El Rey Demonio y la Bella Villana – Capítulo 10: Segundo reinicio

Escrito por Noah

Asesorado por Grainne

Editado por Mich


Por unos minutos aquella declaración había formado un silencio en todo el lugar hasta que el peso de ella cayó sobre todos los presentes como un balde de agua fría.

Los murmullos de los sirvientes se empezaron a escuchar causando un ambiente caótico: comentarios nerviosos, cierto fanatismo insolente hasta plegarias a Ahda, todo eso se escuchaba mientras los nobles se mantenían en silencio. Gilbert tenía una mirada fría y profunda a pesar de tener una sonrisa educada, mientras que Celica lucía un rostro pálido y observaba sus manos como si fueran la cosa más interesante que hubiera visto.

¡Clash! El fuerte y contundente golpe del abanico sobre la mesa silenció a todos. Maō miró de reojo a la reina, observando el rostro sin emociones de la mujer. Esta alzó su barbilla y con una mirada penetrante, decretó:

—Todo lo que se escuche y vea en este día, en esta reunión, se mantendrá en máximo silencio. Ya sea noble o plebeyo deberán seguir mi orden, y aquel que se atreva a desobedecerla y lo divulgue, será encerrado en las mazmorras indefinidamente.

Vigiló las expresiones de los presentes, mientras su voz potente y autoritaria, dictaba su mandato de manera fría, buscando alguna insubordinación. Luego miró a su hijo, responsable de ese caos, manteniendo por primera vez en esa reunión un rostro tranquilo y carente de su sonrisa carmesí.

—Ahora, Lariel, querido, dime la razón de este espectáculo —se dio unos golpecitos sobre su mentón con el abanico, mientras estrechaba sus ojos purpuras. —Realmente espero una respuesta que no me decepcione.

El joven no respondió al instante, en su lugar ayudó primero a la humana del templo a sentarse en la mesa para después sentarse él y finalmente contestó:

—El templo mandó hace unas tres semanas un mensaje interesante, después de un ataque en el pueblo Vermarin del condado Esfena. En él, indicaron que una joven usó una misteriosa magia. Una magia solo vista en viejos cuentos —inició el príncipe y miró a su madre. —Fui a investigar y descubrí que no mentían. Puedes verlo como un mensaje divino o simple casualidad, pero hallaron a la doncella sagrada en estos malos tiempos.

—Oh, vaya. ¿Por eso trajiste una joven que dice ser la doncella sagrada, que porta con soberbia una joya que nuestro pueblo considera sagrado? No sabía que mi hijo había decidido leer cuentos en vez de velar por el reino.

—No soy tan ingenuo para caer en esas supersticiones, madre; pero no puedo negar lo que vi.

—¿Y qué has visto, mi niño? —la reina ladeó su rostro y estrechó sus ojos —Una joven de ojos verdes. Una joven que no tiene los ojos característicos de la amada doncella de nuestro pueblo.

—Una joven que podía usar el atributo santo y purificó una parte del pueblo donde los monstruos había atacado.

Maō frunció el ceño pensativo, aunque sabía que la situación de su especie era difícil, le era extraño que atacaran abiertamente una aldea sin un plan para colonizarla. Por otra parte, no sabía dónde quedaba esa aldea que hablaban para meditar sobre lo que decían.

—Muy interesante, viniendo del pequeño que era un fiel creyente de ellos. Aunque quizás deba preocuparme más que el templo pidiera ayuda al joven príncipe que al rey. Una interesante declaración de la Orden de Ahda, ¿no crees, mi niño?

—Ese es un comentario muy mezquino, madre. Quien te escuchara lo podría malinterpretar —dijo Lariel con una mirada seria.

—Por supuesto, querido, simplemente son palabras inofensivas —sonrió amablemente. —Aunque los rumores pueden decir otras cosas. Después de todo, el rey prefiere el dulce lecho antes que las voces de su gente —cubrió su sonrisa tras el abanico. —Supongo que debemos ser felices de ver a su regente niño trabajar por él.

El caballero estrechó su mirada hacia la reina ante su comentario, manteniendo un fuerte agarre sobre la empuñadura de su espada. El príncipe, por otro lado, se mostró tranquilo, dándole un gesto tranquilizador a la joven nerviosa de su lado. Era una simple muestra de amabilidad, un toque sobre su mano, pero había atraído la mirada plata de Celica por primera vez desde que Lucía se había presentado.

