Evento de San Valentín 2020 – Un amor no correspondido – Especial de La gota de esperanza

Escrito por Grainne

Asesorado por Maru

Editado por Michi


Cuando vi la foto de Marcos, aquel día en el departamento de Larry, reviví los incontables recuerdos de mi estúpido pasado. Mi hija Gina me observaba con desdén mientras esperaba una respuesta de mi parte.

No tenía pensado contarle mucho, solo se lo nombré como un viejo amigo. Pero sinceramente, fue más que eso. Yo nunca pensaba que llegaría a enamorarme de un amigo, pero bueno… La vida podía ser inesperada para algunos.

Esto es algo que guardé por mucho tiempo en mi vida y corazón, que incluso no dejaba verme cómo era. La única que llegó a ver un porcentaje de mi vida, era mi hija.

En fin, empezaré desde el principio, el día que lo conocí.

♦ ♦ ♦

Tenía doce años, vivía bajo la supervisión de una tutora que no paraba de enseñarme italiano por alguna razón, no paraba de enseñarme cosas extrañas que no me interesaban en absoluto. Le insistí ir a un colegio como los demás niños, pero se negaba.

Aún así, buscaba mi propio rumbo. Además, aquella señora… Sinceramente, no podía odiarla. Me dio techo, comida y enseñanza de supervivencia básica. Las cosas estaban difíciles en mi país, y más aún con la enorme cantidad de muertes por los asquerosos demonios.

Al principio, fue un infierno. Tenía muchísimo miedo, hasta que matar fue mi pan de cada día. Difícil de digerir que un niño de doce años matara sin pensarlo, pero era morir o matar.

Era un pequeño con ganas de conocer otros niños, pero al querer sobrevivir, me miraban con terror. Incluso se escondían de mí, o me evitaban. Entendí el por qué mi tutora no quería mandarme a un instituto pero, me sentía solo e incomprendido.

Entonces, mi tutora decidió llevarme a un extraño restaurante ligado con una iglesia. Además de vender, tenía otro espacio como comedor para los pobres o víctimas de ataques de los demonios. Llegué allí por capricho de mi tutora, y fui voluntario en la cocina.

Me sorprendí bastante, ya que nunca había pensado en cocinar o hacer algo así. Pero terminó encantandome la cantidad de recetas y sabores nuevos. Al principio, estaba ayudando al señor Urguiz, propietario del lugar, a terminar una salsa para los fideos, y cuando intenté probarla, un niño de mi misma edad me detuvo con enojo.

—¡Eh, tú! No puedes probar eso, es para los menos necesitados —dijo con cierto acento característico de un español, ya que vinieron a Argentina debido a que habían sido exiliados de su país natal.

Ante aquellas palabras, dejé la cuchara mientras mis escamas empezaban a hacerse presentes por mi enojo. Era inevitable, mis emociones eran inestables junto a mi transformaciones de híbrido.

—¡Ja! No te tengo miedo. Vamos, rasgúñame con esas cosas afiladas —me había dicho con determinación mientras yo estaba dispuesto a golpearlo como niño inmaduro que era.  Afilé mis garras negras mientras mi piel era pura escamas amarronadas oscuras que se erizaban como pinchos.

—¡Martín! —la voz furiosa de mi tutora me asustó tanto que hasta el otro niño se escondió conmigo dentro del armario de las especias. Mis cola se movió para dentro de mis piernas debido al miedo al gran regaño que recibiría.

—Tu mamá da miedo… —dijo en un susurro el niño.

—No es mi mamá, pero si… Da mucho miedo cuando me da con su poderosa chancla —le respondí entre susurros, rezando por mi vida. Hasta que entré en razón y miré al otro niño—. ¿No tienes miedo a mi? —decía moviendo mi cola con confusión mientras se dejaba ver mis cuernos ante la pequeña línea de luz de las puertas del armario.

—No tendría que temer, eres otro niño como yo —me dijo tan amistosamente, que no supe cómo reaccionar al respecto. Nunca antes un niño me respondía con tanta normalidad, la mayoría se alejaba de mí por tener apariencia de un monstruo.

Pero mis pensamientos fueron interrumpidos cuando alguien abrió las puertas del armario. Sentí el verdadero terror de la chancla, pero mi tutora me agarró de mi oreja puntiaguda con fuerza.

—¡Ama! ¡No! —le respondí adolorido, que ante la tirada de oreja, abandoné mi forma híbrida de golpe para liberarme de su agarre mientras el resto de oreja puntiaguda y con escamas lo mantenía en su mano. A mi tutora la llamaba Ama de cariño, ya que cuando era tan solo un bebé, no me gustaba decirle “mamá”. Y cuando me enojaba por algo tonto, le decía “ama”. Al punto, que terminó siendo un apodo de identificación maternal hacía ella.

—¡Martín! Vinimos aquí para ayudar, no para pelear con otros niños —me dijo con enojo mientras suspiraba al tener en su mano un resto de mi transformación. En cambio, el otro niño evitaba reírse pero se escuchaban sus risitas que intentaba contener.

—Señorita, deje a mi amigo, estábamos jugando —me defendió el otro mientras lo miraba sorprendido.

—Ah, ¿sí? —dijo mi ama igual de sorprendida que yo.

—Sep, ahora somos amigos, ¿no, Martín? —me dijo el niño de cabellos castaños con sus ojos miel que brillaban con la iluminación de la habitación.

—Eh… si, si, si, ahora es mi amigo —dije sonriendo lo más creíble posible mientras abrazaba por los hombros al otro niño.

Mi ama me miró con cierta emoción al ver que había hecho un “amigo”, que limpió mis restos y siguió con su parte, dejándome jugar el resto del tiempo.

—Gracias por eso, eh… —dije sin saber su nombre mientras me encogía de hombros.

—Me llamo Marcos, es un gusto ser tu amigo —me respondió con una sonrisa mientras yo no sabía como reaccionar. Solo sentía mi rostro un poco más caliente de lo habitual en aquel entonces, por lo que suponía que estaba sonrojado.

