa.

—Entonces… el desfile, el que se realizará dentro de unos días… ¿o es hoy?

—En serio, niño, ¿de qué hablas? —le interrumpió —Las únicas veces que se realizan desfiles es en el 14 de Aidhrios, en pleno verano. No hacen desfiles al menos que sea algo organizado por la realeza para celebrar una victoria o una boda real… cosas así —expresó el anciano, dando unas cuantas palmaditas en la cabeza del rey demonio. — Pero, no vayas diciendo tonterías como esas, que pensarán que estás loco…

—¡No digo tonterías y no me toques! —gritó, apartando bruscamente la mano del anciano. —Todos ustedes celebraban en estos días un desfile, había ridículos adornos con flores y cosa coloridas… ¡y todo era por la doncella sagrada! —explotó.

Respiró agitadamente hasta que después de unos minutos, percibió lo que había hecho. Miró al anciano que le veía sorprendido para luego notar la atención que había atraído ante su explosión; había varios humanos que se habían detenido y los miraban curiosos. Por su parte, el humano anciano le entregó una expresión molesta y dijo:

—¡Niño, sal de mi vista y no molestes!

El rey demonio bajó la mirada, gruñendo ligeramente, y obedeció a regañadientes, sintiéndose humillado por la situación. En especial, cuando podía escuchar los murmullos de los humanos que señalaban su actitud.

—Un niño grosero, ¿dónde está su madre para controlarlo?

—Seguro que es de la parte pobre…

—Es bastante tonto si no puede diferenciar las estaciones —rió una voz. —Todo el mundo sabe que adornas con flores en Ahdaine.

—Seguro que escuchó ese rumor…

Ante aquellas palabras, el azabache dio una mirada de reojo y decidió seguir a los humanos que habían mencionado sobre el rumor. Caminó tras ellos, quienes empezaban a alejarse hacia una callejuela, mientras escuchaba que el rumor sobre la doncella sagrada había sido incitado por un borracho de una taberna. Lo extraño, era que dichos humanos se dirigían en ese momento a la misma taberna, presentándose como una coincidencia demasiada sospechosa… casi como si fuese forzada a aparecer.

Pronto, llegaron a la taberna.

El lugar era una construcción pequeña de madera, llena de ruido y con un fuerte aroma a licor que la impregnaba de manera extraña. Los humanos (normalmente en grupo) se hallaban o bien en unos estados alegres o depresivos, pero siempre de una forma bulliciosa que molestaba al rey demonio. Los ignoró y trató de mantenerse inadvertido, ya que por lo visto, los cachorros humanos no eran muy bien bienvenidos allí (ser expulsado del lugar, por primera vez, fue un golpe a su orgullo).

Caminó entre pocas sombras y columnas que había, algo difícil cuando sus sentidos se hallaban ahogados por el ambiente del lugar. La llamada taberna albergaba un horrible calor húmedo y sofocante producido por la cantidad de personas que se hallaban allí, causando la sensación de asfixia en el rey demonio. Frunció la nariz ante el fuerte aroma a licor y sudor humano, revolviéndole el estómago al instante.

Este lugar es asqueroso, pensó con náuseas. No me siento bien… me ahogo… demasiados aromas, ruido…

Quería salir corriendo de allí y obtener un bocado de aire puro. Su cuerpo se tensó listo para correr, pero se mantuvo firme. Sacudió su cabeza ante la idea y tragó en seco, tratando de no llamar la atención. Con todas sus fuerzas, el rey demonio se concentró solamente en escuchar las voces molestas de su alrededor.

Había varias conversaciones sobre la doncella sagrada, pero la mayoría eran sobre el deseo que fuera encontrada pronto o si sería una mujer tan hermosa como Ahda (¿qué de esa vieja loca era hermosa? No sabía ni le importaba), haciendo al rey demonio resoplar. Pronto escuchó una conversación interesante y se detuvo entre las sombras para escucharla mejor.