—Soy el príncipe heredero, madre —dijo Lariel. —En el futuro deberé gobernar el reino. Debo mostrar que guiaré al reino a una buena era. En especial, cuando su majestad, mi padre, me colocó esta responsabilidad. Una que el anterior falló…

La reina cerró su abanico de golpe, silenciando a su hijo. Ella lo miró y le dio una sonrisa.

—El rey no lo considero digno, Lariel. No tenía la imagen que él consideraba apto para el trabajo… Pero bueno, míranos, incomodando a nuestros invitados. Mejor concentrarnos en disfrutar esta hermosa mañana —expresó la reina. —Luego podemos seguir nuestro juego. Después de todo, necesitas mi movimiento para tu rey, ¿no es así?

—Bien —murmuró el príncipe, manteniendo su mirada seria.

—Maravilloso —dijo, haciendo un ademán para obtener más té.

La fiesta continuó de manera tranquila después de eso, permitiendo que los nobles hicieran algunas preguntas a la humana del templo, unas muy mundanas y sin importancia. ¿Por qué no preguntan o hablan sobre cosas más importantes? Cómo el ataque de monstruos o cómo descubrieron sus poderes…, pensó Maō, reteniendo la tentación de chasquear la lengua, y miró de reojo a los nobles.

A pesar de su reacción inicial, cada uno de ellos se mostraba tan serenos y educados que ponían de los nervios a Maō de su radical cambio. Aunque… había momentos que podía percibir rastros de algunas emociones sobre sus caras, pero estas le eran muy difícil de descifrar.

Pasaron varias horas cuando por fin la fiesta terminó para alegría de Maō. Celica y Gilbert se levantaron de sus lugares y entregaron sus despedidas correspondientes para luego partir. Maō los siguió de cerca, mientras escuchaba las palabras de la reina hacia su hijo.

—Ahora, querido. ¿Has terminado tu declaración pasiva o prefieres continuar ahora abiertamente? —preguntó la reina.

Trató no mostrar su interés en su rostro por la conversación de los humanos regios  y siguió caminando tras Celica. Si era sincero, hubiera preferido quedarse cerca para escuchar completamente lo que hablaban, pero tenía ciertos ojos sobre él. Por su resbaló anterior, había atraído la atención indeseada de la reencarnación del guerrero sobre él. Chasqueó la lengua al pensar en cómo casi se reveló por no controlar sus emociones inútiles.

Dirigió su mirada hacia los humanos frente a él, observando la expresión de la reencarnación de Adela, quien parecía estar mostrando por fin todas sus emociones como un libro abierto sobre su rostro. La joven mantenía un rostro pálido, respirando  de forma débil e irregular al punto de mostrar cierta fragilidad a su presencia; tocó su frente, mientras apretaba sus labios hasta volverlos blancos. Fue en ese momento que Gilbert tomó la mano de Celica y le dio una suave sonrisa.

—Celica, te ves mal. ¿No deseas que te ayude? —el joven mostró una expresión triste cuando ella lo rechazó. —Lamento lo que te hizo. Realmente, no esperaba que fueran a jugar contigo así… mostrar a esa chica frente a ti, que cruel…

Celica no respondió y en su lugar continuó caminando, luciendo cada vez más pálida;  sin embargo, cuando llegaron al límite del palacete, se detuvo abruptamente. El joven duque la miró y le dio otra sonrisa comprensiva.

—Lo lamento, querida, pero es hora de ponerte tu máscara. Nadie quiere ver ese aspecto trágico de ti, solo a la joven perfecta y digna que eres —dijo. —No te preocupes. Siempre estaré siempre a tu lado y nunca te soltaré tu mano, no soy como ellos.

Ella respiró profundamente y empezó a caminar tranquilamente bajo la guía de Gilbert, mientras mostraba una expresión fría y distante haciéndola ver casi digna, regia… sino fuera que para Maō lucía como si fuera una simple muñeca andante.

♦ ♦ ♦

Había pasado varios días desde la reaparición de la humana del templo y que el temperamento de dama Shenite se volviera impredecible, causando grandes estragos dentro de la madriguera que envolvió a Mao en molestos interrogatorios, pero al final pudo librarse de ellos.