Desde ese día, siempre fui a ese comedor para ayudar a mi nuevo amigo, que se convirtió en compañero. Esperaba hasta la hora del mediodía para que él saliera del colegio y poder jugar a la pelota. Mientras que los sábados y domingos ayudabamos a su papá con el comedor.

—Martín, cuando seas grande, ¿qué quieres ser? —me preguntaba Marcos cada vez que jugábamos en su habitación llena de posters de autos y series fantasiosas como He Man o Thundercats.

—¿Ser algo? ¿Entonces no soy algo ahora? —preguntaba con tal inocencia, ya que estaba acostumbrado a asesinar para sobrevivir mientras mi ama me enseñaba en casa lo primordial.

—A ver, cuando crecemos, tenemos que ir a un colegio más grande para después hacer trabajos. Mi papá estudió para ser chef, y ahora es todo un cocinero. ¡Y yo quiero ser mecánico de cochecitos!

—Ahh, pero no voy al colegio, Marcos…

—Oh cierto… Bueno, pero hay cosas que no necesitan el colegio. Como… como…

—No voy a estudiar, ¡seré el mejor asesino de demonios! —dije con tal entusiasmo que mi forma híbrido se dejó ver. Marcos me miró y soltó una risita mientras estiraba su espada de madera.

—¡Y yo seré tu compañero de batalla! —me dijo con tal sonrisa mientras me pegaba suavemente con la espada para empezar a jugar. Si no hubiera sido por ese niño, nunca habría tenido una infancia un poco sana.

♦ ♦ ♦

Con el tiempo, de niños pasamos a adolescentes revoltosos. Ya que intentaba no meterme en trabajos aburridos como empleado de limpieza o algo por el estilo por lo que con tan solo 15 años me la pasaba aceptando trabajos de mercenario. Ama no estaba de acuerdo con la decisión que había tomado, pero me parecía más rápido, además de que aliviaba mis emociones inestables de híbrido en la matanza de esas plagas asquerosas.

Mientras yo seguía una vida llena de sangre y trabajo pesado, Marcos estaba concentrado en sus estudios. De pequeño me costaba entenderlo, pero con el tiempo, tuve que resignarme y entender que él tenía un futuro mejor. Y me di cuenta cuando vino a mi casa, que quedaba dentro de una villa de la zona sur de Buenos Aires, Argentina.

No teníamos mucho dinero, mientras yo trabajaba como mercenario, mi ama se la pasaba vendiendo productos medicinales como podía. Para nuestra suerte, la villa era el único lugar para quedarnos con los tantos planes sociales del país.

En fin, estaba ayudando a mi ama con unas cajas llenas de hierbas raras, de la cuales ni quería enterarme. Hasta que escuché unos tiroteos y los gritos de los vecinos al avisar de los que robaban cada día para comprar drogas, y entre los sonidos de pánico, reconocí la voz de Marcos.

Mi transformación se dejó ver al instante en busca de mi amigo. Para su suerte, no recibió ninguna bala.

—¿Pero vos sos pelotudo o te haces? —dije con tal enojo y preocupación, de la manera tan brusca como cualquier argentino, usando el típico insulto de “pelotudo”, que significaba “alguien con falta de inteligencia”.

—Perdona Martín, es que estaba emocionado por anunciar la noticia de hoy. Además mi padre te quería dar esta libreta de recetas la otra vez, y pues, ya que vine a verte… —decía con una gran sonrisa llena de entusiasmo. Nunca entendía el optimismo de ese chico, me sorprendía tanto con las locuras que podía llegar a hacer.

Además, no podía detenerlo. Mi corazón no paraba de latir al verlo de esa forma y no entendía qué me sucedía pero quería que me siguiera contando para disfrutar esa hermosa sonrisa. Últimamente, no paraba de sentir cosas sumamente extrañas cerca de él.

—Verás, estoy estudiando en una escuela técnica especializada en motores de coches y demás. Pero estoy practicando algo e intenté no contárselo a mi padre, ya sabes… Y pues, ¡me he contactado con un genio en eso! No veo la hora de poder hacerlo bien y así, con un buen salario, poder volver a España con papá.

Mi sonrisa se borró instantáneamente cuando me dijo eso.

—¿Volver? ¿Me dejarás…? —respondí.

—Yo, pues… Si gano bien, tal vez logre llevarte conmigo. Pero es que… pienso especializarme también allí. David…

—¿David? ¿Y ahora te dignas a llamarme por mi verdadero nombre? Ándate a la mierda, Marcos. Haz lo que quieras —le respondí dándole la espalda mientras mi ama intentaba calmar la situación al verme enojado.

—¡Quiero volver! ¡Sabes que fuimos exiliados al saber demasiado sobre los demonios, y es hora de que salve nuestro pellejo con mis ideas!

—Dije, haz lo que quieras —le respondí dándole la espalda mientras escuchaba como retrocedía para luego irse de mi vista.

Estaba devastado, me sentía con tanta impotencia y enojo. No quería que se alejara de mí, no quería quedarme solo. No sabía qué expresión tenía en mi cara, pero mi ama me miraba con tristeza y pena. Y fue ahí cuando derramé mis primeras lágrimas por alguien. Me las limpié con brusquedad mientras fingía que nada había sucedido, cuando en realidad, mi corazón dolía.

Sentía una extraña presión entre los pulmones y mi corazón, no dolorosa, sino incómoda e indeseable. Por lo que me dirigí a mi habitación de pocos muebles y una cama simple con una sola frazada y almohada. Me acurruqué tapándome hasta la cabeza mientras mis lágrimas no paraban de caer en mi áspero rostro, ya que empezaba a crecer un poco el vello en mi mentón.

Estuve unos cuantas semanas en cama, pensando en la asquerosa vida que tenía. Ni siquiera tenía un futuro digno, solo mataba para sobrevivir. Y mi pregunta era: ¿Sobrevivir a que? ¿por qué debería sobrevivir si no tengo a nadie?