—Te lo digo, la Orden mantiene oculta a la chica.

—¿Pero cómo sabes que es ella?

—Trabajo como jardinero… y la vi, la vi usar la joya, el corazón de Ahda —insistía el borracho, golpeando la jarra de cerveza contra la mesa.

—Sí, claro. Cómo eras ayer un repartidor y anteayer eras clero —bufó otro. —¡Deja de inventar historias!

—¡No miento! No la muestran por sus ojos, no son plateados… —susurró mirando a su alrededor.

—Cómo si fuera cierto. Además, aún si tuviera ojos plateados, eso no significa que sea la Doncella Sagrada. Hay una noble con ojos plateados y no es la doncella —exclamó uno de sus compañeros de mesa, entregándole un golpe a su amigo.

Lo que siguió después fueron varias bromas obscenas y quejas sobre la vida, perdiendo el hilo de la conversación anterior. Tras unos minutos, el azabache decidió partir del lugar.

Tomó una respiración profunda al instante que salió, sintiendo como el aire fresco llenaba su cuerpo y lo alejaba de aquella sensación ahogo. Tras tomar unas cuantas respiraciones (con gran alivio), caminó por las callejuelas, meditando la información que había obtenido.

Sí podía creer en esos humanos apestosos, existía una doncella sagrada que no tenía ojos plateados. ¿Quizás la mujer que se presentó a él en aquella ocasión en el templo? También que existía un humano con ojos plateados… Probablemente, la mujer de la ejecución.

Suspiró, se estaba volviendo demasiado extraño todo esto. Sucesos que no sucedieron, acciones que se repetían de una forma dolorosamente familiar, un cambio del ambiente a lo vivido y…

Sintió el fresco aire a su alrededor tras llegar de nuevo a la plaza; los humanos seguían sus vidas charlando, intercambiando objetos por pequeñas piezas metálicas o simplemente caminando, todo ello ignorando la presencia del único monstruo en el lugar. El rey demonio fijó su mirada en el horizonte, observando el despejado cielo azul.

—Está claro que no será invierno pronto —murmuró para sí mismo.

—Pues, duh, tonto. Son los primeros días de primavera —dijo una voz infantil a su lado.

El azabache se giró encontrándose con los cachorros humanos que anteriormente le habían molestado. El dueño de la voz, un niño tan alto como el rey demonio, lo miró con orgullo y dijo:

—Acabamos de salir del invierno, tonto. ¿Dónde has vivido? ¿Bajo una roca? —rio y tratando de verse más alto que el azabache agregó. — ¡Por eso te volverás mi seguidor y así te harás más inteligente!

El rey demonio solo arqueó una ceja ante las palabras del cachorro humano; aunque remarcó un punto importante de lo que sucedía. Ignoró al niño insistente y su grupo, que no paraban de llamarlo tonto, y caminó hacia un lugar específico. Parecía que las respuestas que necesitaba no serían dadas por monstruos o humanos, solo esperaba que los bastardos respondieran sino destruiría el lugar con fuego.

—¡Jajaja, siéntete feliz de poder estar con alguien tan listo como yo!

El rey demonio se detuvo molesto, pero antes de irse…

—¡Mamá, ese niño me pateó!

Y el rey demonio se rió.

♦ ♦ ♦

Aunque el templo de Ahda estaba destinado principalmente a la adoración de la diosa de la vida, había logrado encontrar en lo más profundo (y empolvado) del edificio, un viejo almacén que guardaba algunas estatuas de dioses del panteón antiguo. Las estatuas de allí no mostraban los mismos cuidados de las que representaban a Ahda, teniendo una gruesa capa de polvo. Pero eso no era algo que le importara, esos trozos de piedra solo servían como un medio de desahogo y una posible conexión con los bastardos hipócritas.

Ahora, no creía realmente que contestaran o aparecieran para responder sus preguntas, solo necesitaba gritar con todas sus fuerzas y destruir algo para sentirse mejor. Después de todo, era consciente de la verdad: los dioses los habían abandonado.

