La gota de esperanza – Capítulo 23 (2)

Escrito por Grainne

Asesorado por Maru

Editado por Sharon


En aquel momento, Florencia era una mujer joven de veinte años. Vivía en Argentina mientras practicaba las fuerzas lumínicas a escondidas del golpe militar.

Se escondía en el sótano de una casa en un escaso barrio, rodeado de muchos militares debido al derrocamiento de un presidente importante. Era el primer golpe por el que estaba pasando su país, y no sabía donde meterse.

Intentó esconderse lo mejor posible en su trabajo de encargada de limpieza en la propiedad de una familia adinerada que le dio techo y comida. Ya que toda su vida fue huérfana, pasó en las manos de familia en familia. Nadie la aceptaba como tal, a menos que sea por trabajo. Fue a lo único que decidió dedicarse para vivir.

Pero con el tiempo, conservó cierto afecto al hijo mayor de la familia, llamado Gio. Era un joven de físico delgado, que conservaba cierta belleza varonil de su padre inmigrante, un empresario italiano de gran poder.

El problema surgió cuando este la descubrió en el sótano con libros de sospechosa información.

—¿Por qué tiene estos libros en su habitación? —preguntó con seriedad, tirando los libros al suelo con brusquedad.

—P-Pues, son… yo, estoy… —miró al suelo soltando un suspiro y le devolvió la mirada con desafío cansada de los reproches de la familia ricachona—. Investigo sobre los demonios y el Limbo.

Gio la miró atónito al escuchar palabras tan descabelladas. Acto seguido, se rió en su cara.

—¿Realmente espera encontrar algo de esas bestias? Estamos seguros en mi mansión, para algo tenemos guardias, pequeña sirvienta —le respondió en forma de burla sin poder evitar soltar algunas carcajadas en medio de sus palabras.

—¿Acaso usted no tiene curiosidad de por qué aparecen tantos demonios? Puede tratarme como loca pero la verdad, quiero aprender y estudiar sobre ellos —se cruzó de brazos mientras se dejaba mostrar desafiante y sin pelos en la lengua.

Gio la observó con una expresión mezclada de sorpresa e interés. Ninguna mujer le habría dicho tales cosas a la cara, y mucho menos de un tema tan censurado como el de los demonios.

—Esta bien, debo darle cierta pizca de razón, me da curiosidad el tema. Pero eso no quiere decir que seré su compañero de investigación —le contestó con interés disimulado.

Se dio la vuelta para irse pero, para sorpresa de Flor, agarró uno de los libros en el suelo, lo abrió y comenzó a leerlo.

Lo que empezó como encuentros tranquilos para estudiar los libros, se transformó en discusiones teórica de gran valor para ambos que los unieron cada vez más. Mantenían sus reuniones en secreto del resto de la familia, y su curiosidad les llevó a aprender más y más de la situación.

Llegó un punto que sus sentimientos por el joven Gio se agrandaron. Él no dejaba que su familia se entrometa con ella de forma agresiva, y aunque al principio la escondía de ellos fingiendo que eran amantes, sentimientos comenzaron a crecer en su interior. Cada noche que se juntaban para profundizar la investigación conocía mejor y mejor a la mujer que se suponía debía servirle, pero por la que terminó teniendo un gran cariño y llegó a mirar como su igual.

Pero las cosas empezaron a peligrar debido a la gran ambición que Flor mantenía debido a su enorme curiosidad aventurera. Gracias a esto, Gio contempló la esencia lumínica de la peor manera.

—¡Por favor, Flor! Estamos perdidos, no podemos entrar al Limbo a menos sea por esos agujeros sueltos. Y no podemos arriesgarnos a entrar a la zona de los militares, es demasiado peligroso —le dijo con gran preocupación mientras estaban parados en el sótano mirándose cara a cara. Aunque de la impotencia, se acercó mirándola con seriedad.

Gio era un joven de gran altura, destacaba por sus ojos color almendra y un cabello marrón tan vivo que resaltaba su pálida piel europea heredada de su padre. Pero lo que más llamaba la atención en Flor, era su cuerpo delgado de pocos músculos. Temía que fuera atrapado con facilidad por militares.