Nadie querría un adolescente híbrido con problemas emocionales. Estaba harto de tantas cosas que ya ni ganas de levantarme tenía. Incluso escuchaba los tiroteos y gritos cada mañana, como también demonios que merodeaban entre los pasillos de la villa. No quería hacer nada, solo esperar una muerte sin dolor mientras miraba el techo sin terminar, de puros ladrillos colorados con líneas de cemento secos.

Pero salté de la cama cuando mi ama abrió la puerta de golpe y levantó el colchón tirándome al suelo.

—¡Ama! ¡¿Qué te pasa?! —le dije saliendo de la frazada, dejando ver un adolescente David con un poco de barba negra.

—Aféitate y ponte esto, nene. Vas a trabajar para el papá de Marcos, quiere que seas su cocinero de cabecera —me obligó mientras me levantaba con todas sus fuerzas, aunque era bastante pesado y alto para ella. Ya que medía uno setenta de alto, además de mis músculos de tanto ejercicio y trabajos de mano dura. Bueno, pocos músculos, ya que estaba algo oxidado de quedarme en cama comiendo comida que fiaba del almacén del vecino, era lo único para lo que me levantaba.

—No quiero volver ahí, ama… —le respondí desanimado, recordando las palabras de Marcos. Él tenía toda una vida por delante, y yo solo era… un parásito de la sociedad que se ganaba la vida asesinando demonios.

 —¡David Martín Leone! ¡Te levantas o te doy con el palo hasta la puerta! —exclamó levantando su escoba mientras dejaba ver sus cabellos castaños oscuros despeinados y cómo su ropa hippie se movía al compás de sus movimientos bruscos llenos de enojo y frustración.

Entonces, suspiré al no haber otra opción. Al salir del barrio, me dirigí al otro lado de las vías, donde la zona era más tranquila a comparación de la Villa. Caminé unas cuantas cuadras hasta llegar a la iglesia pegada al restaurante. Entré con mi uniforme de cocinero y me dirigí a la zona de trabajo al escuchar la voz del padre de Marcos llamándome con seriedad.

—Al fin, pensé que no vendrías. Ven, aquí están los pedidos de los clientes, una tortillas, unos filetes de carne, y… —me decía mientras obedecía organizando todo para empezar a cocinar. Fue buena idea hacerle caso a mi ama ese día, ya que disfruté de un trabajo bien pagado por primera vez en toda mi vida. Adoraba cocinar y preparar recetas que la gente disfrutara. Y más aún si tenía la aprobación del jefe del lugar.

Estuve desde el mediodía hasta las siete de la tarde. Me quedé una hora más para poder ayudar a mi jefe, y cuando estábamos por cerrar el lugar, escuché una voz conocida pronunciar mi nombre.

—David… —me llamó Marcos con cierta felicidad en su voz. Me di la vuelta viendo ese rostro que provocaba que mi corazón no dejara de latir.

—Solo voy a venir a trabajar de lunes a viernes, no te ilusiones —le respondí mientras su padre se despedía de nosotros, dejándonos a solas. Como era tarde y estaba oscureciendo, se apresuraba por miedo a encontrarse con algún demonio, dejando a su hijo conmigo ya que lo cuidaría sin dudarlo. A pesar de la tristeza y enojo por lo de antes, no dejaría morir a alguien que aprecio.

—Bueno, quería hablar contigo. Pero será mejor que sea en mi casa

—No tengo ganas de hablar, mejor otro día —estuve a punto de irme hasta que él me agarró del brazo.

—Por favor, no quiero que estes enojado por una estupidez. Eres mi compañero de toda la vida, Martín. No paraba de pensar en cómo estabas mientras practicaba la fabricación de armas a mano… y, te hice algo para cuando trabajes de mercenario. Pero supongo que será de adorno ahora que trabajas aquí… —dijo rascándose la nuca mientras se encogía de hombros.

—Sabías que iba a aceptar este trabajo, ¿no? No debiste haber hecho un arma para mí… —le respondí con sinceridad mientras me cruzaba de brazos.

—Lo sé, pero ¿recuerdas cuando me hablaste del documental de espadas? Estabas flipando por el poder del filo de esas cosas y no parabas de decirme los tipos de cada una… y entonces, decidí hacerte una —dijo con una gran sonrisa esperando que yo aceptase tal regalo. Pero negué con la cabeza, estaba decepcionado.

—Marcos, si solo viniste a decirme eso, es una pérdida de tiempo. Adiós —estaba a punto de irme hasta que él gritó con todas sus fuerzas unas palabras que dejaron completamente atónito.

—¡Te amo, David! ¡No quiero que me odies! ¡No quiero separarme de tí, gilipollas! ¡Te amo, joder! —dijo sin escrúpulos mientras me daba la vuelta con los ojos en blanco. Nunca lo había escuchado insultar de esa manera tan española, ni siquiera gritar. Además aquellas palabras… “te amo”, sonaba fuerte en mi cabeza y corazón.

Es decir, mi corazón no paraba de saltar como loco de la emoción. Pero mi cabeza estaba alerta, como si no entendiera qué estaba pasando, pero a la vez, chocara contra las paredes de mi cráneo dejándome sin decir ni una palabra por el asombro.

—¿Q-Qué? —alcancé a decir mientras lo miraba con los ojos bien abiertos. Además de sentir mi rostro completamente caliente, estaba toda mi cara hasta cuello sonrojado.

—Lo que oíste, Martín. Te amo —se acercó a mí a punto de besarme. Pero me alejé como acto reflejo.

—D-Déjame pensarlo… yo… No puedo pensar con eso tan de repente, Marcos. Lo siento pero en cuanto lo piense, te daré una respuesta —dije mirándolo a los ojos, de los cuales me parecían una completa belleza. Pero no lo entendía, no comprendía qué carajos me estaba pasando.

Por lo que, lo acompañé a casa en un completo silencio incomodo.