Siguió despotricando con malhumor sobre la situación actual, resonado en toda la habitación poco iluminada.

—¡Maldición, no me importa que no responda ni sus estúpidos planes, pero al menos la vieja entrometida debería tomar responsabilidad de esto y explicar las cosas! ¡Cómo si no fuera lo suficientemente molesta para meter su nariz donde no la llaman y causar problemas en este mundo! ¡¡Ya tengo problemas que lidiar con la forma en la que estoy atrapado!! —bufó. —¡Restablecimiento del orden mi trasero! ¡¿Qué está sucediendo aquí?!

Respiró agitadamente después de terminar sus quejas, mientras era respondido por el silencio. Gimió molesto, cubriendo su rostro con sus manos pequeñas. Tenía ganas de gritar y gritar, pero eso no resolvería nada y salía de una acción racional.

Quizás deba destruirlas de una vez e incendiar el lugar. Ver cómo los humanos corren como insectos debe animar mi humor… Además, es divertido, pensó entre un resoplido, mientras miraba a los claros responsables de lo que sucedía a su alrededor. Porque era claro que ellos lo eran y él lo sabía.

—En verdad, ¿deseas saber? —preguntó una voz.

El rey demonio se volteó, observando a la dueña de aquella voz. Blanca como ninguna, una joven mujer de aspecto tranquilo se hallaba frente a la puerta de la habitación. Ella esbozó una sonrisa al obtener la atención del rey demonio, mostrando en sus ojos plateados una emoción que desapareció tan rápido como había llegado.

—¿Responderás mis preguntas? —preguntó el rey demonio.

Ella solo sonrió.

—Por favor, sígueme —dijo la mujer empezando a caminar hacia la puerta.

El pequeño azabache arqueó una ceja al ver cómo la mujer salía de la bodega y chasqueó la lengua un tanto molesto. No tenía opción, por ahora ella era su única pista y aunque era imprudente seguirla, debía de hacerlo para descubrir qué sucedía. Tomó un bocado de aire y la siguió cruzando la puerta.

Pronto la puerta se cerró detrás de él, mientras sentía como su sangre ardía ante la cantidad de energía que rodeaba el lugar. Tensó su cuerpo y miró hacia la puerta, descubriendo que esta era muy diferente a la que una vez perteneció a la bodega. Con un ligero sudor sobre su frente, el rey demonio se volteó a ver la habitación donde se hallaba.

Era una extensa y grande biblioteca blanca.

Observó a su alrededor la infinidad de altos estantes llenos de libros, siendo estos últimos los únicos que tenía color en aquel extraño lugar. Alzó su mirada, descubriendo la existencia de un segundo piso junto a un techo con una cúpula cristalina que dejaba entrar una gran cantidad de luz. El rey demonio frunció el ceño y bajó su mirada notando la ausencia de sombras en aquella biblioteca.

—¿Un mundo artificial? —murmuró el azabache.

—En realidad, lo llamaría un espacio divino.

El rey demonio dirigió su mirada hacia la dueña de la voz, encontrando a la mujer sentada en una mecedora (muy elaborada) de mimbre blanco en medio de la biblioteca. La luz de unos grandes vitrales (tan altos que llegaban al inicio del segundo piso), iluminaron con fuerza detrás de ella de manera antinatural ante la clara diversión de su dueña.

El monstruo humanoide gruñó cubriendo ligeramente sus ojos con una de sus manos y exigió su identidad. Ella sonrió.

—Es un honor conocerlo, oh rey demonio, soy aquella que vigila que se cumpla el destino. La diosa Lucna —dijo para luego perder su sonrisa. Ladeó su rostro de manera indiferente y con una voz monótona agregó. —Y respondiendo tu pregunta inicial: estamos en el perpetuo reinicio de una obra de teatro que se repite como un ciclo.

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