—Lo sé, Gio, lo sé. A pesar de todas las probabilidades, sabes muy bien que los agujeros salen con frecuencia cerca de los militares. ¿No quieres saber si este asqueroso golpe de Estado está planeando algo aterrador para los híbridos y humanos? ¿Y si los militares son los que saben cómo fabricar demonios? Por favor, tenemos la forma de entrar en uno —le respondió levantándose de su sitio para agarrarlo de los hombros, con cierta dificultad debido a la gran altura de este. Además que ella no era muy alta.

El joven agachó la mirada hacía el rostro de Flor, observando en sus ojos marrones un brillo con una gran determinación por avanzar. Esos ojos oscuros no destacaban en absoluto, pero para Gio eran los ojos más hermosos y sinceros que había visto.

—Flor, yo… No quiero que entres ahí, no sabes si podremos sobrevivir a la estabilidad del Limbo, hasta podríamos ser presa fácil para demonios… —acarició su mejilla esperando que ella se diera cuenta del riesgo que estaba tomando—. No te dejaré ir, lo siento… pero no puedo.

Flor borró el brillo de esperanza en sus ojos y sacó de su mejilla la mano de Gio con brusquedad.

—Lamento decirte que iré incluso si estoy embarazada de tí —le espetó, tomando con brusquedad algunos libros para meterlos en una maleta.

—¡¿Embarazada?! ¡Florencia, por favor, no vayas! —le agarró sus muñecas para detenerla hasta que ella se quejó tirando un onda de luz que causó un malestar en los ojos del joven, provocando que se alejara.

—Y-Yo… —retrocedió con preocupación.

—¿Q-Qué carajos fue… eso? —la miró incrédulo mientras caía sobre una silla—. ¿C-Cómo…?

—Yo… practiqué una serie de pasos de un libro pero no pensé que… —Miró sus manos asustada. No sabía como lo había hecho, y se sentó pensativa sin dejar de ver sus manos temblorosas.

En cambio, Gio recuperó la paciencia y la calma en unos cuantos minutos de silencio. Ella lo miró reflexiva pero con los pensamientos llenos de dudas y miedos. Los minutos de silencio parecían eternos para ellos hasta que Gio se levantó, y Flor le observó acercándose con lentitud hacia su cuerpo, rodeándola con sus alargados brazos.

Se quedó completamente perpleja al recibir un beso en la frente sin que le dijera algo con enojo.

—Florencia, no quiero perderte. Mucho menos a ese bebé nuestro. Creo que ya va siendo hora de que sepas la verdad. Nos escondimos cosas que no estuvieron bien, como tú con esa esencia… —la miró a los ojos esperando que ella respondiera.

—Lo siento, Gio, lo siento. Pensé que eran meditaciones estúpidas y nunca pensé que- —Fue interrumpida por la unión de sus cálidos y carnosos labios. Ella no pudo evitarlo, respondió con intensidad y lo abrazó para aferrarse a él.

—No creo que sea bueno el momento… —se separó de ella mirándola a los ojos mientras acariciaba su cabello con dulzura.

—E-Está bien. ¿Qué querías decirme sobre tí?

Gio suspiró dejando ver su forma híbrida delante de ella, una forma completamente diferente a las que ha visto antes. Estaba rodeado de escamas que parecían púas puntiagudas a punto de atacar, mientras que sus cuernos eran difíciles de identificar. Parecía más la apariencia de un dragón, ya que sus orejas en punta estaban llenas de escamas color marrón. Su rostro de piel humana era expuesta en pequeñas partes de su cuerpo, y su cabello se camuflaba entre las púas que lo rodeaban desde la oreja y mandíbula.

—Entonces, tendremos una pequeña bestia —respondió burlona acercándose a Gio acariciando las escamas con delicadeza y curiosidad—. Eres fascinante, Gio… Tú podrías venir conmigo, sobrevivirás ahí adentro…

—¿Cuántas veces vas a insistir? Ya te he dicho que es arriesgado, y más para este pequeñín ahí adentro —acarició su vientre con unas enormes garras.

—Que enorme mano… ¿o sería pata? —agarró sus garras, tocando cada parte de este como si fuera una niña llena de curiosidad. Gio no pudo resistirse y soltó una pequeña risita dándole un beso en la mejilla a su amada.

Ambos demostraron una gran unión de pareja, pero Flor era terca. No se rindió en controlar la esencia dentro suyo, al punto que intentaba abrir portales dentro del sótano. Lamentablemente, era difícil y doloroso.

No tenía la suficiente fuerza para sacar una esencia que fuese fácilmente influenciable por el sentimiento humano. Ella terminaba con dolores musculares fuertes, al punto que Gio debía detenerla. Y aún así, ella buscaba la manera para hacerlo posible.