Caminó por las calles de la capital hacia una dirección en concreto, mientras mantenía ocultaba su aprecia con su capa. Suspiró agradecido por primera vez de los llamados días libres (que había acumulado por accidente), realmente tras esos días de la invitación de la reina había sido problemático intentar escabullirse para investigar a la otra humana.

Pronto, llegó al templo de Ahda y sin perder tiempo, Maō se escabulló entre las sombras, siguiendo la esencia divina entre los pasillos. Se detuvo de golpe y sonrió, había encontrado a su presa. Con sigilo, entró en la capilla y se ocultó a la vista, manteniendo sus ojos rojos sobre ella, quien se encontraba hablando con… ¿la reencarnación del guerrero?

—¿Su Santidad, tiene su maleta lista? —preguntó con una voz profunda y tosca.

—No tienes que ser tan formal.

—Lo siento, pero es el protocolo —contestó, acomodando sus lentes.

—Ya veo —murmuró la joven un tanto desanimada y tras hacer un pequeño mohín, suspiró agregando. —Está bien. Gracias, ¿señor…? Ah, yo… lo siento, no sé su nombre, señor caballero —expresó, bajando su mirada con pena.

El caballero la miró sorprendido por uno segundos para luego ocultarlo, y se presentó formalmente ante ella, haciendo una reverencia elegante y respetuosa.

—Soy Nikola Biolith —dijo, mostrando una mirada casi distante. —Soy el capitán del primer escuadrón de caballeros y el escolta personal del príncipe heredero Lariel.

—Un gusto, Nikola —sonrió la joven alegremente; junto sus pies y trató de hacer una reverencia un tanto profunda; pero rápidamente la detuvo Nikola.

—Su Santidad, no tiene que hacer una reverencia hacia mi. Soy subordinado y usted mi señora.

Ella lo miró juntando sus cejas para formar una expresión de tristeza, mientras se incorporaba lentamente; apartó su mirada de él y jugueteó con sus manos con cierto nerviosismo. El caballero la vió y con voz tranquila agregó:

—No debe preocuparse, se acostumbrara a ello.

—Ya veo… Gracias, Nikola.

—Volviendo al tema anterior. ¿Logró terminar con sus asuntos?

—No realmente. Me faltan algunas cosas y me gustaría despedirme de los cleros, ya que no podré volverlos a ver por un tiempo. ¡No es que me incomode ir al palacio, son muy amables al dejar que me quede! Solo que aquí hay personas muy queridas… ¡No es que en el castillo no haya personas amables, solo…! —Lucía empezó a hablar nerviosamente, intentando encontrar sentido a sus propias palabras, mientras se sonrojaba profundamente ante su parloteo inagotable.

Maō solo arqueó una ceja ante sus rarezas; tal acción frente al viejo mayordomo hubiera sido detenida con fuerte regaño. Miró a la joven que llamaban la doncella sagrada con un rostro plano, mientras pensaba en cuán poco confiable se veía en comparación de la reencarnación de Adela y la diosa rara.

Pronto, Nikola rio suavemente, atrayendo la atención de los dos presentes hacía él; el caballero la disimuló de forma rápida con una pequeña tos y miró a Lucía, diciendo:

—No se preocupe por ello. Yo… comprendo ese sentimiento… —apretó la mandíbula formando una fina línea sobre sus labios, mientras su mirada se suavizaba y la apartaba de la joven. —Si lo desea, puedo acompañarla a despedirse o puedo darle un momento a solas para que se sienta cómoda.

La castaña lo miró y abrió la boca para luego apartar también su mirada por unos segundos, finalmente le entregó una dulce sonrisa, agradeciéndole su intención. La conversación continuó de forma aburrida y corta (por las respuestas del caballero), mientras ambos humanos empezaban a caminar en busca de los cleros.

Maō los siguió entre las sombras, esperando encontrar una abertura para acercarse a la joven, pero pronto se percató de un paso muy importante en su plan. ¿Qué haría cuando pudiera estar cerca de ella? ¿Actuaría como un depredador cazado a su presa o haría otra cosa?

Tengo que dejar de ser tan impulsivo como esos insectos, se regañó a sí mismo. Primero coloca la información frente a ti y luego piensa en tu estrategia. Maō se recostó sobre una pared cercana y cruzó los brazos sobre su pecho, mientras solo veía por el rabillo del ojo a los humanos alejarse de su escondite.