—Perdona por haberlo dicho tan repentinamente, pero esperaré tu respuesta —me dijo al acompañarlo en la puerta de su casa. Hasta que me detuvo mientras se adentraba buscando algo, luego volvió con una funda alargada de cuero negra.

—Quiero dártelo ahora por si… mañana no vuelvo a verte

—No seas tonto, aunque te responda o no, siempre serás mi amigo, Marcos. Nos vemos —le dije aceptando la espada mientras volvía a mi casa.

Entonces, entró a su casa y decidí correr hacía mi casa para ver la espada. No era la mejor, ya que me di cuenta que era la primera vez que hacía algo con esas manos alargadas y delgadas. Tenía que admitir que le faltaba filo, ya que decidí salir a la madrugada para probarla.

Nunca antes sentí tal entusiasmo por asesinar demonios. Maté unos cuantos que se dirigían a las discotecas para obtener más víctimas, pero me la pasé arrancando cabezas con mi nueva adquisición. Fue el primer arma a la que le di un peso sentimental.

♦ ♦ ♦

Llegué al día viernes, y estaba decidido en responderle a Marcos. Nunca entendí el sentimiento del amor, por lo que mi respuesta sería clara y explícita. Cuando terminé de trabajar en la cocina, acompañe al Sr. Urguiz y le pregunté si podría pasar para hablar con Marcos. Cuando llegué, no esperaba encontrarme con otra visita.

—Hola, Marcos… —dije entrando a su habitación sin haber tocado y vi que estaba con una chica, a quien le mostraba unos planos sobre motores y demás. No sabía como reaccionar al respecto, pero mi cabeza ya se había armado la película. Una chica que Marcos quería ligarse. Y por alguna extraña razón, estaba muy enfadado. Tanto que al verlos, me disculpé saliendo de la habitación y cerrando la puerta de golpe. No quería ni verlos cerca de mí.

Estaba por irme hasta que escuché la voz de Marcos detenerme.

—Martín, espera. No te vayas, solo estaba organizando un proyecto con mi compañera Lucía —me dijo mientras me la presentaba. Una mujer muy bonita de ojos verdes y cabello castaño claro.

—Oh, un gusto. De todas maneras, ya me iba Marcos. Mañana te daré los planos faltantes. Hasta luego —dijo Lucía casi huyendo de la situación. Creo que sentí la tensión en el aire al verme llegar, de hecho, hasta pensé que Marcos le contó a Lucía sobre lo nuestro.  Y cuando se fue, me dirigí a la habitación de este con mi cara llena de seriedad.

—Necesito decirte con sinceridad mi respuesta —le dije mientras me sentaba sobre su silla que daba frente a un escritorio lleno de papeles.

—Bien, espero que sea buena respuesta —me dijo con una gran sonrisa mientras entraba cerrando la puerta y sentándose sobre su cama.

—Pues… —dije empezando a sentir unos extraños nervios en mi interior. Quería decírselo pero algo me lo impedía, eran unos cosquilleos en mi estómago mientras el calor de mi rostro se apoderaba de mi ser.

—Hay cosas que no entiendo, siento cosas que me confunden. Mi corazón late muy rápido, me pongo estúpido cuando te acercas, me pone nervioso… me sonrojo…  Yo no lo entiendo, Marcos. No se si siento cosas por tí o simplemente ando extraño

No sabía qué más decir que él me observó con una sonrisa.

—Cuando sonríes demasiado, no sé si es bueno o porque eres un completo optimista de mierda —dije poniéndome nervioso y algo sonrojado, ya que sentía mis mejillas aumentaba de temperatura. Él solo soltó una risita y finalmente habló.

—Es porque sientes lo mismo que yo, Martín. Yo… no puedo parar de observarte, admirarte, como si… quisiera abrazarte y nunca soltarte.

Estaba sorprendido ante sus palabras que no sabía qué decir. Solo admitía que sentía algo similar, pero estaba confundido por una cosa.

—¿Por qué admiración? —le pregunté descolocado.

—Por que eres un híbrido, que hace lo que quiere… No tienes miedo de enfrentarse a esas bestias sin corazón. Eres fuerte, incluso controlas tus emociones a pesar de que sufres inestabilidades…

—Creo que te equivocas, yo te veo a ti y es lo que siempre quise en tu vida. Estudiar, ser considerado normal… pero soy… un bicho raro, ni humano ni demonio —mis ojos se volvieron completamente negros mientras me cruzaba de brazos. Sentí que eran negros porque podía sentir con ellos el calor y el frío de las personas. Por alguna razón, Marcos no dejaba de emanar calidez.

—Martín, eres una persona. Sientes, lloras, sufres, sangras…

—Sangro de color negro…

—Sigue siendo sangre, sigue siendo vida. El día que los híbridos sean aceptados, se darán cuenta de su error. Yo sé que los de tu especie no son malos, solo son delicados. Necesitan amor, confort, una familia…

—¿Cómo sabes todo eso? —dije dejando mis ojos en su forma normal, ya que estaba sorprendido por los conocimientos que él tenía sobre mi especie.

—En España,  los bebés híbridos son asesinados… Y pues, mi padre salvó la vida de uno. Y… era una bebé muy bonita, era como mi hermanita. Se crió conmigo, incluso sabía mi nombre, ella solo tenía cinco años y yo nueve… Estábamos jugando en el patio, y ella… se asustó. Sacó sus cuernos, su cola… Fue su instinto, pero no fue su culpa. Y la policía…—se detuvo soltando lágrimas y bajando la mirada—Se la llevaron… ellos se la llevaron, David…

No paraba de llorar mientras escondía su rostro con sus manos. No pude evitar acercarme y abrazarlo.

—Esta bien que me lo hayas contado… —le dije mientras acariciaba su cabello y espalda en modo de consuelo. Y cuando nos separamos, nos miramos a los ojos.

—Lo siento… creo que lo nuestro será difícil ya que, no entiendes mucho y no quiero llegar a confundirte —respondió mirando hacia el suelo. Pero estaba a decidido a descubrirlo de alguna manera.