Hacía ejercicio dentro de la casa, buscando maneras que no pudieran perjudicar su embarazo sin necesidad de abandonar su ambición. Y como los meses pasaban con rapidez, ella terminó lográndolo, pero a un precio muy caro.

Entró por impulso al Limbo con un embarazo de siete meses. Y lo único que obtuvo, fue un aborto espontáneo y doloroso debido al cambio de ambiente brusco.

Se retorció de dolor en el cenizo suelo gris del lugar, mientras los demonios pasaban entre las casas rodeadas de enormes nieblas y nubes que no dejaban nada a la vista.

—¿Por qué… duele tanto…? Gio…. ayuda —suplicaba en el suelo escupiendo sangre, observando como el agujero que había abierto se iba cerrando.

—¡Gio! ¡Gio! —gritó en lágrimas de sufrimiento y tortura dolorosa hasta que escuchó su voz. Sintió una gran ilusión de llegar viva al escuchar la desesperada y asustada voz gruesa de su amante.

—¡Florencia! —exclamó incontables veces, hasta que aquellos gritos fueron bajando de volumen poco a poco.

Flor observó el agujero cerrarse mientras sus ojos se cerraban, dejándola con la vista completamente en negro.

♦ ♦ ♦

—Si no fuera gracias a un grupo de humanos que me ayudaron, hubiera muerto al instante. Estuve muchísimos años dentro del Limbo; pero sobre Gio… —Se sirvió agua caliente sobre el mate con cierta mirada llena de dolor y melancolía—. Volví a mi mundo, y lo encontré en el peor momento. Encontré… su cadáver despellejado en un centro… d-de con… —Tapó su rostro al sentir las gotas caer sobre la mesa.

La dolorosa imagen de un híbrido con sus escamas arrancadas, sus garras encarnadas entre clavos, y un pecho destruido con algún arma con pólvora de gran potencia apareció en su mente. La sangre del híbrido no era roja, sino negra. Gio estaba bañado en un charco de sangre negra mientras la pared contra la que estaba tirado tenía escrita palabras como “fenómeno”, “monstruo”, “inhumano”.

—T-Tan solo recordar esa imagen en mi mente, duele tanto… Lo que más odio en mi interior es que vi muertes de más personas dentro del asqueroso Limbo pero Gio… —expresó con una voz quebrada, que le costaba pronunciar el nombre de su amado—. F-Fui una amante terca y egoísta que solo… solo provoque escándalo y caos para el resto y ahora… ahora…

—Ahora eres una excelente madre para mí —exclamó David mientras se acercaba a ella y la abrazaba.

—Martín… —dijo entre lágrimas pensando en su aborto y lo bendecida que fue al adoptar un niño como David. Lo abrazó con fuerza, rompiendo en llanto.

—Estoy aquí mamá, tranquila… —le respondió acariciando su cabello. Flor se acurrucó contra él, respirando con dificultad debido al llanto y el enorme nudo en la garganta—. Shh, tranquila…

David se quedó en silencio abrazando a su madre por un largo tiempo. El silencio era armonioso y cómodo entre ambos mientras compartían mate, y para Flor era una sensación hermosa. Como si volviera al tiempo cuando le dio el primer mate a David cuando tenía diez años. Desde aquel momento, él la acompañaba con agua caliente y mate preparado.

Lo observó con nostalgia y corrió uno de sus mechones oscuros, viendo con claridad ese rostro varonil que dejó de ser infantil.

—¿Por qué tuviste que crecer…? —preguntó con una voz dificultosa por el nudo en la garganta que aún estaba allí.

David le sonrió y le respondió:

—Me preguntó lo mismo cada vez que veo a Gina… Es duro criar a alguien…

—Lo es, y… estoy orgullosa que lo hayas aprendido con esa adorable jovencita —lo miró con serenidad mientras le devolvía el mate.

—¿Te costó dejarme crecer? —le preguntó con curiosidad mientras servía el agua sobre el mate.

—Muchísimo, me costaba verte cada vez más mayor e independiente —suspiró aclarando su garganta.

—¿Quieres que te de agua? Tu garganta no suena bien —dijo con preocupación, pero ella se negó pidiendo otro mate caliente. Sin embargo, David la ignoró y se levantó para servirle un vaso de agua.