Era consciente que necesitaba a la doncella sagrada como un sacrificio para el ritual, pero para ello tenía que descubrir quién era su sacrificio entre las dos sin que sospechen de él. La verdadera hija de Ahda se revelaría si bajaba su guardia de su alrededor. Para eso debo engañarla para que confié en mí, que me entregue su corazón que es la parte más importante para el ritual. Y en los mejores de los casos, ella podría venir voluntariamente conmigo… sin saber lo que planeo, pensó Maō.

Revisó su alrededor, asegurándose que no hubiera nadie, y salió de las sombras, empezando a caminar y evitar todo humano en su camino. Si pensaba como había estado trabajando, diría que estaba fracasando. La reencarnación de Adela era fría y directa a sus asuntos, rara vez hablaba con él algo que no fuera indicaciones. Y con la mujer del templo nunca había hablado con ella… en este reinicio.

—Qué molesto —chasqueó la lengua. —Quizás pueda engañar a la mujer del templo como lo hacen los kelpies  [1] o quizás deba actuar primero como un pookas [2 ]para ganarme su confianza, no se ve muy lista… Con la otra humana… —se quedó en silencio. —¿Cómo rayos hago para engañarla? —gruño frustrado, revolviendo su cabello.

Siguió caminando sin rumbo hasta que se detuvo y se percató que había llegado a uno de los jardines del templo. Uno alejado y solitario. Se encogió los hombros y se acostó sobre el césped, sintiendo el cálido sol sobre su piel. Hace tiempo que no disfrutaba el sol, en la madriguera no podía bajar la guardia y tenía que actuar civilizadamente con esos insectos.

Realmente son tan molestos, pensó disfrutando el sol. Frunció el ceño y abrió sus ojos, mirando de reojo a los humanos que corría por ahí. ¿Por qué son siempre tan ruidosos estas pestes?, se quejó. Pronto escuchó unos pasos acercarse a él, haciendo que el rey demonio chasqueara la lengua. No estoy de humor para que molesten. Si el tonto viene hacia la boca del monstruo para cosas amigables humanos, solo lo… ¿Por qué estoy tan enojado?

—¿Pequeño, estas perdido?

La sangre de Mao se estremeció al escuchar la voz de la joven… ¿o quizás era el extraño escalofrío que había rodeado su cuerpo antes? Se incorporó rápidamente y miró a Lucía, mientras ella le daba una dulce sonrisa, erizando al rey demonio, quien exclamó:

—¿Quién eres?

Maō cerró abruptamente su boca, no… no planeaba decir eso. Lentamente su cuerpo se fue enfriando cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando: el guión había iniciado. La joven, quien no parecía percatarse de sus acciones, le dio una dulce sonrisa mostrando una mirada de extrañada.

—Disculpa, no planeaba asustarte. Te vi allí y pensé que te habías separado de tu madre al estar en una zona restringida…

—No es de tu incumbencia… —pronunció entre dientes el azabache luchando con sus propias palabras. —¡Solo déjame solo! —gruñó; pero tal como dictaba el guión, ella no se inmutó y mantuvo una dulce sonrisa.

—No pareces ser muy sociable, ¿cierto? —rio la joven —¿Qué tal si me presento primero? Soy Lucia…

Sí. Lo sé. Lo dijiste en ese fiesta de los humanos, resopló Maō, pero no respondió prefiriendo (siendo obligado, más bien) ignorarla. La joven hizo un pequeño mohín y agregó:

—Si te digo un secreto, uno que tienes que resguardar muy bien, pero muy bien ¿me dirías tu nombre, pequeño?

—Solo si es un gran secreto~ —respondió Maō con falsa inocencia.

Esto puede ser una buena oportunidad para verificar sus palabras, pensó el azabache, mientras veía como Lucía parecía dudar por unos minutos de sus palabras, para luego, tras un respiro y mirar a su alrededor, murmurar en secreto:

—Soy la doncella sagrada…

—¡Eso es imposible, la hija de Ahda tiene los ojos plateados…! —se atragantó con sus palabras, tosiendo con fuerza. Realmente era complicado ir en contra del guión. —Digo… según los viejos cuentos… la doncella sagrada tiene ojos plateados…

—Supongo que es así… No luzco como la doncella sagrada de hace 350 años —murmuró desanimada, mientras presionaba ambas manos sobre su pecho, donde se encontraba el corazón de Ahda.