—¿P-Puedo besarte para estar seguro? —le pregunté con timidez mientras mi rostro colorado no paraba de delatarme. Marcos sonrió apenas para  luego mirarme a los ojos, y asentir.

Grainne
Querido Lector, si has llegado a este punto. Te doy la advertencia de que a partir de este punto, habrá varias escenas +18 yaoi. El resto te lo dejo a ti, si quieres evitarlo o no.

No pude parar de ver sus labios. Estaba hipnotizado por sus rasgos faciales tan… hermosos para mi vista. Pero lo que me encantaba de él eran esos ojos color miel que llamaban mi atención.

Vi como Marcos se acercaba a mis labios, y cerré los ojos aceptando la unión de nuestras bocas. Fue como la explosión de múltiples demonios en mi interior mientras tenía más ganas de probar ese beso. Instantáneamente, abrí la boca para adentrar mi lengua sobre la suya. Y mientras nuestras lenguas bailaban, más ganas tenía de él.

Lo abracé con todas mis fuerzas sobre mi corpulento cuerpo, ya que él era un poco más delgado pero a la vez, un poco más alto de estatura que yo. No quería alejarlo de mí, tenía tantas ganas de seguir que empecé a desvestirlo para poder sentir su piel al desnudo.

—M-Martín… ¿estás seguro de esto? —dijo Marcos cortando el beso mientras me miraba sonrojado con una expresión que decia “quiero más”.

—Tan seguro como para decirte que realmente quiero estar contigo, Marcos… —volví a besarlo con ganas mientras él solo respondía a mis movimientos.

Empezamos a desvestirnos con ganas, ignorando completamente al resto. No podía dejar de llenarlo de besos entre el cuello y pecho, amaba y contemplaba su cuerpo delgado de pocos músculos. Acariciaba su cintura mientras lo aferraba a mí, sentí como mi miembro se endurecía con ganas de llegar a algo más. Era como una enorme necesidad de que él fuera mío.

—Martín… esto es… mi primera vez —me respondía entre jadeos mientras lo acostaba sobre su cama y le bajaba el pantalón.

—Seré gentil, lo prometo —le respondí dándole un dulce beso en la frente para volver a bajar hacía su miembro. Empecé a lamerlo para poder escuchar con gran goce sus gemidos diciendo mi nombre.

Seguí esperando que llegara pero me detuvo alejándose de mí, para luego volver a besarme.

Cuando se acercó a mí, decidí alzarlo para colocarlo sobre mi miembro. Empezó a hacer movimientos suaves con sus caderas para estimular mis partes. Sin embargo, yo quería algo más. Por lo que empecé a hacer presión en su parte trasera de manera lenta y con delicadeza.

—D-Despacio, Martín… —gimoteó mientras apretaba mis hombros fornidos. Por lo que besé su cuello, luego succioné hasta dejar un chupeton. Seguí haciéndolo mientras él no paraba de gemir mi nombre. Y entonces, seguía intentando penetrarlo con suavidad y lentitud.

Sentía unas inmensas ganas de estar a su lado y que fuéramos uno ante aquel acto. Hasta que me detuvo diciendo:

—No quiero seguir, Martín… —Fue de repente, mientras se separaba de mí. Yo no lo entendía, por lo que lo observé confundido.

—Pero… ¿por qué? —le dije sin entenderlo.

—Es que, esto no debería pasar entre nosotros… —me dijo negando con timidez mientras empezaba a vestirse.

—Pero, me dijiste que me amabas… —le respondí completamente desconcertado.

—Lo siento por todo esto, David. Es mejor que te vayas a casa. Necesito… pensar las cosas.

Entonces, lo detuve agarrando su mano para que se diera cuenta de mis sentimientos. Y le dije:

—Quiero que entiendas como me haces sentir, Marcos. ¿Sientes esos latidos desesperados? Es porque te… t-te amo… —me sonrojé completamente ya que me costó decir esas palabras. Pero Marcos sacó su mano de mi pecho.

—Vete, por favor. Necesito pensarlo —me respondió sin siquiera mirarme a los ojos.

—¿Me estas jodiendo? —le pregunté incrédulo y con ganas de darle una gran golpiza.

—Es que, pensé que realmente quería… pero eres mi amigo como un hermano, Da-

—¡Deja de llamarme David! Estoy harto de tus indecisiones, Marcos. Solo haces que me confunda más y más, y ahora me dejas con el puto miembro parado. Realmente sos un pelotudo con todas las letras —le dije con tanto enojo que empecé a vestirme, molesto—. Ni se te ocurra volver a dirigirme la palabra  —le respondí por última vez mientras volvía a mi hogar. Me despedí de sus padres con cierta vergüenza, incluso le dije a su padre que renunciaba. Me había decidido, nunca más volvería al comedor, ni al restaurante.

Me había impactado mucho el cambio repentino de Marcos, me había ilusionado bastante. Pero como solo tenía 15 años, me dejaba llevar por emociones fuertes que afectaban mi cuerpo.

Ese mismo día, me dirigí a mi casa, encontrándome con mi Ama algo ocupada pero sorprendida al verme tan temprano. Ella no esperaba que llegara a las nueve.

—Pensé que te quedarías en lo de Marcos… —me dijo mientras dejaba una pila de cajas por el living, que sorpresivamente estaba vacío.

—¿Por qué vaciaste la casa? ¿Nos mudaremos? —le pregunté mientras me daba la vuelta observando el gran desorden, además de los bolsos listos.

—Perdona por no haber avisado antes, nos vamos a Italia —me dijo sonriente mientras acariciaba mi hombro.

—¿Italia? Oh no, no, tú irás a Italia. No pienso irme de aquí, Ama. Lo lamento pero estoy harto de muchas cosas en este momento de mierda. Si quieres irte, vete. Me las arreglaré trabajando de sicario. Déjame solo. —le dije separandome de ella, sacando su mano de mi hombro y me dirigí a mi habitación cerrando la puerta de un golpe tan grande que rompió la cerradura. En ese momento de impotencia, empecé a romper mi cama y los pocos muebles que tenía de la gran furia que mantenía dentro de mi ser.