Flor lo miró con detalle su cuerpo mejor trabajado y bastante fuerte que estaba entre la camiseta blanca que le apretaba un poco el pecho. A pesar de que ella aparentaba menos de lo que tenía, no paraba de pensar en lo joven que aún se mantenía su hijo.

—Ten, bebe un poco —dijo David, sacándola de sus pensamientos al sentarse a su lado acercando el vaso con agua. Ella se resignó aceptándolo.

—Eres tan bueno, Martín… y pensar que eras un pequeño revoltoso. Cómo pasa el tiempo —dijo con cansancio mientras bebía del vaso.

—Sí, sí, lo sé, ya no soy un niño

—¿Cuándo será el día que salgas con alguien?

Ante aquella pregunta, la puerta se abrió de golpe, cayendo Gina al suelo.

—¡A-Ah! ¡Juro que no escuche nada! —gritó completamente sonrojada mientras se levantaba del suelo.

Flor la miró por unos segundos y soltó una carcajada.

—¿Eh? —Gina miró a su abuela confundida para luego mirar a David, esperando una explicación. Pero este le sonrió encogiéndose de hombros.

—Ah, perdón, es que me dio mucha graci… —se detuvo y la miró con seriedad—. ¿Estabas escuchando lo que hablábamos? ¿No estudiaste?

—Eh, em…. ¡sí que estudié! —dijo mostrándole la mochila en su mano

—¿Cuál es la posición de meditación? ¿En cuáles espacios son los adecuados? —preguntó Flor con seriedad, provocando que Gina se sintiera algo intimidada por las preguntas.

—L-La meditación es sentada en el suelo, específicamente en un lugar con vegetación y… y… —tocó su frente tratando de buscar la respuesta en su cabeza—, y… ¡en lugares soleados!

Flor suspiró sabiendo que ella sí estudió, entonces miró la hora en el reloj.

—Oh… estudiaste dos horas… Muy bien, pero falta que lo practiques. Ve al patio

Gina solo obedeció esperando un castigo por haber escuchado una conversación ajena. Se dirigió a la puerta de madera tallada con detalles renacentistas com angeles y flores, y al abrirla se encontró con el redondo espacio con muchísimas plantas.

Se sentó sobre el césped y miró el suelo con nervios.

Ah, llegué justo en el momento menos indicado… Solo entendí que ella perdió a un tal Gio, no debería saberlo. Dios, ¿por qué soy así de curiosa?, pensó agobiada mientras se despeinaba negando con la cabeza.

Estuvo un rato perdida en sus pensamientos y culpándose por ser metiche, cuando escuchó los pasos de Flor acercándose y se apresuró a sentarse derecha.

—Bien, vamos a meditar y hablar un poco —exclamó con seriedad la mujer mientras se sentaba a su lado con un suspiro.

—Pero hablar, ¿no nos vamos a dis-?

—Shh —la interrumpió cerrando los ojos mientras Gina la miraba confundida. Permaneció unos segundos sin saber qué hacer, hasta que decidió imitarla y bajó los párpados—. Debes cerrar los ojos y respirar profundamente. Piensa en el césped, en el viento, en la calidez del sol… Siéntelos sobre tu piel y divídelos en tu mente. Debes describirlo como si… crearas una narrativa del espacio.

Gina asintió, respirando con lentitud y relajándose en su sitio.

—Yo… siento la poca brisa de verano mientras el sol choca contra mi piel… es como si, si el viento y el sol se pusieran de acuerdo —respondió con duda.

—Prosigue —dijo, esperando que completara la oración.

Gina tragó saliva y pensó unos segundos.

—Siento la pesada brisa calurosa como si fuera mediodía, pero el sol es más… fuerte ante los párpados cerrados. El viento… apenas se… ¿balancea? Como escondiéndose del sol que quema a su paso y no deja de brillar. Pero el césped, las plantas… florecen agradeciendo la luz de cada día y les sonríe al ¿sol? Mostrando sus flores, vegetales… Es como si todos cooperan para un equilibrio natural —abrió los ojos confundida, y se sorprendió al ver a su alrededor varias flores—. ¡¿Esto hace la esencia lumínica?!

Flor se sobresaltó ante el grito de sorpresa y la miró.

—Tranquila, es lo que debería suceder. Progresas muy rápido, entiendo que pueda ser chocante

—¿Por qué me sale tan fácil? —preguntó observando y acariciando las flores con delicadeza.