—¿Eres realmente la doncella sagrada? —preguntó, sintiendo que se formaba sudor sobre su frente, mientras su cuerpo se enfriaba.

—¿Estás bien? Luces un poco enfermo —dijo Lucía al notar la apariencia del azabache.

—Sí. Contesta mi pregunta.

—Sí lo soy…

—Demuéstralo —dijo el azabache, ganándose una mirada por su declaración. —Yo… no te creo… ¡y quiero ver si eres la doncella sagrada!

—Ya veo, supongo que estaría bien… ¿Qué tal si te sano? El atributo santo además de purificar, puede sanar… —la joven extendió su mano hacía Maō, pero rápidamente el joven la apartó bruscamente.

—No. Me. Toques —gruñó. —Estoy bien y no me toques, no me gusta.

—Lo siento… yo…

—Hmph, lo que sea. Utiliza tus poderes aquí frente a mí y te creeré.

Ella se quedó en silencio por unos minutos (haciendo dudar a Maō de haber hecho algo mal), pero al final dio una pequeña sonrisa y se concentró, revelando una suave aura blanca y haciendo que la sangre de Maō ardiera.

El azabache resopló, realmente la humana podía utilizar el atributo santo, tal como en el reinicio anterior. Pronto, frunció el ceño ante un pensamiento. Ahora que lo pienso. ¿Por qué la presencia de la reencarnación de Adela no me incomoda como está humana? Se supone que ella también tiene los mismo poderes…

—Brillas muy bonito. ¡Eres realmente la doncella sagrada! —murmuró Maō de forma inconsciente, ganándose la risa alegre de Lucía.

—¿Ves? Entonces, ¿cuál es tu nombre?

—Maō.

—¿Maō? Es un nombre curioso… Mucho gusto, Maō —sonrió.

Pronto, Maō estrechó su mirada hacia un punto específico. Alguien venía, ¿quizás el caballero? Sería problemático si me ve. Puede reconocerme…, y entregó una sonrisa educada (muy practicada en la madriguera).

—Me tengo que ir.

—¿Eh? ¿Vas a tu casa? —dijo sorprendida. —Si lo deseas puedo llevarte…

—No, puedo solo.

—Supongo, pero tú mamá debe estar preocupada. Puedo ayudarte a encontrarla, estoy segura que estará más tranquila si la encontramos primero. ¿Recuerdas cómo es tu madre, pequeño?

—¡No soy un niño! ¡Y no estoy perdido! —gruñó molesto, pero solo causó que la humana riera.

—Eres un niño extraño, pero espero que podamos volver a vernos —murmuró para sí misma, Maō solo bufó como respuesta.

Sin permitir que ella hablará más, Maō dio media vuelta y se alejó. Ignoró la voz de la joven que se despedía de él, prefiriendo solo masajear el puente de su nariz. Le dolía la cabeza, ugh… ¿Era acaso que el guión aparecería así de la nada o tenía alguna regla específica?

Espero que no tenga que sufrirlo de nuevo, suspiró. No. No sucederá de nuevo. Como si fuese a equivocarme en mi misión, sonrió con arrogancia, revelado sus dientes afilados.

—Ahora bien, ¿cómo debo iniciar a jugar con ustedes mis presas?


[1] Kelpie: una criatura del folclore escocés que vive cerca de lagos o ríos, adoptando la forma de un caballo o un joven atractivo para engañar a sus presas y llevarlas al agua, donde los ahogaban y devoraban.

[2] Pookas: seres pertenecientes a la mitología irlandesa, son una especie de duendes cambiaformas que disfrutan hacer travesuras y confundir a los viajeros. Dependiendo las leyendas son considerados seres malignos o benignos hacia el ser humano.

Una respuesta a «El Rey Demonio y la Bella Villana – Capítulo 10: Segundo reinicio»

  1. Por dios, Noah-sama, aunque sin presiones, debo decir que todo mi ser quiere más de esto u.u gran historia y bellos personajes, ni los videos de presentación en el face y todas las imágenes son bellas, espero llegar a ver alguna en los capítulos 😉 éxito!!!

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