El enojo llegó a un punto que mi forma híbrida dio un cambio en mi físico. De un castaño oscuro, mis escamas pasaron a un color petróleo. Mis cuernos eran tan puntiagudos que podría perforar a cualquiera, incluso mis garras se volvieron más grandes y alargadas sobrepasando mis rodillas. Pero me importaba tan poco que mis emociones me dejaron llevar.

No paraba de soltar lágrimas mientras gritaba. No soltaba un sonido humano, sino como si fuera la de un monstruo sacado de la prehistoria. Fue gracias a la estúpida pubertad que se me dieron esos cambios corporales. Pero me detuve cuando rompí el único espejo que conservaba tapado con unas sábanas, ya que odiaba ver mi reflejo.

Me percaté del cambio, deteniéndome en seco, cayendo al suelo de rodillas. Miré mi reflejo con desprecio hasta que escuché el chirrido de la puerta abrirse. Lamentablemente, cayó a un lado, ya que estaba rota por mi culpa. Me di cuenta que era mi Ama acercándose a mi. Sus pasos eran lentos y llenos de preocupación. Y cuando se acercó, vio que derramaba lágrimas negras.

—Cariño —me decía en tono dulce mi ama, quien se acercó hacia mí acariciando mi cabeza como si de un niño se tratase —Eres mi bebé, lo sabes ¿no?

—No me llames así, mamá —le dije sin pensar. Ella me miró con una sonrisa al escuchar la palabra “mamá”.

—Martín, mi vida, cuéntame qué pasó. No se lo diré a nadie —se sentó frente a mí. Pude ver sus cabellos mal peinados mientras me observaba con sus ojos marrones. Ella me miraba como el bebé de 3 años que adoptó.

—Me enojé con Marcos y… él me gusta como pareja, lo quiero un montón. Pero él me demostró lo contrario cuando en realidad, él empezó a declararse. Me sentí engañado, estafado y… me duele, duele mucho —le conté con sinceridad mientras soltaba un largo suspiro empezando a soltar más lágrimas.

—Ya pasó —respondió abrazandome y acariciando mi cabeza—. ¿Sabes? Las personas cuando llegan a esta etapa en su vida, es muy confusa. Piensas que estás enamorado como loco de esa persona, cuando en realidad es una forma distinta de amor. Él pensó que lo que sentía por tí era algo más grande… pero se dio cuenta tarde, cariño.

—Pero, me lastimó, mamá. No es justo, siempre sentí ese cosquilleo cuando estaba con él pero cuando me dijo eso, fue como si todo se derrumbara…  —no paraba de llorar en sus brazos como niño de 5 años. Ella no paraba de consolarme y mimarme como hijo.

Fue por eso que ella decidió quedarse unos meses más a mi lado mientras nos mudabamos a otra parte, lejos de la casa de Marcos. No quería volver a verlo hasta que organizara mis pensamientos y emociones.

♦ ♦ ♦

Pasaron algunos años cuando me enteré que Marcos volvió a España. Mi Ama me lo contó mediante correo, ya que se lo encontró cuando este idiota estaba de vacaciones. Como en ese entonces tenía veinte años, mis pensamientos y emociones eran más claros. Intenté estar con varias personas para olvidarlo, pero cada momento no paraba de recordar esos ojos miel tan llamativos.

Sin embargo, no tenía intenciones de ir a Italia ni a España. Que irónico que fui a ese país primermundista solo para encontrar a su tonto hijo…

Pero en fin, no sabía lo que el futuro iba a traerme. Entonces seguía metido en lo mio, mataba demonios por doquier. Incluso, mi corazón dejó de aferrarse a las personas.

Preferí la soledad en lugares abandonados donde nadie me molestara. Lamentablemente, mi suerte no era buena. Fue un día en el que me comuniqué con un buen empresario y fabricador de armas. Se llamaba Jorge, era un afroamericano que armaba excelentes prototipos. Éramos conocidos en ese entonces, y me encontró justo en un bar. Estaba tan tranquilo emborrachándome, aprovechando el dinero que gané matando a los demonios atrapados en el sótano de una familia adinerada. Hasta que llegó ese socio mío para darme más trabajo.

—Martín, al fin te encuentro, maldita sea —dijo el moreno acercándose con su uniforme de trabajador obrero.

—Jorge, estoy bebiendo mi cerveza tranquilo. ¿No puede ser otro puto momento? —le dije sin ganas mientras bebía de la enorme jarra.

—Deberías beber menos, ya que tengo un ayudante especial hoy. Le conté sobre algunas cosas para asesinar demonios, le pasé planos de mis prototipos y ese hombre es un genio. Hizo unas pistolas que son una preciosidad para perforarle la cabeza a esos bichos —dijo sonriente.

—Vale, iré pero con una condición. Me regalaras esas pistolas.

—Ni loco

—Entonces, no hay trato —dije encogiendome de brazos mientras agarraba mi jarra y lo bebía de un tirón.

—¡Oh vamos! Este hombre me está esperando en el taller, quiere verte para que lo pruebes. Le conté bastante sobre tu excelente trabajo de sicario, y te tiene el visto bueno —me decía Jorge mientras me daba golpes suaves con su codo.

No pensaba siquiera levantarme de mi sitio. Hasta que Jorge agarró su teléfono y empezó a llamar a ese tipo.

—Bien, va a venir por ti. Ven, vamos a la otra mesa para que podamos hablar mejor de estas armas —me agarró el brazo insistentemente para que lo siguiera. Y aún así, no me moví de mi sitio mientras pedía otra jarra de cerveza.

Estuve un buen rato mientras escuchaba las quejas de Jorge, hasta que dijo que había llegado su tal socio.

—Oh, hola. Perdón pero mi cliente ejemplar anda de borracho —escuché la voz de Jorge con cierto nerviosismo mientras yo simplemente los ignoraba.