—Porque tienes un gran potencial humano y demoníaco dentro de tí, estoy segura que también podrás manifestar magia oscura —le explicó. Arrancó una flor y la miró con seriedad, provocando que se marchitara—. La magia oscura se manifiesta ante el odio, la envidia, o los sentimientos más guardados dentro de tu ser, ocultos del exterior porque sabes que no son aceptados dentro de lo moral.

Gina la observó con cierto repelús.

—¿Cómo aprendiste a hacerlo? —le dijo sin pensar.

—Hice un pacto con un demonio —respondió con sinceridad. Luego, acercó su mano a la cabeza de Gina y la acarició suavemente—. Puedes preguntarme, no tengas miedo. Sé que has leído el álbum, está allí para que sepas algunas cosas.

—Entonces, ¿Guillermo sabe que viajaste al Limbo? —la miró esperando una respuesta.

—Claramente, de otra forma no nos habríamos aliado. Gina, pasé por muchísimas cosas… —comenzó y se sentó frente a ella para transmitir mejor la seriedad la situación—. En el Limbo no existe el tiempo ni la vejez, pero está lleno de personas atrapadas en un eterno sufrimiento. ¿Sabes por qué Dios nos dio este maravilloso poder?

La pelirroja negó, mirándola.

—Estamos destinados a ayudar las almas del otro a ser liberadas de sus ataduras, Dios pensó en nosotros para que podamos ayudar al otro, o nosotros mismos.

—Pero, Flor, Dios está muerto… —respondió confundida.

—Debes creer, Gina, Él está en todos lados. Nos observa esperando lo mejor que podamos hacer, solo tendremos un último milagro cuando lleguemos al Limbo —le contestó con sinceridad, agarrando sus manos y uniéndolas con fuerza.

—Y-Yo, no estoy segura. Tú… ¿por qué temes ir al Limbo? —miró sus manos y luego la observó.

—Pues, he estado varios años dentro de ese lugar. He visto cosas muy diferentes al resto pero…

Gina se acercó a ella y la abrazó.

—No he escuchado mucho, pero lo que haya pasado dentro del Limbo o en tu vida, sabes que sigues aquí. No te conozco, Flor… pero David te muestra respeto, cariño, y pienso que debes ser una persona muy fuerte.

La mujer se acurrucó contra la joven, sintiendo sus ojos humedecerse por la emoción.

—Eres tan buena y joven aún, querida… ¿Cómo has logrado vivirlo tú? —observó sus mechones rojos, acariciándolos como lo haría una madre.

La pelirroja soltó un suspiro mientras se acurrucaba contra ella, y se preparaba para hablar.

—Sinceramente, no lo sé, ¿por qué crees que puedo hacer las cosas bien en esta misión? —soltó un lloriqueo en voz baja mientras evitaba las lágrimas. Flor la dejó ir para poder observar bien su rostro.

—Respira hondo, Gina. Y relájate… eres más de lo que crees, y tus ojos, a pesar de ser negros y con poco brillo, muestran una joven ingenua que busca la felicidad y un mejor mundo. No está mal, pero debes seguir y dejar las lágrimas un momento. Yo, tengo miedo de volver al Limbo —le confesó, agarrando sus manos y apretándolas en signo de apoyo—, pero, seré tu guía y tu el guardián, ¿si?

La pelirroja asintió con inseguridad.

—Vamos, quiero ver esa forma tuya. Debes mostrar algo más grande que una jovencita de cuerpo pequeño .

David se acercó hacia donde las dos mujeres estaban mientras se apoyaba contra el marco de la puerta. Observó cómo su hija dejaba a la vista su transformación híbrida, y cómo Florencia le indicaba unos pasos de meditación y hechizos básicos.

Le parecía extraño verlas tan activas, además de que Gina parecía brillar con más entusiasmo que durante los días anteriores. Y a pesar de que Flor mantenía su miedo, seguía levantándose para enseñarle a su hija.

Llegó a pensar que eran buen dúo, que serían madre e hija en cuanto llegaran a conocerse. Simplemente se quedó ahí parado, contemplando el cálido ambiente de compañía, hasta que un teléfono empezó a sonar constantemente.

David observó por todos lados dentro de la casa, hasta que por fin lo encontró. Era el teléfono de su madre.

—¿Hola? —contestó mientras escuchaba como su madre se acercaba para preguntar de quién se trataba.

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