—Entiendo, que lástima, quería saber un poco sobre el gran David Martín Leone —dijo el desconocido. Es decir, su voz era más grave pero no entendía cómo sabía mi nombre completo ya que Jorge no lo sabía…

Entonces, me di la vuelta y no supe como reaccionar. Mi corazón quería estallar mientras sentía unas inmensas ganas de esconderme, pero no era hora de comportarme como adolescente estúpido.

—¡¿Marcos?! —dije con tal asombro que casi me caigo de la silla.

—Hey, tanto tiempo… —dijo sonriendome mientras se rascaba la nuca esperando que le respondiera de manera amistosa. Esos ojos miel, su sonrisa… Seguían volviendome loco. Aunque me sorprendió verlo con lentes, tenía que admitir que le quedaban muy bien.

—Eh sí, pasó algo de tiempo… —dije mientras dejaba la jarra de cerveza a un lado.

—¿Se conocen? —preguntó jorge en medio.

—Emm, si. Éramos viejos amigos de la infancia

—Emm, si. Fuimos viejos amigos de la infancia

Dijimos al mismo tiempo pero con diferencia de verbo en tiempo compuesto, y fue algo bastante incómodo.

—Jorge, voy a necesitar tiempo a solas con este tipo. Tengo cosas que arreglar —le dije con sinceridad mientras que él entendió perfectamente el ambiente tenso. Por lo que me hizo caso y se fue.

—Así que, solo soy un tipo ahora. Que triste —dijo apenado y con una sonrisa nerviosa.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté en seco mirándolo con frialdad.

—Vine a arreglar malentendidos, y quería saber cómo estabas. Esto de las armas es solo una excusa —respondió con franqueza mientras me miraba a los ojos. Luego se sentó a mi lado— Además, estoy decidido. Quiero hacerlo, de nuevo… Para revivir el momento que no aproveché y me arrepiento

Levanté una ceja mirándolo completamente confundido.

—Marcos, no soy tu asqueroso juguete. Solo vienes para que te rompa el culo y luego digas “ay, ¿sabes? esto no es lo nuestro”. No caeré en tus estúpidas mentiras… —me levanté de mi lugar mientras me acercaba a él a modo de desafío a golpe. Pero este me besó.

Me separé de su agarre dándole un puñetazo.

—¡Déjate de pelotudeces! —es decir, “tonterías”. No era muy buen hablador que digamos. Bueno, nunca lo he sido.

—Martín, por favor. Al menos, solo esta vez.

—¡¿Esta vez para qué?! —dije agarrándolo de la camisa con furia mientras el resto de la gente nos observaba asustada. Eso quería decir, que estaba en mi forma híbrida.

—¡Solo esta vez porque si no, no volveré, me quedaré con muchísimo dinero en el otro lado del mundo, y con una prometida que no me ama! —me gritó agarrándome de mi chaqueta marrón. No sabía si creerle pero por instinto de mi corazón, lo solté atónito.

—¿Prometida? ¿Te casarás? —dije mientras miraba el suelo con cierto mareo. Tenía unas enormes ganas de vomitar. Pero me derrumbé al sentirme horrible, como si la presión me bajara de golpe.

—Oh no no no, Martín —me decía. Solo llegué a ver todo nublado hasta terminar en oscuridad.

♦ ♦ ♦

Desperté en una habitación que desconocía por completo. Además que mantenía mi forma híbrida, pero me importaba saber dónde estaba realmente. Hasta que vi a Marcos entrar desde una puerta con marco negro.

—Al fin despiertas… ¿Estás bien? —me pregunto estando en bata.

—¿Eh? ¿Qué me pasó? ¿Por qué sigo en mi forma… ¡Estoy desnudo! —dije al verme tapado entre las sábanas. Luego miré a Marcos, cruzandome por la cabeza algo terrible. Pero no me dolía el trasero…

—Perdona por eso, pero empecé a tirar agua fría del susto. Te bajo la presión… por mi culpa —dijo con tristeza en sus ojos mientras agachaba la cabeza.

—Marcos, no vamos a coger porque se te dé la gana. Entiende que esto me duele, me lastima… Te amo realmente, esperé y esperé hasta encontrar a alguien mejor. Pero no sales de mi cabeza —dije mirándolo con desdén. No soltaba lágrimas ya que mis ojos no merecían derramarlas por alguien así.

—Lo sé, yo también te amo… —respondió acercándose a mi. Lamentablemente, no pude negarme. Aunque lo intentara, no podía. Así que correspondí su beso mientras nos acostamos sobre la enorme cama matrimonial. Estaba seguro de que él tenía todo pensado para que eso sucediera… pero en ese momento, no me lo cuestioné.

Hasta que me desconcerté cuando Marcos se subió sobre mi sacandose la bata y sus lentes.

—Marcos… no quiero seguir con esta mentira si vas a mentirme después —le respondí soltando un suspiro, que corte el beso y lo miré a los ojos.

—Por favor… en ese momento, era un estúpido adolescente con miedo. Ahora realmente quiero que… lo hagas —se sonrojó ante sus palabras. Por mi parte, no pude negarme. Aunque me lastimara, seguí disfrutando lo que nunca pude hacer antes.

Marcos empezó a acomodarse sobre mi, haciendo movimientos suaves para motivar mi miembro. Seguí besándolo mientras bajaba mis manos hacia sus nalgas apretandolas con fuerza con mis garras.

—Oh dios, David… —gimoteó mientras se aferraba con fuerza a mi cuerpo lleno de escamas.

—No sé cómo puedes disfrutar esto con mi transformación —le dije mientras empezaba a morderle el cuello. Él solo seguía gimiendo pidiendome más.

—No me importa como te veas, te amaré y te desearé siendo tú —me respondió agarrando mi miembro para colocarlo en su entrada trasera, y así bajar con suavidad para la penetración —¡Oh si! —gritó bajando aún más. Yo no paraba de jadear.

Estaba tan desesperado que empecé a mover su trasero más contra mi miembro, dando ese movimiento de arriba a abajo mientras observaba su rostro lleno de placer. Estaba disfrutando el mejor momento de estar a gusto con la persona que más amaba en el mundo.

Aunque haya follado con tantas personas, nunca pude olvidar a Marcos. Nunca pude borrar ese color miel de sus ojos que me observaban siempre sonriente.

—Sigue así, por favor —me decía rodeandome con sus brazos, para volver a besarme con locura. No parabamos de babear, sudar y jadear por placer.

—Te amo tanto, Marcos… —dije sin pelos en la lengua mientras no paraba de gemir. Empecé a besar su cuello, sus pechos, y todo lo que tuviera cerca para disfrutar de su cuerpo entero.

Seguí moviendolo contra mi miembro hasta que finalmente, llegué dentro de él.

—¿Quieres que siga? —dijo cansado pero provocandome con sus movimientos lentos.

—Me toca hacer que llegues, tonto —le respondí separandome de él para acostarlo y así, saborear su miembro erecto. Lamí su glande mientras escuchaba sus jadeos.

—Oh por dios, sigue así… —me respondió agarrando mi cabeza para empujarla. Entonces, bajaba y subía provocando que mi lengua jugara con cada parte suya.

Masajeé sus testículos con suavidad, siguiendo el movimiento de mi boca hasta que finalmente, sentí sus líquidos mancharme completamente el rostro. Solo lamí el resto mientras lo miraba, pero él me besó con desesperación. Quería seguir pero estábamos completamente empapados en sudor y fluidos.

Por lo que Marcos agarró un poco de papel mientras limpiaba mi rostro. Le sonreí mientras peinaba sus alborotados cabellos castaños.

—Realmente… quisiera hacerlo de nuevo —me respondió, acercándose a mi rostro para darme otro beso. Solo sonreí de lo que acababa de disfrutar, pero luego me separé al recordar sus palabras anteriores. Mis partes híbridas las dejé en el suelo, debido que entre el placer las iba soltando hasta terminar en mi forma normal completamente sudado.

—Yo también lo quisiera, pero te casarás —respondí mirándolo a los ojos esperando una respuesta lógica.

—Sobre eso, es que…

—Si estas engañando a tu mujer, solo dilo. No quiero que seas un puto indeciso, Marcos. Dime las cosas como son, por favor.

—Okey, e-estoy engañándola… pero porque… realmente no quiero perderte. Te eché de menos todos estos años, me sentí un estúpido. Hasta que conocí a Julia… ella es…

—Realmente solo te gusta lastimar a la gente —le respondí comprendiendo todo. Él agachó la cabeza sin saber qué decirme al respecto.

—Me daré un baño en tu ducha y me voy. No pienso hablar sobre el tema, es tu problema. Yo no me haré cargo… —le dije encerrándome en el baño mientras abría el grifo para mojar mi desnudo cuerpo. No sabía qué hacer ni decir, ya que lamentablemente lo amaba. Era algo que no pude ni podré borrar de mi corazón.

Después de eso, me vestí y me fui diciéndole adiós con un último beso que nunca volvería a saborear ni disfrutar. Desde ese día, intenté no mantener contacto con él.

De hecho, tuve que contarle a Jorge que lo que sucedió para no meterlo en la misma bolsa de problemas.

Pero había aceptado hacer algo que no fue correcto por mis sentimientos egoístas.Para mi suerte, Julia, la esposa de Marcos, no sabía nada pero no quería ni verla ante la culpa que mantenía en todo mi ser.

Entonces, deambule otros años más en soledad. Seguí mi negocio de la matanza de demonios hasta que… me enteré del nacimiento de su hijo. Un niño tan parecido a él, hasta me atrevería a decir que era su clon cuando lo ví más grande. Fuí nombrado como su padrino, algo que me destrozó aún más en el interior. Y en una llamada, le aclaré las cosas.

—Marcos, no quiero ningún tipo de relación familiar con ese niño. Simplemente, has lo que quieras de tu vida pero no me metas en ella, por favor. —le había dicho en seco y le corté de inmediato.

Al día siguiente de esa llamada, me enteré de su muerte, gracias a un comunicado de su padre. Ya que se haría cargo del niño, y no pensaba siquiera pisar España.

No quería sufrir el dolor de mi corazón al ver ese niño tan parecido a él. Por lo que perdí contacto completamente. Solo vi a ese niño pocas veces que él venía aquí con su esposa, pero era horrible. De tan solo verlos felices, me dolía aún más.

Era como un recordatorio de lo nunca podré tener al ser un monstruo. Pero tuve demasiada suerte…

Porque luego de las malas noticias, volví a mí alquiler de poco presupuesto. Y me encontré a esa bebe tan peculiar y a la vez, parecida a mi.

Si, era Gina. Mi pequeña niña… La llevé al Orfanato por miedo, inseguridades, y además, porque no pude curar ciertas heridas luego de las malas noticias. Pero vigilaba a esa niña con toda mi alma, porque algo dentro de mí me decía que ella me necesitaba.

Pasé por tantas cosas solo…

Hasta que conocí a la niña más bonita, alegre y esperanzadora para mi. Se volvió mi razón de vivir…

Me gustaría contarte con detalles sobre mi niña, pero deberás leer las siguientes cartas. Espero que esto haya servido, a ella no logré contárselo en totalidad.

Por favor, déjalo cerca de su alcance. Sé que lo leerá…

♦ ♦ ♦

Un joven de cabello pelirrojo de unos 23 años dobló la carta mientras limpiaba sus lágrimas. A pesar del erotismo con sumo detalle, le rompía más el corazón por el viejo que también lo había criado. Supo todo el sufrimiento que nunca declaró en voz alta, toda la soledad que se guardó, toda una vida llena de delincuencia, sangre, y puras mierdas.

Entonces, el joven guardó el papel en la caja donde estaba, en el que se guardaba muchas cartas con el nombre de David o Martín.

—Sé las mostraré a ella, lo prometo… abuelo… —decía entre lágrimas abrazando la caja.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *